Un cocinero en Lemuria

Un cocinero en Lemuria

Andrés Pérez

17/12/2022

El descanso solo era la calma antes de la tormenta la cual azoto rabiosamente el avión y rompió con el sueño de Mateo, las continuas turbulencias expandían el pánico y angustia en los pasajeros como un virus contagioso lo cual estaba acompañado por una creciente desesperación que se expresaba a través de gimoteos y quejas, sin embargo, fue el anuncio que se emitió por el altavoz lo que hizo estallar la histeria como si fuera el detonante de un cartucho de dinamita:

“Estimados pasajeros, el avión iniciara maniobras de emergencia, por favor sigan las instrucciones de seguridad…”

Mateo podía sentir como se le ponía la piel de gallina, vio como las personas rompían en llanto, gritaban o desquitaban su frustración con las azafatas, que a pesar de estar entrenadas para mantener el control bastaba con observarlas con atención para ver como el pánico lentamente creaba grietas de inseguridad en sus rostros, se encorvo en su asiento y se tapaba los oídos, podía sentir como el avión descendía en picada hacia el océano indico a una velocidad de vértigo, hubo un último estruendo generado por el agua inundando el aeroplano hasta el último rincón, eso fue lo último que Mateo recuerda de aquel día.

Un destello intenso hizo que Mateo abriera los ojos, el cual desorientado observaba su alrededor, aquel mar furioso había sido reemplazado por una cabaña de rustico aspecto y cimientos de piedra, el sonido de las olas que entraba por la ventana junto a resaltaba el aroma natural de la madera le hizo recordar el accidente, sentía como su cabeza daba vueltas mientras se esforzaba por ponerse de pie. deambulaba lentamente buscando respuestas, la repentina sorpresa de pisar repentinamente una cesta de mimbre le hizo tropezar, pero un par de pequeñas manos se interpuso entre él y el suelo.

  • ¡Mama! ¡Despertó!
  • ¿Qué?… ¿Cómo? – murmuro el hombre con la mirada perdida
  • ¡Cálmate y vuelve a la cama!

Mateo presencio como una mujer de tez bronceada, cabello suelto y silueta tonificada le cargo de vuelta a la habitación en hombros y lo dejo caer en la cama como si dejara caer un saco de papas, Mateo soltó un alarido y se sobaba la cabeza mientas observaba a la mujer con una mirada recriminarte

  • No te pongas así, ya pasaste la peor parte. – Indico la mujer con una sonrisa conciliadora mientras le daba unas palmaditas en el hombro.
  • Q..¿Quiénes…. son? – pregunto Mateo mientras luchaba con el mareo
  • Me llamo Tairi, él es mi hijo, Koré, estas en nuestra cabaña, té encontré aferrado a un trozo de metal mientras pescaba en el mar, por un momento creí que habías estirado la pata, ¿Qué te dejo así?

El solo recordar ese momento hacía que a Mateo se le pusiera la piel de gallina y el sudor frio recorrió su espalda, como si se le escapara la vida por un segundo, respiro hondo y suspiro, compartió con Taira aquella traumática experiencia, por un brevísimo instante Tairi puso una mueca amarga que disfrazo soltando un estornudo.

  • Soy… Mateo… gracias.
  • Duerme un poco más, te vendrá bien, vamos Koré, ayúdame a preparar el pescado.

El niño asintió y procedió a retirarse con su madre sin dejar de observar ni por un instante a Mateo, el cual no sabía cómo responder a aquellos ojos penetrantes, intento verse amistoso con una sonrisa forzada y saludándolo gentilmente con la mano, sintió como la cabeza le palpitaba, recostó su cabeza suavemente en la almohada de paja y cerró los ojos, buscando escapar del dolor.

El retumbar de su estómago despertó a Mateo en medio de la noche, el dolor intenso en su cabeza había sido reemplazado por un mareo que le obligo a deambular a oscuras por la cabaña en búsqueda de comida, caminaba lentamente con la mano pegada a la pared e intentando guiarse por el olfato, pero rápidamente cambio su plan, al ver como una luz pequeña pero intensa se filtraba de una de las habitaciones al fondo del pasillo, Mateo busco asomarse discretamente pero la madera crujió revelando su presencia, lo cual importo poco cuando escucho el sonido de un vidrio quebrándose, cuando entro al cuarto vio a cientos de luciérnagas revoloteando alborotadamente dentro de cuarto alrededor de Koré, quien lucía angustiado por la situación pero aún más desesperado en ocultar cualquier cosa que Mateo pudiera ver en el suelo, el hombre estaba desesperado y actuó rápidamente.

