Pero Diego Torres se equivoca. No es el gato quien corre peligro.
Parece acorralado entre las risas de los gamberros y las paredes oscilantes del callejón. El pelaje humeante, las pupilas azules, las patas como manos aferradas al suelo. Pero el vapor que emana de su lomo tenso fluctúa a su alrededor como una sombra púrpura de proporciones monstruosas.
Ante los ojos del inspector, el estrecho callejón se deforma incapaz de contenerla y, sin embargo, los humanos parecen ajenos a la pesadilla.
Porque eso es, sin duda. La materialización de todos los miedos infantiles que alguna vez tuvo a los gatos negros, o tal vez a los perros callejeros. Y no solo los suyos, todos los terrores humanos le han dado forma.
Así que ahí está, esa quimera felina, jugando al gato y al ratón con sus perseguidores.
El instinto policial de Torres les observa ahora con atención. Son tres. Y son los primeros humanos que ve desde su despertar. Hay algo inestable en ellos, como si las líneas de sus perfiles se dibujasen una y otra vez sobre sí mismas. Desde luego, mucho más inestables que la pequeña criatura a la que persiguen, o de las paredes del callejón por el que avanzan dejando un grumoso rastro rojizo.
Tienen formas vagamente familiares. Una chica de unos quince años con el pelo verde trenzado y ropa futurista. Un hombre medio cíborg con gabardina y media cara rota a lo Terminator. Una anciana con aspecto de bruja piruja, vaqueros ajustados bajo la capa y bate metálico en vez de escoba.
Estoy podrido, piensa Torres. Ni en sueños me libro de los callejones llenos de mierda. De los apaleamientos, del maltrato a lo desconocido. Y de los esperpentos. Porque vaya tres, my friend. ¿De dónde ha salido esta peña?
De esta ciudad o lo que sea, y alza la mirada hacia la antena resplandeciente.
Ahora puede ver con más claridad ese flujo de energía que la rodea.
Es un torbellino de siluetas humanas que se materializan al atravesar la Esfera onírica, como atraídas desde el polvo estelar hacia la torre por un imán gigantesco. Luego caen, igual que gotas de lluvia aún sin condensar, y atraviesan las paredes de los edificios para posarse en algún lugar seguro donde despertar. Entonces se levantan, con sus contornos aún inseguros, y se lanzan a las calles llenas de sueños por cumplir.
Torres se yergue sobre el tejado y deja que su mirada vague sobre los límites de La Ciudad.
Es una visión sobrecogedora. La Esfera misma fluctúa, barrios enteros parecen elevarse y desplomarse lentamente, fusionándose y mutando de manera imperceptible pero incesante. Solo la colosal antena escarlata y la densa Luna blanca permanecen inmutables.
De pronto, los ojos azules de la criatura se clavan en los suyos. Y los otros también le ven.
–¡Oye, tú, largo de aquí!
–Cállate, idiota –gruñe la bruja.
–Como sea un Rondador la hemos liado –dice la pelo-verde, apoyando el bate en el suelo con un mohín seductor.
–¿Tú también te has dado cuenta?
–Ups… a lo mejor es solo un novato.
–¿A quién le importa lo que sea? Llevamos dos ciclos de caza y no pienso dejarlo a medias.
–Blair, querida, no me habías dicho que los del Puño Mágico eran unos descerebrados –apunta la chica, ignorando al cíborg.
–Estás loca, nena, pero me gustas.
–Hola, hombre-cliché, ¿has dicho algo?
–¡Cerrad el pico, tortolitos! Y tú, baja de ahí o nos pondrás en peligro a todos –dice la bruja.
–Lo que nos faltaba, un novato –suspira el cíborg.
La criatura también parece invitarle a la fiesta, así que Diego Torres baja… o eso pensaba hacer. Porque lo que pasa es que da un paso sobre el tejado y al instante siguiente está junto a los cazadores con un bate entre las manos.
–¿Qué crees que haces, vieja?
–Adoro tu sentido del humor, Blair –gime la chica, aguantándose la risa.
–Escucha, novato. Ese lindo gatito de ahí es un intelidogui. Una pesadilla de las caras. Los Coleccionistas pagan bien por ellas, así que en agradecimiento por salvarte el culo, vas a echarnos una mano. Sujeta bien el palo. Golpea fuerte si el minino se lanza a por ti.
–¡Tu turno, chalado!
–¡Rediós, me cago en tó lo que se menea!
Y con un aullido de guerra el cíborg se lanza contra su presa, mientras la criatura se relame en la oscuridad.
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