Querida Hada Madrina:

Te he llamado varias veces en silencio, a voces, a gritos cuando estaba sola y no vienes. Por eso te escribo.

La tarde en la que te presentaste en mi casa me pareció un sueño. Pero sé que fue real porque estoy padeciendo las consecuencias. Hice lo que me pediste; me fui a las 12 de la noche y en mi huida del palacio perdí un zapato. Te pido que me lo devuelvas porque desde ese día sufro un resfriado crónico. Mi madrasta dice que soy más tonta de lo que pensaba. Se niega a comprarme unos zapatos nuevos. Así que, aquí estoy tiritando y con un dolor en el corazón. No sé si es por el frío o porque no dejo de pensar en el Príncipe, al que nunca más veré. No entiendo por qué viniste a hacerme tanto daño.

Te suplico que aparezcas y que repares todo el mal que me has causado.

¿O llamo mejor a una bruja?

Se despide con desesperación

Cenicienta

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