  • ¡Abre la ventana!
  • ¿Qué harás?
  • ¡Hazlo! Ordeno Mateo en un tono firme y severo.

Koré obedeció, el helado aire nocturno invadió la habitación, rápidamente Mateo tomo una lata del piso y empezó a rociar su contenido, los insectos se alejaban instintivamente del spray, eso le permitió guiarlos hacia la ventana donde salieron todos en enjambre hacia el cielo, por un segundo la mirada de ambos quedo fija en aquella escena, en la cual parecía que el firmamento nocturno presentaba un sendero de luz para saludar cara a cara a las estrellas.

  • Para eso servía esa cosa plateada, nunca se me ocurrió usarlo así
  • Eso no es importante, ¿te picaron? Voy a llamar a tu mam… – En ese momento el niño se aferró fuertemente a su pantalón
  • ¡No Por favor! ¡Sino me obligara a tirarlas!
  • ¿Esos bichos? Un poco tarde para eso.
  • Eso no, esto.

El niño se esforzó para traer una gran hielera ante Mateo, ahí revelo su contenido, una curiosa colección de misceláneos, entre ellos cosas como revistas, celulares echados a perder, una pistola de agua, lentes, botellas de agua o shampoo, entre otros, nada que Mateo considerara peligroso, suspiro y puso una mano en el hombro de Koré

  • No creo que te obligue a tirarlos, ¿o acaso los robaste?
  • ¡No! estaban tirados en la playa, es que aquí no tenemos estas cosas.

Mateo no sabía que pensar, le parecía extraño que un niño tuviera esas cosas, pero a la vez no sentía ni una pisca de indecencia o malicia en sus palabras, mientras revisaba su colección, vio algo que puso una sonrisa en su rostro

  • No puedo creerlo, ¡está intacto! – dijo Mateo con ojos llenos de vida mientras abrasaba emocionado un gran maletín plateado.
  • ¿Qué es eso?
  • Mis utensilios de cocina, ¡todo esta acá, aparatos, materiales, hasta los condimentos!
  • ¡Guau!… ¿se puede hacer algo rico con eso?
  • Así es, se me ocurre algo que podríamos h si me traes frutas- señalo Mateo lleno de emoción

No sabía mucho de Koré ni donde había ido a parar, pero todo niño se agita de emoción por una comida deliciosa, un sentimiento universal que le daba cierta familiaridad aliviadora, Koré llego unos pocos minutos después, con una canasta con una amplia variedad de frutas, la emoción recorrió todo su cuerpo al saber la receta perfecta para aprovechar los ingredientes, aprovecho de cortar plátanos en pequeños trozos, exprimir jugo del limón para mezclarlos con maracuyá, le añadió una pisca de azúcar y termino de adornar el tazón con frutos rojos y una rodaja de piña, Koré estaba fascinado al ver aquella mescla elegantemente adornada y cuyo valor era mucho mayor a la suma de sus partes.

  • A esto se le conoce como una copa de frutas, provecho. – explico Mateo con fascinación mientras se lo entregaba a Koré, su primer bocado fue lento y lleno de dudas, nada que ver con los demás, los cuales fueron tan grandes y voraces que dejo vacío el plato en tiempo récord.

¡Mas! ¡más! ¡más! exclamo Koré, Mateo se sobresaltó por un segundo, quizás era porque es la primera vez que probaba uno, pero su reacción le generaba un poco de sonrojo y inundaba su pecho con una sensación cálida, sus fuertes exigencias llegaron a los oídos de su madre, quien aún somnolienta buscaba saber que pasaba, el niño rápidamente empujo el maletín y otros objetos a un rincón oscuro del cuarto.

  • A ver, ¿Qué pasa acá? – pregunto Tairi irritada y somnolienta
  • Eh… perdón, me desperté muy hambriento, me perdí y Koré… eh…
  • ¡Le andaba guiando a oscuras!

