Momentos de Gloria

Momentos de Gloria

Kayo

11/11/2023

                                                            Momentos de Gloria.

                                                                                     1

Aquel Trimber pasó rápidamente sobre las cúpulas del edificio Esturión. Era la primera vez que estaba en la capital, por ende, era la primera vez que lo veía. Su contraste con las demás edificaciones era amplio y opacador. Nada podía hacerse para huir de la masiva sorpresa que ocurría al contemplarlo. Las paredes eran totalmente transparentes, llenas de pantallas donde se acumulaban anuncios de Ruedas transportadoras e imitaciones de comida Saturniana. Seis cúpulas que formaban el techo, estaban decoradas con la misma imagen de un esturión, o ese era el nombre que presumía tener aquel animal, el cual parecía tener una superficie huesuda. Según los informes que ofrecía el edificio, el organismo se había extinguido hace cien años aproximadamente.
En la entrada había una enorme fuente de agua, que, aunque era un holograma genérico parecía bastante real. La fuente cambiaba de vez en cuando a una mujer de lentes y traje portátil a cuadros, que ofrecía una sonrisa mientras invitaba a las personas a pasar al edificio. Cuando pasaba un Trimber por arriba del edifico, el holograma daba saltos irregulares de velocidad y generaba repentinos borrones en los Nanospixeles. El magnetismo de la nave aún seguía causando desperfectos en la electricidad convencional, por ello, mucha gente recomendaba viajar en naves de desplazamiento que no funcionarán con Magneto. Aquello me lo había contado Afran en una de las tantas tardes que vagábamos juntos.
Afran era un aficionado a la historia y a la ciencia, también era mi mejor y único amigo. Su afición lo obligaba a pasar horas en los Datores, leyendo una y otra vez archivos antiguos y orientándose sobre los más nuevos. Tan informado estaba que en aquella ocasión me había insistido fuertemente para que lo acompañara a el Esturión, donde según él, se conservaba un objeto de hace un milenio.
Cuando estuvimos dentro y lo vimos, las pupilas de Afran se agrandaron, poniéndose como dos hoyos totalmente negros y vacíos. El objeto tenía una forma rectangular muy fina. Parecía estar compuesta por miles de tiritas, pudiéndose ver detalles incrustados en el medio de la superficie, aunque quizás podrían ser debido al tiempo. La cámara de información, no revelaba de que se trataba, solo aparecía el material porque el que decía estar hecho.

  • Te..la— Deletreo Afran— Tela, ¡claro que sí! la tela era un material de construcción textil hace un milenio, es una de las pocas cosas que encontré cuando buscaba información sobre aquellos años.
  • ¿Tan extraño es? — Pregunte.
  • Claro que sí, toda la información es muy difícil de conseguir, solo algunos datos son compartidos públicamente, y lo que es peor, es que hay más historia detrás, mucha más, que estoy seguro nunca podre saber…
  • No te deprimas aún, tienes quince años, tienes toda una vida para averiguarlo.
  • Mis papas no me lo van a permitir, odian que me guste la historia, en realidad el mundo lo odia, ya sabes lo mal que están vistos los historiadores.
  • Tienes razón…

La expresión de Afran al decirle que estaba en lo correcto era de decepción, sé que esperaba que le dijera que estaba equivocado, yo también deseaba expresarlo, pero, me parecía muy cruel y forzado. Realmente los historiadores estaban a punto de desaparecer.

Con aquella tristeza, que ahora también se adueñaba de mí, abandonamos el Esturión. El holograma de la mujer ahora estaba vestido con una capa oscura. Nos saludaba mientras nos alejábamos cada vez más, a la par que repetía el eslogan de “Regrese en otra oportunidad”.
Rodeando una estación de Plutrenes, llegamos a la parada donde debíamos esperar la siguiente aeronave para regresar a casa.
La ciudad se hundía en puntos de fuga edificados con cromo, relucientes arquitecturas con enormes luces rojas en sus puntas, las cuales absorbían energía del sol, quien (Según Afran) comenzaba a apagarse. Aquella magnitud se me reflejaba en las pupilas, con un tono verde de extrañeza, con un olor a burbujas acidas, como si rechazara todo lo que se relacionaba a ella. Confirme que no quería volver nunca más.

Sin embargo, cuando había llegado a esa conclusión, Afran pareció recobrar un poco de buen humor.

  • Es muy temprano — Indico—¿Porque no vamos al Observador? Por lo menos veamos este lugar desde lo más alto.

No estaba muy seguro de decir que “Si” luego de concretar lo horrible que me parecía aquel sitio, pero la ilusión de Afran no me permitió decir que no. Reformulado lo que había dicho pensé:

“Por lo menos observemos este infierno desde lo más alto”

Irónicamente fue un Trimber el que nos llevó hasta el Observador. El ruido que producía la nave al volar me recordaba al sonido de una lluvia incesante, como si cada gota fuera de acero.
El Observador estaba casi vacío de no ser por algunas familias que paseaban por la planta, señalando el sol y las naves de todos los tamaños, que al igual que nubes, en momentos oscurecían todo. Para poder observar a plenitud la capital, solo bastaba con acercarse a los balcones vidriados. Los edificios cromáticos, parecían simples elevaciones sin sentido que adornaban a pequeñas hormigas caminantes, que a mis ojos carecían de un sentido aún menor.

  • No los entiendo — Exclamo de repente Afran.

El tono que usaba cuando hablaba de sus padres, era muy reconocible para mí, tanto que con solo mirarlo él también se daba cuenta de lo que yo pensaba.

  • No solo me refiero a mis padres, me refiero a todos, los de aquí, los de la capital, los de afuera, a todos. A ninguno de ellos les interesa saber de dónde vienen, de cómo llegaron a donde están ¿Cómo pueden vivir sin saberlo?

Las quejas de Afran, estaban fundamentadas completamente, poco interesaba al mundo los hechos que no habían podido ver o vivir. Entre ellos también estaba yo, y Afran lo sabía.

  • Tienes que comprender— dije— que el futuro es más importante que el pasado.
  • No se trata de que es más o menos importante, los dos son igual de importantes, ¿Cómo podemos valorar el futuro sin contemplar el pasado? Nada de eso tiene sentido.

