El Tiempo Inventado Que Nos Inventé

La nostalgia se siente como un viejo gramófono en mi pecho, reproduciendo la misma melodía que solo yo puedo oír. Su nombre es Ragnar, y aunque el tiempo ha erosionado los detalles de su rostro y la textura de su voz, su presencia persiste, fantasmagórica, en los rincones oscuros de mi memoria. No lo extraño a él, no a la carne y hueso que fue, sino a la versión idealizada que mi mente construyó. Es una quimera, un monumento levantado sobre las ruinas de un pasado que no volverá.

Ahora, en la quietud de mi habitación, con la luz del atardecer filtrándose a través de las cortinas, me encuentro atrapada entre dos mundos: el de los hombres que han pasado fugazmente por mi vida y el de Ragnar, inmortal en mi recuerdo. He amado desde él, o al menos eso he intentado. Amantes cuyos nombres apenas consigo recordar, cuyas caricias se sienten como agua sobre un lienzo ya saturado. Cada uno de ellos, en su manera, ha intentado llenar un vacío que no entiende ni puede comprender.

Está Karurosu, cuya esencia era como el viento en la primavera, pero que, se desvanecía en cuanto el peso de mis expectativas lo alcanzaba. Está también Auki, quien me escribía cartas plagadas de versos que nunca lograban superar el eco de los que Ragnar me recitó. Y después estuvo Mikha’il, quien me prometió el mundo, pero cuyo mundo jamás se alineó con el que yo habito. Todos ellos fueron hombres completos, enteros en su humanidad, pero ninguno pudo competir con la sombra de Ragnar. O lo que creí había sido en mi vida.

Ragnar no fue perfecto, eso lo sé. Mi memoria, en su capricho, ha borrado los defectos, dejando solo un halo dorado. Recuerdo nuestras caminatas bajo la lluvia, las discusiones que terminaban en risas, el modo en que sus manos parecían capaces de sostener todos mis miedos. Pero ¿Fueron realmente así? ¿O es mi necesidad de seguridad lo que distorsiona la realidad, lo que convierte a un hombre en un mito?

-BARAKAT RUFFILO.