Tairi le observo por un momento y bostezo, accediendo a dejar el asunto hasta ahí, le ordeno a Koré irse a dormir, el niño obedeció rápido y sin rechistar, ocultando el tazón de fruta, Mateo se lamentó no alcanzar a preparar algo para el, pero el simple hecho de haberle dado tanta alegría a un niño, le inflaba el pecho con una sensación de paz que le acompaño el resto de la noche.

El sol se alzaba a través del bosque purgando aquel manto oscuro en que se refugiaban las bestias nocturnas, calentando aquel gélido aire costero y junto con el alba, el inicio de las tareas diarias, después de desayunar Tairi salió a pescar, dejando a Koré encargado de limpiar la casa y de cuidar a Mateo, el niño no perdió tiempo y una vez que su madre que dejo la casa quiso retomar su pedido de ayer.

  • ¿Me haces copa de frutas? Por favor por favor por favor- dijo el niño emocionado.
  • ¿No tienes una casa que limpiar?
  • Y el helado me dará energía para eso ¡Vamos! – pidió el niño
  • Ya sé, déjame algunas frutas y te tendré algo especial cuando termine – propuso el heladero con una sonrisa gentil
  • ¡Hecho!

El niño una vez más le trajo una amplia variedad de frutas, un tazón y el maletín plateado para luego empezar a barrer y limpiar, Mateo le observo con cierta ternura, se sentía emocionado de empezar a sentirse un poco más útil, se sentó frente a sus utensilios, pero a diferencia de la ultima vez, solo tomo mangos y frambuesas, pelo los primeros para luego extraer el hueso y trozarlos lentamente, para luego batirlos cuidadosamente para formar un batido dulce y anaranjado, trituro las frutillas y las mesclo con estas, mientras tanto, Koré jadeaba y se secaba el sudor de la frente después de una intensa sesión de limpieza, mostro que como había cumplido con su parte y ahora exigía su recompensa, Mateo le dio unas palmaditas en el hombro y procedió a mostrarle lo que tanto ansiaba, Koré estaba intrigado, a diferencia de la copa de frutas, se presentaba un batido anaranjado con algunos trozos de frambuesas, tomo una cucharada con algo de duda

  • Se llama smoothie, ¿te gusta?

La frescura del Smoothie fue disminuyendo su fatiga, Tairi estaba sorprendida por aquella limpieza tan detallada, una vez que terminaron de cenar Koré no tardo en desplomarse en la sala para dormir como tronco.

  • Que crio – ojalá siempre trabajara como hoy. – Susurro Tairi mientras dejaba al niño en la cama.
  • Solo necesita el estímulo adecuado
  • ¿Y cuál sería ese?, ¡no te lo guardes! – dijo Tairi entre carcajadas.
  • Este.

Mateo saca de su espalda un tazón de smoothie y se la ofrece a Tairi, la mujer retrocede instintivamente y lo saborea lentamente, similar a su hijo, pero al poco tiempo no puede evitar sentirse fascinada por el sabor dulce y refrescante, el cual era perfecto para recuperarse de una jornada de trabajo.

  • No te asustes, me gano la vida cocinando.
  • Pues debes ganarte una buena
  • Ojalá- Mateo trago saliva, reunió valor y miro a Tairi a los ojos- Hay mucho que no entiendo, ¿Qué es este lugar? ¿Por qué cosas como aviones son desconocidas aquí? – pidió en un tono que dejaba presente su angustia.
  • Este lugar le dio la espalda al mundo exterior, los pocos extranjeros que han llegado le llaman Lemuria.
  • Imposible, si en verdad hubiera un continente aquí lo habrían encontrado hace rato.
  • Más bien una isla, la cual suele estar rodeada de remolinos de agua que la protegen
  • Y… ¿Qué hicieron con los pocos que llegaron?

Tairi se limitó a pasar lentamente su pulgar sobre su cuello de forma vertical muy lentamente, Mateo no dejaba de temblar, sentía que había salido del fuego para caer en las brasas, las cuales incineraban a un ritmo lento y doloroso sus esperanzas de volver a su hogar, se desplomo en el piso, mordiéndose el labio con fuerza mientras que dejaba salir lagrimas llenas de impotencia, la figura recogida y desolada del cocinero hacían que el corazón de Tairi se encogiera, le dio un vistazo al medallón que llevaba en su cuello, lo sujeto con fuerza y endureció su voluntad.

