Son las tres de la madrugada, Alba aún está despierta, su cerebro trabaja 24 horas sin descanso, ocho en la empresa y el resto lo emplea en como resolver los problemas que su trabajo le aporta. Aplicación de base de maquillaje, corrección de imperfecciones, cómo pintar los labios para reforzar el color y un largo etc… Suena el despertador, son las cinco de la mañana, otra noche sin dormir. Se levanta por inercia, no quiere mirarse en el espejo sabe que sus ojeras le afean y siente como sus pestañas pesan cada vez más. Entra en la cocina en busca de sus dos mejores aliados, café y un cigarrillo, al encenderlo lo mira atentamente… ¿Serás tú el cabrón que me active el cáncer? Piensa sumisa, mientras lo enciende. Ojea una revista de maquillaje y en breves segundos la cierra sin más. -Necesito unas vacaciones ¡Ya!-

Baja las escaleras a paso ligero, en cada escalón que deja atrás, deja un sueño sin cumplir. Las calles solitarias y el sonido del silencio se recrean junto a ella, como pequeños duendes indomables en busca de un nuevo día. Nunca pensó que su empleo acabaría con todo aquello que deseaba, ilusiones perdidas, amores rotos y un sin fin de cosas por hacer. Se siente como un zombi en mitad de una ciudad vacía, intentando acercarse a la felicidad. Un constante vaivén agita la esperanza de que algún día todo va a cambiar, mientras tanto, lucha por pausar su mente para conseguir desconectar de esa realidad que la asfixia sin piedad, se ha convertido en una adicta al trabajo, un trabajo que pocos logran entender. Pasan las horas, nuevos maquillajes, nuevos retoques, infinitos colores, ironías de la vida… piensa… mientras, se va destiñendo hasta convertirse en una persona completamente gris.

A la salida decide ir a comer a un restaurante que han abierto nuevo cerca de dónde ella vive «Piccolo» comida italiana. Entra algo intimidada, no está acostumbrada a salir sola, ojea rápidamente la mesa más discreta de la sala y sin dudarlo se dirige hacía allí. Un camarero se acerca y le ofrece la carta de menús. No se ha percatado que en la mesa de al lado hay un chico que la observa insistentemente.

Durante la comida revisa unos folletos de maquillaje, subraya los colores que más le han llamado la atención y apunta en su agenda el nombre de cada uno de ellos. Se siente observada, levanta la mirada y ve a un joven de ojos verdes con una amplia sonrisa, se sonroja y busca entre el bolso no sabe qué, ya que lo de… trágame tierra sabe a la perfección que no va a funcionar. El muchacho se acerca descaradamente.

¿Te importa si compartimos mesa? Pregunta mientras se sienta.

-Bueno ya veo que los modales no van contigo- Dice mientras se levanta.

Me llamo Lucas, perdona por no presentarme antes, a veces soy demasiado directo, pero por favor quédate, paso tanto tiempo solo que no recuerdo cuándo fue la última vez que tuve una conversación con alguien que no fuera mi gato.

Alba se siente identificada con sus palabras, piensa que es una oportunidad para romper la rutina en la que está sumergida.

-Esta bien, pero te advierto que llevo un spray en el bolso y no voy a dudar en utilizarlo si es necesario-.

El joven la mira divertido.

-Veo que te interesa el maquillaje- Dice mientras ojea los folletos que continúan encima de la mesa.

Bueno, en eso consiste mi trabajo.

¿Eres esteticista? Pregunta.

– Si, así es- Responde, mientras intenta recoger un poco todo aquél desorden.

-Buena profesión, supongo que conocerás y te relacionaras con mucha gente- Suponía mal, pero naturalmente no se lo iba a decir, a veces es mejor callar y no contradecir.

– ¿Y tú a qué te dedicas?-

– Me dedico a la restauración –

Ella sonríe, en cierta manera los dos se dedican al cuidado y mejoramiento de la imagen.

Han pasado tres semanas, ese personaje gris y con grandes ojeras se ha convertido en un derroche de arco iris, Mery su mejor amiga y compañera se ha percatado.

-Algo ha pasado y me lo he perdido ¿me equivoco?- Pregunta haciéndose la ingenua. Alba sonríe.

-No, no te equivocas, he conocido a una persona maravillosa-

-¿Le has dicho a que te dedicas?-

-Bueno, si y no-

-¿Cómo si y no? ¡Es si o es no! Vamos a tomar algo y me lo cuentas todo- Dice intrigada y con ganas de saber más.

Durante una hora y media solo se habla de Lucas, tiene un brillo especial en la mirada.

– ¿Y en qué trabaja?- Pregunta Mery compartiendo el entusiasmo de su amiga.

-Es restaurador, aunque no me ha dicho exactamente en que consiste lo que hace-

-Bueno por lo menos no estará entre muertos como nosotras, ni se te ocurra decirle que eres especialista en tanatoestética, ya sabes que en cuánto se enteran salen corriendo, más que gallos parecen gallinas.

-Si lo sé- Contesta con preocupación. –

Otra noche de insomnio , el despertador anuncia un nuevo amanecer, despiadada lo golpea con el mando del televisor, cae al suelo pero continúa sonando, se levanta aturdida y se da contra la puerta de la habitación.- Hoy presiento que va a ser un mal día-

Entra en el tanatorio con su habitual endereza y entre muertos reniega de su maldita suerte, Mery se acerca y le pide que vaya con el nuevo tanatopractor, un cadáver está listo para ser maquillado. La joven se acerca con discreción, de pronto sus miradas se cruzan.

-¡Lucas!-

-¡Alba!

-Me dijiste que eras restaurador- Dice confundida.

-Afirmativo, restauración, reconstrucción, embalsamamiento y conservación, tu tampoco concretaste demasiado.

Respetar y amar sin manipular, sin esperar y sin querer cambiar a la persona de la que te has enamorado, cuesta… Y sin embargo, es el mayor tesoro, que una vez encontrado, debes conservar.

Entre muertos y vivientes fueron felices, pero no comieron perdices. Si no soplas a tiempo, los deseos también se mueren…

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