Cuando el hombre deje paso a las máquinas

Cuando el hombre deje paso a las máquinas

Son tiempos modernos y una nueva revolución está teniendo lugar desde hace algunas décadas. Ya se aventuró años atrás que sería un cambio radical, y no se equivocaron quienes lo vaticinaban. 

Cada día se da un paso más, un nuevo avance que implica la obsolescencia gradual de anteriores descubrimientos hasta llegar a hacerlos inútiles, a pesar de la enorme importancia e invulnerabilidad que estos alcanzaron en su momento. El estado actual, y previsible futuro, de la tecnología permite ese desarrollo acrecentado, ya que parte desde unos cimientos fuertemente consolidados e innegables, avance sobre avances en una progresión geométrica, un acercamiento cada vez más próximo al ideal de superhombre y, por qué no, a la divinidad que implica ese poder.

Un ejemplo muy visual de esos adelantos podría ser aquel que comenzó como un inofensivo juguete que hacía las delicias de los más pequeños cuando, con sus mandos a distancia, lograban levantar del suelo el minúsculo artilugio dotado de diminutas hélices. Sí, me estoy refiriendo al dron, ese ingenio que pronto fue adquiriendo mayores dimensiones y añadiendo otras funcionalidades interesantes como las cámaras de grabación o la posibilidad de cargar con alimentos, medicinas, o cualquier otro objeto de utilidad, para trasladarlos a los lugares más inaccesibles y con ello cubrir las necesidades impuestas en aras de salvaguardar la vida en cualquiera de sus formas. Y también, como ha ocurrido a lo largo de la historia de la humanidad, se alcanzó a ver su potencialidad militar y armamentística, y por ende, su posterior desarrollo para el ámbito civil. 

Ahora con estos aparatos podemos sobrevolar zonas de difícil o imposible acceso, salvar vidas que se hallen en peligro o, acabar con ellas en un territorio declarado en conflicto y que precisa esa intervención como un medio disuasorio definitivo. Es una máquina que no necesita más que alguien que la programe para realizar una determinada acción o conjunto de ellas y, como ya dije antes, con el paso del tiempo y la evolución tecnológica, aparatos que terminarán integrando sus propias instrucciones y mecanismos de vuelo y que engrosarán el campo de la robótica, para terminar independizándose del ser humano, limitado, mortal, inferior, aunque haya sido su indiscutible creador, y pasar a considerarse casi como un dios que está muy por encima de él. 

Un caso más en que la criatura creada superará a su inventor. Una situación que, como ya recrearan muchas obras de ficción, cinematográficas o literarias, puede volverse contra la humanidad en cuanto que esa inteligencia artificial sea capaz de crear su propia identidad y despreciar el cúmulo de órdenes, de normas internas y otras cuestiones impuestas por los hombres para su propio beneficio. 

Aparecerán, entonces, como un ejército guardián que someterá a los humanos, al igual que ocurriera solo algunos siglos atrás, a una esclavitud y dominación impuesta por medio del terror. Las máquinas vigilarán el quehacer de todos, no existiendo un hipotético desorden o rebelión porque serán capaces de disparar mortalmente, sin posibilidad de error, a todo aquel que quiera liberarse del yugo establecido cuando pretendan acabar con esa nueva y terrible situación. 

Solo quedará el deseo de recuperar esa usurpada libertad mediante la creación de un grupo de resistencia lo suficientemente capaz para organizar un contraataque desde tierra, ya que a esas alturas será imposible su interceptación con aeronaves militares, asimismo controladas por una inteligencia central que vigilará incesante cualquier movimiento aéreo que no sea el de los propios ‘soldados’ drones o el tráfico habitual e inofensivo de aviones comerciales. 

La tecnología habrá escapado del control humano, se liberará de él y se convertirá en un ser superior, una entidad omnipresente, omnisciente, omnipotente. O tal vez no.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS