La lluvia cae. Las personas se apresuran y en menos de dos minutos las calles están medio vacías, las pocas personas que quedan llevan paraguas, excepto yo. No me importa la lluvia, en mi interior se desata una tormenta más fuerte. La luna resplandece en el cielo, las farolas iluminan la calle y de mis ojos también llueve. Siento que me ahogo. La opresión en mi pecho se hace insoportable. No puedo más… Llego al parque, corro a los columpios y ¡Oh, alivio! Me aferro a sus cadenas y empiezo a mecerme. En la soledad de la noche lluviosa, lloro. Lo saco todo. Miro a mi alrededor… Todo está en completa calma. Anhelo… La felicidad anteriormente allí vivida. Llegan los recuerdos: las risas, los juegos, las bromas… Todo en esos mismos columpios. Observar a la gente ser feliz y ser feliz mientras lo haces. Sonrío. Ya no hay opresión en el pecho, la tormenta cesó, sin embargo, aún llueve. Recojo una flor caída, la pongo sobre el columpio. Nostalgia… El recuerdo de la felicidad me hizo feliz, y el anhelo de la misma me hará llegar a ella.

Hasta pronto, columpios… Volveré.

Johana.

Febrero 28, 2021.

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