Un día tuve un sueño, un sueño que todo ser humano se permite soñar cuando le llega el despertar del amor y el deseo. El sueño consistió en encontrar un amor de leyenda. Un amor que fuera inmune al tiempo y al desaliento. Un amor que me perdonara cuando me equivocara y me entendiera cuando yo no supiera explicarme. No era egoísta mi empeño. Yo debía hacer lo mismo por ella. Ambos debíamos soñar, microrrelatos capítulo 90, ambos debíamos soñar, decía …
Hasta el último aliento
«Cojo tu mano y salimos corriendo,» olvidando por un momento, que ya somos viejos. Según avanzamos sentimos como la piel se nos va hidratando, los dientes retornando, la nieve del pelo derritiendo para dejar paso a los antiguos tonos dorados o negros… Sin soltarnos, superamos algunos tramos de baches para llegar a encontrarnos con nuestros hijos, otra vez pequeños. La carrera continúa apasionada hasta desembocar en aquel día, en el parvulario, en que tú te me acercaste con la cara churretada de caramelo y me pediste que te diera un beso de amor eterno, y yo, pizpireta, cogiéndote la mano, te besé hasta mi último aliento.
Que hermosos y frágiles son los sueños. Tan hermosos y frágiles como las personas que soñamos con ellos. Un día me convertí en un escritorsinletras ahora me he convertido en un hombre incomprendido que os brinda este cuento con el que quiere gritar al mundo que, no hay que dejar de luchar siempre que creas que el sueño merece la pena…
Dedicado al mago que mueve los hilos.
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