En aquel momento los rayos del sol fueron opacos por una enorme nave carguera, que según lo que llevaba pintado en la cubierta, venía desde la Luna.

  • ¿Por qué no solo buscas otra cosa que te guste? — Replique mirando el suelo.
  • Suenas como mi madre— Respondió el.

Me imagine como una señora que le pegaba una cachetada a Afran, diciéndole ¡Enderézate! Por lo que me comencé a reír, al cabo de un rato él también lo hizo.

Cuando la luz solar volvió a postrarse sobre nosotros, aviste a no muy lejos un par de edificios algo extraños. No fui mezquino al hacérselo notar a Afran, quien, al avistarlos grito de euforia.

  • Los reconozco ¡Los reconozco! ¿¡Como pude olvidarlo!? ¡Tenemos que ir ahora!

No sabía a qué se debía tanta emoción en Afran, él tampoco me lo explico en aquel momento.

Más de cerca, descubrí que las estructuras no eran edificios, era más bien dos torres altas de color blanco, que terminaban con una punta en forma de pirámide. Allí no podía vivir alguien, eran muy angostas para poder abarcar varias personas en su interior.

  • Antes solo existía uno— Explico Afran— Esta construcción aparece en una de las pocas fotografías que presumen ser verdaderamente de los años 2000. Si aquellas imágenes son reales, eso quiere decir que esta construcción es la única que queda de aquellos años, aunque no se puede asegurar que no sea simplemente una replica.
  • ¿Y porque hay dos? — Pregunte
  • El dueño la construyo hace unos años, porque ahora este lugar es una Cámara de tiempos— Explico él.

Las Cámaras de tiempo, eran el ultimo avance en cuanto a realidad Virtual. Invitaba a la persona que deseaba usarlo a vivir una simulación extremadamente realista de una vida al azar. Sim embargo el modelo aún estaba en realización y el creador no había encontrado alguien que financiase la máquina.

  • ¿Te imaginas vivir una vida proveniente de cualquier tiempo? Sería una gran herramienta para los historiadores, claro que como nadie apoya este proyecto, nunca se llegara a terminar…
  • Es una pena— Exclame

Realmente lo era.

Rodeamos las dos torres una vez más, esperando que algo suceda, por alguna razón sentía en mi corazón que algo podía suceder, lo había presentido cuando las había desde el Observador.

Aquello que presentía parcialmente ocurrió.

Un hombre viejo estaba parado en una de las puertas de la torre. Tenía un traje de Neoten por lo que sugería que trabaja con artefactos de alto voltaje. Tenía un largo pelo negro que no parecía peinar muy seguido. Con algunas dificultades arrastraba un artefacto fuera de la torre. Nuevamente Afran reconocía algo, de lo que se había informado en los Datores, esta vez señalando al viejo quien ahora se apoyaba triunfante sobre el aparato removido.

  • ¡Usted es el Doctor Fabella ¡— Señalo Afran.
  • ¿Quién dice mi nombre? — Exclamo el viejo
  • Yo señor, soy un gran admirador de su trabajo — Dijo Afran levantando la mano
  • Eso es nuevo.

Afran parecía realmente entusiasmado.

  • ¿Quién es? — Pregunte con incredulidad.
  • Es el Doctor Fabella es el científico que creo La cámara de tiempo y sobre todo…él también es un historiador ¡
  • Sabes más sobre mí que yo mismo — Dijo sonriendo el ahora Dr. Fabella.

Luego de que Afran le preguntara infinidad de cosas que yo no llegaba a comprender, el Dr. dijo algo que impulso a Afran a ponerse aún más emocionado.

  • Es verdad lo que dicen de esta construcción, pertenece a los años 2000, incluso es más antigua que eso.
  • ¿Lo dice en serio?
  • Claro, de hecho, descubrí que tenía un nombre
  • Cual, cual — Los ojos de Afran otra vez eran los de un gato.
  • Obelisco
  • Que nombre asombroso.
  • Lo es…lo es.

El aura del Dr. Fabella era igual a la de Afran, personas que amaban algo que todos los demás rechazaban, parecían ser de otro mundo, de otra época. Aquello me hizo sentir incomodo, no encajaba con ellos, parecía que fuera la prueba viviente de lo que detestaban. Sim embargo el Dr. Fabella se mostró respetuoso y amable con nosotros y cuando nos mostró la cámara de Tiempo, incluso yo quedé fascinado. Aquella sala estaba repleta de unas piedras de color negro que provocaban luz de forma intermitente.

  • Son piedras de Urano, funcionan como baterías inagotables- Explico
  • Esta máquina es una hazaña formidable- Lo halago Afran
  • Lamentablemente para el mundo es solo otra consola de RV, nada más que eso…
  • Pueden que ellos no lo aprecien, pero yo lo hago doctor, estoy cien por ciento seguro de que es una de las más grandes hazañas que un hombre ha hecho.
  • Te equivocas, esto no es nada, solo es un sueño, una máquina que recrea a las personas que realmente hicieron grandes hazañas por el mundo.

Una impotencia lleno las facciones de Afran, pareciera como si estuviese a punto de llorar.

  • Seguramente destruiré la máquina, prefiero que no exista antes de que se utilice para ser una burla, ¿Por qué no la prueban?
  • No tenemos Estratos para pagarle— Contesto Afran.
  • No les cobrare nada, tómalo como un regalo por ser un admirador.
  • ¿Lo dice en serio?
  • Claro que sí.
  • No deberías Afran, puede ser peligroso— Exclame luego de estar mucho tiempo en silencio
  • Funciona igual que una consola de RV convencional, lo que pase allí dentro, solo serán diez minutos aquí ¿Porque no lo acompañas tú también? Quizás descubras algo que te interese.
  • No lo sé…
  • Vamos, solo serán diez minutos, solo esta vez ¿Si? —Rogo Afran

Era un año menor que yo, aunque era más alto, seguía siendo el menor y eso me ponía en una posición que no me gustaba. Sentía cierta responsabilidad por él, por las cosas que podían llegar a pasarle.

