Y también dos huevos duros
Llegó diez minutos tardes, pero llegó. Entré en el coche, la música de la Húngara me envolvió y había un perro sentado en el asiento detrás. Cuando escuché a la Húngara tenía que haberme bajado, pero no lo hice. El conductor, Jonathan, luciendo un precioso chándal blanco y una gorra, me informó de que llevaba...