  • Quizás exista una manera… si no te importan las consecuencias.

Se abrían paso a través de una espesa y oscura jungla, solo iluminados por la escasa luz de la luna que se filtraba por la frondosa vegetación de los árboles, caminaban con cuidado ya que el profundo silencio del lugar hacia que cualquier sonido generara cierto eco que podía atraer a las fieras nocturnas, Mateo sentía que podía cortar la presión que le rodeaba con un cuchillo y escuchar los latidos de su corazón cada vez más rápido, pero sus pensamientos fueron interrumpidos al ver como el brazo de Tairi se interponía entre este y el camino.

  • Llegamos- le susurro la mujer al oído.

Ambos se encontraron ante un gran árbol cubierto de musgo, el cual la mujer empezó a rodear y revisar el tronco detalladamente, palpándolo y meditando durante el proceso, finalmente su rostro se ilumino cuando encontró lo que buscaba, cuatro espacios flojos en el tronco del árbol que al hundir en determinado orden revelo una entrada secreta, aquel árbol estaba hueco y lo único que ofrecía era una endeble escalera que se extendía hacia un oscuro abismo, el cual se vieron obligados a bajar ininterrumpidamente en razón de que los crujidos que emitían revelaban que no aguantarían mucho tiempo su peso, finalmente llegan a lo profundo donde antes de que se dieran cuenta un hombre fornido arremetió con su antorcha contra ellos, el cual esquivan a último minuto.

  • Hoy no había vistas agendadas, ¡mueran!
  • ¿Entonces no les interesan nuevos clientes? – pregunto Tairi mientras esquivaba los ataques.
  • ¡¿Por qué haríamos negocios con don nadies?! – el hombre intento tomar a Tairi por sorpresa atacándola con un cuchillo de piedra, pero ella lo esquiva y golpea su mano con una piedra para desarmarlo, dejando una apertura en su guardia, algo que aprovecha para derribarlo y colocarse encima de el para que pueda ver su rostro claramente
  • ¡Doña Tairi! Pensé que no volvería acá.
  • Necesito hablar con Letan.
  • S-sí, solo déjeme…-
  • Y no le hagas nada a él, viene conmigo.
  • Entendido, entonces síganme.

Los tres fueron avanzando a través de la cueva, Mateo intento preguntarle a Tairi quien era esta persona, a lo cual respondía tajantemente “después”, a medida que avanzaban la cueva cada vez se iba haciendo cada vez más clara debido a varias antorchas que alumbraban el camino, finamente llegando hasta un gran portón, el hombre toco una vez el tope del portón, luego una vez en el centro y por último una vez al pie de este, una pequeña rendija se abrió.

  • ¿Cuál es la emergencia?
  • Más bien… una… sorpresa. – contesto el hombre, el cual no sabía que palabras usar para justificar esta situación
  • Explica.
  • Tairi Halit esta acá, quiere hablar con el jefe.

El individuo al otro lado de la puerta dirigió su mirada hacia Tairi, sus ojos quedaron como platos, inmediatamente abrió la puerta, inmediatamente se sintió un contraste abrumador, aquella cueva oscura, sofocante y casi claustrofóbica dio paso a un amplio salón de piedra lisa la cual se notaba que habían limpiado hace poco, a través de ella se notaba que la recorría un aire fresco, los muebles estaban hechos de madera tenían un diseño sofisticado y de excelente calidad, en el centro de la habitación había un elegante escritorio donde estaba recostado cómodamente un hombre flacucho que sostenía con satisfacción un pergamino el cual desvío la mirada de este cuando Tairi dio un paso en la habitación.

  • Tairi, ¡niña! ¡Cuantos años han pasado! Eres toda una mujer ahora.
  • Hola Letan.
  • B-buenas noches s-señor. – contesto Mateo mientras le temblaban las piernas.
  • Vamos mujer, no te fuiste en los mejores términos, pero sigo siendo tu tío.
  • Entonces me imagino que me ayudaras
  • Depende.
  • Mira, mi amigo Mateo…
  • Es un extranjero y quiere irse-dedujo rápido Letan- su ropa lo delata y no hay extranjero que quiera que lo atrapen aquí.
  • ¡¿Es capaz de hacerlo?! – consulto Mateo impulsivamente.
  • Por el precio adecuado.
  • Demuéstralo- le desafío Tairi.