  • Está bien —Exclame finalmente.

En efecto el uso era casi prácticamente igual a una RV, debía colocarse el cuerpo en una silla de transmisión levemente inclinada, la forma ovalada de esta, permitía descansar los pies sobre ella. La única diferencia a las RV era que debía sostenerse una de las piedras negras de Urano. Cuando todo estuvo listo, el casco de simulación comenzó a bajar desde arriba de la torre, hasta que estuvo sobre nuestras cabezas. Mire a Afran por el pequeño del espacio que dejaba el casco, su mirada estaba totalmente concentrada, pero tenía cierto miedo. Aunque yo estaba acostumbrado a los RV la verdad era que también me sentía algo ansioso. De pronto se escuchó la voz del Dr. Fabella.

  • Voy a iniciarlo
  • ¿A dónde iremos? — Pregunte.
  • Al lugar más antiguo que pude recrear, buen viaje.

Cuando se escuchó el sonido de un botón siendo oprimido, todo se volvió oscuro. Empezó a escucharse un tambor y unos sonidos parecidos a cantos. Sentí unas cosquillas en la nuca, dejé de sentir el peso de la piedra y el peso de mi cuerpo sobre la silla. Por unos segundos solo era un pensamiento flotando libremente, aquello era el ciclo habitual y muchos afirmaban que aquello recreaba a como se sentía morir. Todo paso, poco a poco los sentidos regresaron, pero ya no me encontraba sentado en la silla, todo se sentía totalmente diferente.

La máquina había funcionado.

2

Donde estaba ahora, era realmente extraño de comprender en un inicio. Al abrir los ojos, lo primero que pude ver fue un techo, estaba hecho de un material extraño que nunca había visto, pero la conciencia de quien era ahora, me dio la respuesta. Era un techo de madera Comencé a escuchar, advertí una fuerte tormenta estaba acechando aquel lugar. Todo mi cuerpo comenzó a sentir frio.
Estaba postrado sobre una cama hecha del mismo material que el objeto de Esturión, era Tela, y estaba en todas partes, en la cama, en rincones y sobre todo en mi cuerpo. Me recubrían totalmente de blanco. La conciencia del humano al que había encarnado comenzó a expandirse poco a poco. En los RV convencionales uno podía actuar por sí mismo, pero allí era diferente, la persona que era, se movía a su voluntad, como si yo solo era un espectador que ocupaba parte de su conciencia y podía sentir lo mismo que él.

Me pare, (o era decir mejor que nos paramos) y camine hasta que estuve frente a un espejo. Vi mi rostro infectado por la oscuridad de la habitación y por la poca iluminación que ofrecían unas barras blancas que poseían fuego en la cúspide. El hombre, ahora yo, tenía los ojos cansados, totalmente negros, se dibujaban por los parpados unas líneas negras que indicaba que no dormía en un ciclo adecuado. Mi cuerpo era el de un adulto, de almenas 38 años, de hecho, la conciencia me indico que era un dato correcto. Comenzaba a llegar la información como ondas. Sabía que afuera había más gente, sabía que era una persona importante, sim embargo cosas como el nombre o quien era precisamente aun no estaban esclarecidas en su totalidad. Aquello estaba tardando más de lo usual.
De pronto se escuchó un ruido proveniente de la puerta, la habían tocado desde el exterior. El cuerpo avanzo hacia ella, con un paso lento y meticuloso. La puerta no respondió a mi movimiento imaginario de cabeza, en la normalidad aquello hubiese bastado para abrirla, sim embargo no era así allí. En vez de eso el hombre tomo una especie de palanca que sobresalía en aquel rectángulo de madera y fugazmente la puerta se abrió.

  • Disculpe la hora Don José, pero le traigo un par más de velas para cambiar las que están puestas, seguro están por agotarse — Quien hablaba era una mujer de baja estatura, tenía una edad menor que yo y llevaba puesto una ropa extraña, pero que reconocía como normal. Hablaba con sumo respeto.
  • Gracias, yo mismo las voy a colocar, valla a descasar — Respondió él y yo.
  • Claro, gracias señor.
  • ¿Antes dígame en que año estamos? — Esta vez quien hablaba era solamente yo, fugazmente tuve el control total de aquella conciencia, aunque solo alcanzo para decir aquello.
  • En 1817 Don José. ¿Por qué lo pregunta?
  • Nada, no es nada, valla a descansar.
  • Enseguida.

Al cerrar la puerta, más información faltante llego a mí, quien era, como y donde había nacido, que había hecho antes de llegar hasta allí y cuáles eran las cosas que tenía pensado hacer en el futuro. Aquello me provoco cierto dolor de cabeza.

Truenos y relámpagos comenzaron a escucharse. Los estruendos me latían a la par del corazón, tenía un pulso acelerado, recordé que había despertado de una pesadilla. Pero la alteración en mi cuerpo no solo era por eso, algo de mayor magnitud me otorgaba aquella ansiedad. Con un paño que estaba en una mesa, limpie un poco del sudor que tenía en mi frente. Nuestras negras pupilas temerosas, se inquietaban al mirar una de las paredes del dormitorio. Colgado con clavos, se alzaba una pieza enorme de papel marrón, llena de signos e invocaciones. Reconocía todo, cada parte de aquel trazo. Era un mapa que había analizado muy profundamente. Parte de las signos y símbolos habían sido hechos por mi mano, cada revoloteo insignificante divagaba en posibles soluciones, pero todo llevaba a una sola.

  • Debo cruzarlo— Dijimos— no…Debemos Cruzarlo.

Nos llevamos las manos hacia la nariz, dejando solo a la vista nuestros ojos, unos ojos oscuros como las piedras de Urano.

José durmió y yo tuve tiempo de pensar. Si no quería dormir mi conciencia podía vagar tranquilamente, aquello era normal en los RV. De las cosas que pensé, una de ellas era que ahora estaba en una época ignorada por el mundo moderno. Entendía un poco más porque Afran consideraba que la Cámara de tiempo era el mayor avance en el área de la historia y la investigación. Sin embargo, lo que ms me preocupaba era Afran precisamente, no sabía dónde podía estar ni quién podía ser. La preocupación de hermano mayor volvió a invadirme, pero no podía hacer nada, no podía moverme. Aquello me frustraba enormemente.

Al dormir pude ver los mismos sueños de aquel José. La sensación de estar en los sueños de alguien más podía describirse como estar en un lugar donde todos respiran menos uno mismo. Había miles de flores amarillas que se expandían por un longevo terreno. Era la primera vez que veía tanta tierra y vegetación acoplada, sim embargo, aunque era un sueño ya sabía que afuera en la realidad había extensiones de igual o mayor tamaño. José estaba en el medio de aquellas flores, no parecíamos tener alguna prisa en particular, su tranquilad infecto mi conciencia dejándome llevar por el sueño. En aquella paz, José miraba una de las flores, la inspeccionaba atentamente. El tallo, las hojas, los pétalos, todo le parecía tan hermoso. De pronto su contemplación se vio interrumpida, se escuchó un temblor en la tierra y del suelo emergió un monstruo, que, apenas si provoco terror en José. Parecía conocerlo desde hace mucho.
Comprendí entonces lo que aquel monstruo representaba y por qué José antes era parte de él. El monstruo no parecía tener un nombre, y su forma era igual de abstracta. Si se reconocía una enorme boca sin dientes, con la cual arrancaba flores del terreno y las devoraba. No parecía tener hambre, lo hacía por diversión. José y yo sentimos una enorme ira compartida ¿Por qué era tan cruel aquel monstruo?

Al nacer el deseo de acabar con él, despertamos.

Estaba ahora sentado sobre la cama, con el cuerpo sudado. La luz de la mañana comenzaba a filtrarse por los huecos de la habitación y las ventanas.

En las gotas de roció se podía ver nuestro andar apresurado. Íbamos sobre un animal veloz, un caballo. Si bien los José los conocía mucho, yo también sabía de antemano su existencia. Afran había hecho una investigación total sobre ellos, aunque como siempre la información era muy poca.

El caballo veloz no tenía un nombre. Respondía a los caprichos de José, como si supiera la importancia de nosotros y lo que estábamos por mostrar. Aquellas imponencias se veían desde nuestra apariencia, pues llevaba un traje imponente (Que me recordaba un poco a los trajes de Extracción solar) estaba compuesto de varias texturas, entre ellas partes metálicas y de tela. Los colores dorados y plateados nos convertían en una estrella, cuando el cielo nos disparaba. Nuestras apariencias estaban ligados a un grupo militar, y yo curiosamente estaba en una altura importante.
La bestia veloz paro, y José bajo de el con elegancia. Los sonidos metálicos de nuestros pasos musicalizaban un pequeño barranco, hacia donde nos dirigíamos. Esperaba por un momento ver las flores amarillas del otro lado de la cumbre, pero sabía que no habría nada de eso. Del otro lado comenzaron a aparecer a la par de que extendía mi vista, cientos de pirámides blancas. El fuerte viento, las hacia danzar de un lado al otro. Además de las pirámides, lo que abundaba eran hombres. Cientos también, con trajes similares a los nuestros, aunque no tan ostentosos. Cuando nos vieron llegar, uno de ellos se acercó a hablarnos.

  • Mi general Buen día, — Exclamo
  • Buen día— Respondimos
  • Estamos en la carpa mi general, están esperando lo que usted quería decir…
  • No eh de hacerlos esperar.

Dentro de una de las pirámides, otros humanos nos saludaron. En sus rostros se veía un nerviosismo, una tragedia, un vacío. Pero en el fondo de su desolación se aferraban a algo con uñas ensangrentadas. Comprendí, que nosotros éramos parte de aquello.
Nuestra voz carraspeo antes de hablar, la garganta nos ardía y latía, como si varios clavos estuviesen allí dentro. Pero ni el metal, parecía ser tan duro como nuestra convicción.

  • Los Andes…hay que cruzarlos. No…Vamos a cruzarlos.

La esperanza en nuestros soldados se agrandaba, pero un terror también comenzaba a latir. No hubo gritos de alegría, no hubo palabras de molestia, solo un silencio de entendimiento hacia tal misión.

Los días siguientes días fueron lo más alterados que podía imaginar. El sol entraba, salía y nosotros nunca parábamos de pensar, de movernos, sobre todo cuando estábamos solos en la habitación, lo cual era muy seguido, o cuando el caballo nos llevaba por campos, donde la tarea de pensar se optimizaba. En aquellas cruzadas solitarias era cuando aparecía

Strategma.

Strategma vestía un traje aún más excéntrico que el nuestro, si bien era parecido en gran parte, las diferencias estaban en el sombrero, el cual era cilíndrico como el de los soldados. La otra gran diferencia estaba en su rostro, tenía la particularidad de tener un tercio del rostro cubierto de una lámina de seda, en el cual el símbolo de un sol aparecía finamente bordado. Aquello, solo dejaba que se viera su ojo derecho, el cual era color ámbar. Su actitud era totalmente opuesta a la de nosotros, nuestras miradas serias al igual que nuestros gestos, desaparecían en el tono burlón y bromista que desprendía el. Pero, aunque tenía aquella actitud sabíamos que él era pura inteligencia. Tenía tallado en su ser todo el conocimiento de José, por ello solo existía en su mente. Era la única entidad con la que podíamos hablar y debatir constantemente las ideas que se nos cruzaban.
En los recuerdos de José, Strategma siempre había existido, desde niño, aunque en esos días no era un soldado, si no su simple y leal amigo imaginario.
Cierta noche luego de debatir por varios minutos las ideas de José, Strategma señalo el mapa muy fuertemente:

  • Son muchas las marcas que has hecho— Comento.
  • Las que creo necesarias, pero no sirven de nada si no encuentro un camino seguro— Contestamos.

Strategma se aproximó hasta el mapa y acerco su índice hasta tocar un punto.

  • Quizás deberías prestar atención a este lugar.

Luego de pronunciar aquellas palabras Strategma desapareció. Una ráfaga de viento se filtró por las escamas de la madera, el mapa danzo en la nocturnidad, pero nuestros iris no se movieron del punto que él había señalado.

