EL ACECHO DE LAS MÁQUINAS
Aquella avenida, ancha y solitaria, envuelta en el manto de la noche, estaba atiborrada de altos edificios pegados unos a otros donde no había el más mínimo atajo para escapar. Andrés corría desesperado, jadeante, mientras sentía a sus espaldas, cada vez más cerca, el pesado robot que amenazaba con destruirlo. En una esquina Andrés disminuyó...