EL SABOR DE LA VIDA

EL SABOR DE LA VIDA

En el tren de la vida, cada trayecto que comienzas a recorrer te impregna de sabor y olores.

Esa primera vivencia de los primeros pasos agigantándose con velocidad vertiginosa entre la nebulosa de los tiempos, tiene el sabor de la leche materna, de la canción de cuna, del cuarto con peluches, de cuentos y sorpresas…

Comienza a percibirse el aroma familiar y el dulce sabor de la existencia, que se trasmuta por cada estación recorrida.

Su marcha comienza lenta, armoniosa y en cada recorrido se torna más ligera.

La segunda estación, repleta de luces, de magias y promesas, con sus calles ornamentadas de fantasías, disfraces absurdos, contagios glutinosos, amores duales y sueños de multitudes, tiene el sabor de la miel, peligrosa y tramposa, donde muchos quedan prisioneros si no les surge el hartazgo y reanudan con lucidez su viaje.

La próxima, más sensata, impregnada de abnegación conlleva a degustar la macedonia de elaboradas conquistas.

Y así, entre marchas y contramarchas sin detenerse, el tren de la vida nos llena la cesta de frutos, para algunos dulces, para otros agrios, sosos y en ocasiones amargos.

Cuenta la historia que el paraíso se perdió por saborear una fruta, (a mi entender la más deliciosa). Desde aquel entonces el sabor del amor ha resultado ser el más exquisito e irreemplazable de todos los tiempos…

FIN

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