Pasaron meses y Strategma siempre estuvo con nosotros, durante reuniones, entrenamientos. Incluso se ponía a correr con los demás soldados, claro que el no podía cansarse nunca, pero lo hacía igualmente a modo de burla. Su expresión seria regreso el día en que José se elevaba frente a miles de soldados. Nuestra mirada se perdía entre los cientos de cabezas de sombrero extraño, que esperaban nuestra orden para moverse. Sabía de antemano que era un momento para hablar. Strategma también lo sabía, por eso estaba en primero fila muy atento y expectante, a lo que íbamos a decir. José carraspeo la voz, ya no había clavos en su interior, solo una voz potente y estruendosa, que hacía creer que estábamos pronta al llanto. El caballo donde residíamos ahora era más pequeño y tenía otro nombre, se llamaba burro y era nuestro escenario.

  • Una voz soldados…una voz que grita sus nombres, está cruzando aquellas montañas, aquellos parajes desolados, donde la vida aún no ha llegado, aquellos gritos, son silenciosos, son voces y murmullos de gente honesta, gente de bien que espera que alguien se diga a haber algo. Las voces que arañan el corazón, que erizan la piel, que transforman el dolor en lágrimas, esperan del otro lado, detrás de ellas están las del enemigo, pero sus voces no nos deben interesar, no nos deben confundir. ¡Porque la voz del débil es más fuerte que las de los monstruos, más sincera que la de los rudos, las de los opresores, AQUELLAS VOCES QUE SUEÑAN! ¡ESAS VOCES SON LAS QUE DEBEMOS ESCUCHAR!

Los gritos de los soldados retumbaron la tierra. Strategma aplaudía.

  • VIVA EL GENERSAL JOSE DE SAN MARTIN — Fue el grito unísono que se escuchó en los valles y praderas.

Un recio caminar y pasos firmes vibraron sobre la tierra en dirección hacia aquellas montañas imposibles. La caravana iba conmigo a la cabeza, el andar era lento pero constante. Tardamos algunos días en divisar las cumbres. No había patrañas en mis ojos, aquellos picos helados tapaban las nuevas con formas indescriptibles, como si fueran las típicas naves de Saturno o de la Luna. Pero era cierto que no importara de que nave se tratara, nada era tan imponente como el brusco aspecto de esos troncos rocosos. Aunque un nudo de garganta se escuchó en Strategma, quien montaba a nuestro lado, José no discrepo de sus decisiones. El burro entendió su mensaje y avanzo cruelmente.

El día antes de partir, José estaba solo en la habitación.

Normalmente Strategma hubiese aparecido, pero no lo hizo, solo estábamos nosotros, mirando fijamente el suelo, las paredes y el techo. Por primera vez, desde que había estado con él, entendí como se sentía. Debajo de su piel, atravesando su sangre hirviente, y a un lado de su uniforme militar, se encontraba un hombre solitario. Su personalidad fuerte y decidida no desaparecía, pero si dejaba pasar un resoplido de angustia. La mesura de su mente se fracturaba por segundos, pero era reordenada por un deseo. No importaba cuan solo estuviera, no importaba que tanto podría sufrir, si podía sentir aquel sentimiento una vez más, y que lo demás sintieras lo mismo…

el camino hasta allí habría valido la pena.

Con aquel ultimátum se dejó desmoronar por piezas

en una caja de modorra.

3

Las deformaciones glaciares cambiaban a menudo que había pequeños temblores. Los trozos se esparcían por los laterales montañosos hasta llegar a nuestro paso. Algunos eran pequeños y otros mucho más grandes, cuando los últimos caían, las montañas rugían en aviso y todos se alejaban para no morir aplastados. Aquellos ápices eran uno de los pequeños problemas que presentaba transitar esos lares. El frio indescifrable se movía junto a ráfagas de viento, azotando el rostro de soldados y animales. Nunca había sentido tanto entumecimiento, las piernas me pesaban mil kilos y los brazos apenas regían sus articulaciones correctamente.
Sin embargo, aunque el sufrimiento y el dolor estaban esculpidos en cada semblante humano, la marcha no paro.

Durante la noche, contemplamos el cielo de una manera inimaginable, a diferencia del presente, aquel manto oscuro estaba repleto de misterios e insólitos. Decorado con un crochet de puntos blancos. Envuelto en aquel enigma, el avance era más lento, la vida se reducía a respirar y escuchar.
En esa reducción José escucho el latir del animal que lo cargaba. Hasta aquel día, no había prestado atención a ello, el pobre animal había caminado desde hace dos días sin parar, sin comer ni tomar agua. Era verdad lo que decían sobre ellos, que eran unos animales formidables. José concentro sus oídos a la respiración del animal, los resoplidos eran lentos y constantes.

  • Paremos — Ordeno.

En aquel recreo, José se detuvo a inspeccionar al animal, además de alimentarlo y darle de beber.

  • ¿Es increíble no? — Exclamo Strategma cerca de un barranco.
  • Lo es— Respondimos
  • Estos animales son igual que tú.
  • ¿Porque?
  • No me preguntes eso a mí.

José no respondió, le paso una mano a la trompa del animal y este la acepto acercándose más hasta cubrir toda su palma con ella.

  • ¿Por qué no le das un nombre?
  • No lo necesita, es solo un burro.
  • ¿Acaso es tan solo eso para ti? Vamos merece un nombre.

El animal tenia reflejado el crochet blanco en sus ojos, le daba una apariencia cósmica, como si fuera una constelación en su totalidad.

  • Shunko, ese será su nombre.
  • ¿Shunko eh? Shunko el burro, Shunko el animal, Shunko el dios.

Strategma desapareció y yo comprendí que José amaba a los animales.

Los días siguientes José aprendió las particularidades de Shunko. Tenía en la oreja una mancha marrón y en la pata derecha tenía otra, además de que era el más pequeño de los burros. La perseverancia en el animal, era la misma que residía en José, eso era lo que su conciencia transmitía, creía encontrase a el mismo allí. El animal era obediente, le tomo cariño y por consecuencia, yo también. Shunko era un animal formidable.

Fue una semana después cuando presentaron las primeras bajas. El hambre comenzaba a atacar sigilosamente, al igual que la sed. Pero la causa más grande atacaba públicamente como si mostrarse aumentara su dosis letal. Aquel virus, era el frio, el cual aumentaba cada vez que la caravana avanzaba. José y Strategma se pasaban la noche dialogando sobre cómo solucionarlo. Faltaban semanas para llegar al destino.
Una de las ideas de Strategma, parecía ser la más acertada, sin embargo, no había una pizca de conformidad en su rostro y menos en la de José.

  • Es mi culpa, que tengas que tomar una decisión así.

José se quedó callado, prefería mil veces no hacer aquello, pero no podía solamente pensar en él. A lo largo del camino, sus soldados se amontaban unos a los otros para resistir el frio. Sus pieles ennegrecidas por la ausencia de higiene, comenzaban a ponerse moradas.

  • Es mi deber, es lo que tengo que hacer.

José se bajó de Shunko, para mirarle más de cerca el rostro, el animal era sumamente manso. Sus enormes ojos aun albergaban el cosmos. José tomo su cabeza con ambas manos. Y lo acaricio una vez más.

  • Tu eres como yo Shunko.

El animal volvió a pechear su trompa buscando más caricias.

La orden se dio, el frio fue combatido, pero la movilidad se redujo. Hasta que aquel día de arribo llego.

Los últimos en abandonar el sendero de las montañas no miraron atrás, solo dejaron salir un grito de alivio mientas veían como las enormes sombras que proyectaban las cumbres iban desvaneciéndose en el pasto mojado. Los soldados recibieron con satisfacción el frio tolerable de la noche fuera de allí, prendiendo una fogata donde entre risas charlaban sobre las personas que lo esperaban en casa. A diferencia de ellos nosotros estábamos alejados, solo con Strategma como compañía.

  • Se ha logrado, deberías estar más contento.
  • Ahora viene lo realmente difícil.
  • Es verdad, esta ha sido nuestra primera prueba.

Strategma observo el campo vacío que se extendía infinitamente, aspiro un poco el aire frio.

  • ¿Puedes sentirlo?, aquella sensación está cerca.
  • Si…lo está.

Strategma nos miró con extrañeza. Para luego desvanecerse con la última brisa.

En la Cosmotiecies las múltiples alteraciones atmosféricas habían dañado permanentemente el ambiente del lugar. Por ello los días habían estado compuestos de días grises, con un sol que apenas luchaba por dejarse ver. Después de varios reclamos el Gobierno Mundial dio un Ultimátum para aprobar el uso de enormes pantallas Holográficas como en Atrenus y Plomonis ya se habían implementado. Las mismas podían simular un clima a la perfección, otorgando todos los beneficios que uno real. Desde aquel día la Cosmotiecies obtuvo un clima tropical, con un tono sepia bastante característico.

Aquel tono hirviente era el mismo que se veía el campo de batalla.

Antes de que la batalla empezara, Strategma recorría las filas dando indicaciones que por obvias razones nadie escuchaba. Sin embargo, sobre un caballo de semblante blanco nosotros hacíamos lo mismo, nuestras palabras se sincronizaban con las de él, siendo prácticamente las mismas. Cuando todos estuvieron enterados el mundo se quedó quieto, esperando el cambio que iba suceder en aquellas tierras ajenas a la guerra. Uno de los soldados se acercó a nosotros con un trozo de tela que pude reconocer al instante, era mismo elemento que el edificio Esturión presumía, con la diferencia que los colores ahora estaban más vigentes, resaltando un reflejo del techo espacial.

Los ruidos de saliva siendo tragada y las respiraciones agitadas explotaron en vítores en el momento en que José y yo elevamos la bandera por los surcos del cielo.

Al divisar a los enemigos se hizo más notorio la diferencia de cantidad. Vestidos con uniformes rojos los humanos no esperaban un ataque. Era difícil esconderse, era sabido que pronto todo explotaría. El momento para que ello ocurriera dependía de un ademan con nuestra mano, el cual no tardamos a realizar.
Al notar la carga de soldados que se aproximaba, los soldados rojos comenzaron a correr como locos armando una posición improvisada para combatir

A tantas espadas elevadas se igualaba la misma cantidad de sangre derramada. Los fusiles, eran armas muy básicas, pero efectivas. Los cuerpos enemigos de rojo caían al suelo como esporas, dejándose desplomar, ahogando las flores y plantas. José cruzaba el campo dando indicaciones y luchando hábilmente. Estuvimos cerca varias veces, pero la muerte no nos llegó, en gran parte por su destreza y por otra gracias a los avisos que Strategma le gritaba desde un caballo imaginario. No estaba claro quien llevaba la delantera a primera vista, pero, Strategma estaba aseguraba que la balanza se inclinaba hacia nuestro lado. El relinchar de varios caballos llamo la atención de José. Una nueva fila de soldados rojos se abalanzaba sobre los nuestros, que apenas comenzaban a recargas los fusiles. Aunque impulso el blanco caballo hasta ahí, no llego a tiempo. Aquellos soldados quedaron inexpresivos, sin alma que pudiera levantarlos nuevamente. José advirtió que uno de ellos aun apretaba fuertemente una pequeña extremidad celeste.

Un trozo de bandera que comenzaba a llenarse de sangre.

En aquel momento los oídos nos dejaron de funcionar correctamente, todo a nuestro alrededor empezó a hundirse en un vacío sin fin, alejándose cada vez más.

Otra vez los sentimientos, las emociones que aún me eran incomprendidas, me llegaban como fuertes enlaces hacia mi conciencia. Su visión del mundo, el modo en que veía las cosas, todo ello comenzaba a verlo en su totalidad. Mis pupilas que hasta aquel momento se salían del foco se alinearon con los de él, formando una sola visión del páramo.

Montado en el caballo, mirando fijamente como la sangre avanzaba en el paño, José se recordaba a el mismo de niño:

Estaba con el cabello revuelto.

Parado sobre un campo de flores.

Las mismas que se dibujaban en sus sueños.

El sol alumbraba su escenario lentamente.

Mientras veía como en el pasto, una pequeña paloma daba sus últimos respiros.

El ave lo miraba fijamente.

No comprendía quien era.

No quería su ayuda ni la necesitaba.

Solo quería morir de una vez.

Desvanecerse de aquel sitio cruel.

Cuando lo hizo, José dejo caer varias lagrimas sobre el cadáver.

En ese momento la figura de otro niño apareció.

El aparecido estaba vestido igual que él.

Al principio no era fácil reconocerlo, pero cuando se alcanzar a ver sus ojos su identidad se revelo de inmediato.

  • ¿Por qué lloras? — Pregunto el niño.
  • No lo sé — Respondió José.

El cielo comenzó a generar enormes nubes, hermosas en realidad, los relieves blancos los convertían en gigantes gaseosos.

  • ¿No te gustaría ser libre?

José no respondió al instante, miro una vez más al ave muerta, luego a las enormes nubes del páramo.

  • Si…me gustaría.

Aquellos recuerdos fueron interrumpidos por la realidad de la batalla. En aquella realidad José y yo estábamos rodeados, nuestro caballo se veía envuelto en varios soldados que apuntaban hacia nosotros. Normalmente José hubiese reaccionado rápidamente para escapar de la emboscada, pero su cuerpo no hizo el menor movimiento. La fuerza con la que tomaba el sable comenzó a reducirse poco. Cerro los ojos, y aun en la oscuridad nuestros oídos no escuchaban nada. Hasta que unos gritos desesperados comenzaron a latir en la lejanía.

  • ¡General¡¡Cubran al general ¡

Los soldados que nos habían rodeado prontamente sucumbieron ante los nuestros. Como si todo estuviera grabado en una cámara lenta, José vio como sus soldados seguían avanzando contra un enemigo que empezaba a retroceder. A perder.

Uno de los soldados que arremetió en su ayuda tomo el trozo de bandera que la sangre había consumido, guardándosela en el pecho, justo al lado del corazón.

  • Estamos por ganar.

La voz era de Strategma.

  • Yo…
  • Ya habrá tiempo para hablar.

José lo comprendió, se avergonzó, recordando la situación en la que estaban.

Pronto los indicios de la victoria se hicieron más visibles. Las tropas rojas retrocedían en una retirada que indicaba ser su firma de derrota. Entre aquellos soldados que se marchaban estaba el General de su tropa. José lo dedujo por su traje diferente a los demás. Vio como sus soldados lo rodeaban apuntándolo para que se bajase del caballo. Este subía las manos en forma de rendición. Entonces nos hecho una rápida mirada.

¡Mi conciencia lo reconoció de inmediato!, quien estaba detrás de aquel hombre era Afran.

Solté una sonrisa imaginaria que por obvias razones sabía que no se reflejaría en el rostro de José, pero, un leve movimiento en sus mandíbulas me indico que si hizo efecto. Ningún de los soldados noto aquel extravagante gesto. Nadie vio como Afran me devolvía el gesto, con una sonrisa ajenas a estos mundos. Nuestros rostros volvieron a la seriedad y José se alejó del general.

Me tranquilice de saber que Afran estaba bien.

Hormigas comenzaban a salir de sus escondites a la mañana siguiente, esquivando sangre cogujada y escalando cuerpos abatidos. Los soldados victoriosos aun dormían cuando el sol comenzaba a divisarse. Sus cuerpos luego de la batalla se dejaban descansar lo más que podían. Nadie en aquella mañana vio como José se alejaba a caballo.

Salpicando a las hormigas con gotas de roció a su paso.

4

El caballo blanco atravesó rápidamente los senderos por los cuales días antes habíamos cruzado a paso infernales. Aun con las vestimentas cubiertas de sangre José no detuvo ni bajo la velocidad del caballo hasta llegar a una parte del camino donde una pequeña junta de rocas, daba paso a unas pocas plantas en una especie de cueva. Allí, amarrado a un poste improvisado estaba Shunko. Lucia más delgado por el tiempo sin comer ni beber, pero estaba vivo. José se apresuró a bajar del caballo para socorrerlo.

Con la compañía de Shunko, nos dirigimos a una parte alejada del campamento, el instinto de José le decía que allí el pasto era abundante. Podía escuchar también el sonido del agua turbulenta, pruebas de que había un rio cerca. Cuando llegamos José se bajó del caballo y condujo a Shunko cerca de la vegetación.

  • Como lo que quieras, a partir de ahora este será tu hogar.

Shunko no espero a nuestras indicaciones, lanzándose trompa al piso para masticar la superficie verde. José dejo salir una tímida sonrisa al verlo, pero duro poco, de pronto sentimos un fuerte dolor en el estómago. El dolor era punzante, pero comenzaba a disiparse de a momentos. Para apresurar el alivio José cayo sentado al suelo. La humedad del suelo era fría y agradable. El dolor parcialmente desapareció.

En ese momento Strategma se materializo.

Su rostro cubierto, miraba el horizonte. La enorme estrella empezaba a elevarse por las montañas, llenando de luz las sombras. Lo que no iluminaba eran los ojos cósmicos de Shunko, quien se esmeraba en su labor de comer.

  • Qué lugar hermoso.

José no respondió, seguía algo avergonzado.

  • Yo…— Comenzó a decir.
  • Todo salió como planeamos, todo, incluso las que no teníamos contempladas — Se apresuró a decir Strategma, también sentado en el suelo junto a nosotros — No hay porque preocuparse.
  • Realmente estaba dispuesto a dejarlo todo — Aquellas palabras parecían ser las que Strategma no quería escuchar — No se cómo llegué a esa conclusión realmente, solo empecé a recordar el comienzo de todo esto…realmente me puse a pensar si todo esto valía la pena, tantos sacrificios, tantas vidas….

Algunos patos graznaban cerca de las nubes.

  • En el futuro…en aquel tiempo donde no existiremos la gente nos lo agradecerá, verán que su presente no es tan cruel…que no tienen que sacrificar tanto, quizás ahora no tenga tanto sentido, pero las vidas que se perdieran, las que se perderán, trascenderán, a un lugar donde la cuestión de que si valieron la pena o no…no tendrá sentido.

Los patos comenzaban a descender en picada.

  • Lo sé, es idiota pensar que esto no es necesario. Solo que…quizás nunca fui el más apto para llevar esto a cabo y aun así soy preso de mis propias decisiones.
  • Realmente tú eras la persona menos indicada para hacerlo— Concreto Strategma— Pero mírate ¡Ya no somos niños! Estamos aquí respirando aire luego de una batalla, te has hecho más fuerte que nunca, a pesar de que odias la guerra, las muertes. Pero por ello te esforzaste más que nunca y estoy orgulloso de ti, al igual que todo el mundo lo está y lo estará. Por eso una vez más haz ganado este sentimiento.

El cuerpo de José comenzó a hervir, la sangre le latía fuertemente, todos sus sentidos estallaban, podía sentir la vida diminuta que se posaba sobre sus manos, podía oír el movimiento de los peces en el rio y eventualmente no pudo evitar reírse a la par de Strategma.

  • ¡SIENTE LA LIBERTAD ¡

Pasado un rato las risas cesaron, nos quedamos en silencio, hasta que Strategma se levantó.

  • Ya es tiempo.

José comprendió, habían estado mucho tiempo fuera.

  • Volvamos— Exclamo.
  • Espera — Exclamo Strategma acercándose a Shunko que ya había dejado de comer — Yo me quedare con él.

José no parecía comprender.

  • ¿A qué te refieres?
  • Ya no me necesitas, sea cuales sean los problemas que tengas, sé que podrás resolverlos sin mi ayuda.

A José comenzaron a brillarse los ojos y por un momento su compostura se vio rota.

  • Gracias — Atino a exclamar con una voz temblorosa.
  • Aun faltas miles de cosas por hacer. Pero sé que resultaran bien, porque Shunko y yo sabemos ¡LO INCREIBLE QUE ERES!

Strategma levanto las manos, recibiendo todo el viento en su rostro, el pañuelo que cubría su cara impulsado por el viento dejo ver una sonrisa de orgullo y felicidad.

Aquella vez Strategma no desapareció, solo se fue alejando cada vez más, a cada paso del caballo blanco.

Nuestra distancia ya era poca respecta al campamento, hasta podía divisarlo, sin embargo, mi conciencia comenzó a agitarse. Todo empezó a dar vueltas y en un momento estuve nuevamente flotando en la nada. Luego como si cayera en una enorme fosa todo se fue acelerando, varias imágenes se podían ver en aquel túnel.

Familias

Gobiernos

Felicidades

Alegrías

Hambre

Guerras.

Cuando mi cuerpo volvió a sentir peso, note que estaba en la silla de transmisión. El Dr. Fabella apareció para quitarme el casco de simulación manualmente. Sentí como mi rostro estaba cubierto de sudor frio, el Dr. Fabella al notarlo me alcanzo una toalla para limpiarme. Tarde un poco en poder producir palabras.

  • ¿Dónde está Afran?
  • Ha despertado antes que tú. Esta afuera esperándote.

Salí de la torre dejando la piedra de Urano junto con las otras.

Afran estaba sentado un poco más adelante. Lo llame de un grito. Corrió hacia mí para abrazarme, sentía alivio en él y también que estaba algo asustado. Pero todo parecía estar bien ahora.

No dijimos nada de lo que habíamos visto. Nos limitamos a volver a donde estaba el Dr. Fabella. Quien para nuestra sorpresa ya no estaba allí. La sala estaba complemente vacía. Afran encontró una nota cerca de las sillas.

“Puede parecer estúpido, peo este lugar les pertenece ahora. No me queda mucho que hacer en este mundo, siento que esto estará mejor en sus manos que en los del gobierno. Los recuerdos de las vidas que han visto desaparecen poco a poco. Cuídense mucho”

Doctor Fabella Costrones

Mire a Afran un momento, ninguno compendia del todo la situación. Pero de igual forma tomamos las llaves del lugar y cerramos todo. Le dije a Afran que las guardara.
Cuando emprendíamos el camino de nuevo a casa, exclame que había algo que necesitaba ver otra vez.

Ahora el Edificio Esturión parecía menos inmenso, y la mujer del holograma ya no estaba. Caminamos por los pasillos hasta llegar frente al trozo de tela. Nos quedamos mirando. Los colores apenas eran distinguibles, pero estaba claro, en los bordados aun podían oírse murmullos y voces, en los bordados aun podía distinguirse el óleo de un cielo hermoso.

Durante el viaje en aeronave ninguno hablo, nos limitamos a esperar que nuestras paradas si hicieran presentes para despedirnos. Cuando la nave se alejó llevándose a Afran, me detuve un segundo a mirar, antes de dirigirme a casa.

No respondí a las preguntas de mama y papa esa noche, me dispuse a comer rápido para poder dormir. La sensación de mi cuarto era solitaria, no había madera en ningún lado, todo era metal y gris. Cuando comenzaba a recordar, mi corazón se aceleraba, no se detuvo hasta que finalmente caí en el sueño.

Cuando las imágenes de mis sueños comenzaron a materializarse tenía miedo de no despertar, o de despertar en lugares inciertos. Pero cuando tuve conciencia de donde estaba comprendí que aquello realmente era un sueño. El sitio era familiar, un enorme campo lleno de relieves y flores amarillas, cuando lo recordé sentí un punzón en el pecho. De pronto escuche unas voces detrás de una colina, me apresure a cruzarla. Distinguí a tres figuras. Strategma, José y Shunko caminaban por las flores. Corrí hacia ellos cayéndome en el proceso. Caí frente a las patas de Shunko, quien me propino un lengüetazo en la cara. Cuando me levante José y Strategma me miraban sonriendo. No sabía muy bien porque, pero comencé a llorar desconsoladamente, recordé cada sensación cada emoción una más increíble que la otra.

Entendí que tenía muchas cosas que contarle a Afran y seguro que él pensaba lo mismo.

FIN

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