Letan se levanta silenciosamente y les indica que le sigan a través de una puerta oculta detrás, lo que ve Mateo lo deja sin palabras, el pasadizo lo condujo a una laguna subterránea donde flotaba un pequeño submarino de color café, tenía forma de capsula, con ventanas de vidrio reforzado, una reluciente hélice plateada en su parte trasera y la parte superior destacaba un periscopio retráctil.

  • Los remolinos que rodean la isla la hacen imposible de navegar, pero lo que no saben es que existe una red de cuevas subacuáticas que conectan con el exterior.
  • ¡Grandioso, usted es increíble! – exclamo el cocinero, a Letan se le inflo el pecho de orgullo.
  • ¿Cuánto cobras? – Pregunto Tairi mientras cruzaba los brazos.
  • 1000 monedas.
  • Estas mal de la cabeza – Alego Tairi indignada
  • No bromeo en los negocios – respondió Letan con un tono aplastante y una mirada cortante- si no les interesa… – los hombres trabajando cerca del lugar empezaron a reunirse alrededor y desenvainar cualquier arma que tuvieran.
  • ¡E-espere por favor! S-si nos interesa, pe-pero necesitamos algo de tiempo- intervino Mateo gimoteando con voz quebradiza.
  • Como sea, tengo un viaje programado en una semana en esta maravilla, si me pagan antes puedo aprovechar de llevarte al continente conmigo.
  • Y como dem… –
  • ¡Lo haremos! Solo espérenos.
  • Muy bien, ah, por cierto, tengo que cuidar el cumplimiento así que, si no reúnen el dinero a tiempo los hare mis esclavos – Añadió Letan en un tono casual, como si se tratara de un detalle insignificante que hizo que a Mateo y Tairi les dieran escalofríos.

La conversación no se alargó mucho más, los subordinados de Letan los agarraron por la espalda y les hicieron respirar una extraña sustancia, los ojos de Mateo se sentían pesados y lo último que alcanzo a ver antes de caer rendido a la inconciencia era aquella sonrisa llena de soberbia del líder criminal, antes de que se dieran cuenta estaban a la salida del bosque y la luz de la luna reflejada en el océano disipaba lo suficiente la oscuridad que tapaba una expresión llena de incertidumbre en el rostro de Tairi, Mateo sintió como si una rata le carcomiera las entrañas.

  • Lo siento… me desespere…
  • ¡No puedes ser tan descuidado! No tienes idea de la clase de gente que es.
  • Son de tu familia, quizás no sean tan severos- respondió el cocinero con tono conciliador.
  • ¡Y es por eso que no son de fiar!
  • ¿Explícame por qué?
  • Mi familia…los Talit, son delincuentes de la peor calaña, hace ya años que los abandone buscando cambiar para bien, pero aquí el apellido pesa mucho, si no fuera por… ¡argh olvídalo!, Mejor dime tu, ¿tienes un plan? – refunfuño Tairi mientras caminaba hacia la cabaña.
  • Tengo un plan… – susurro Mateo, siendo tal leve su murmullo que fue ahogado por las olas del océano, terminando su respuesta en sus pensamientos- y va a doler.

Tairi se levantó antes de lo normal al escuchar unos inquietantes gemidos, el aire aun no era calentado por el alba, la niebla matinal era como una densa pantalla de humo que cubría el océano y que parecía poder cortarse con un cuchillo, pero tal se había usado para cortar algo más, una pequeña gota carmesí recorría el borde de este en el suelo mientras Mateo se chupaba el dedo herido, a su alrededor había toda clase de ingredientes

  • Buenos… días… – saludo Mateo exhausto y adolorido.
  • ¡Pero que estuviste haciendo!
  • Recuerdas que tenía un plan… quería cocinar algunas recetas exóticas… y pedirte que las vendieras, pero me duelen demasiado los brazos… lo siento… lo siento tanto. – Mateo estaba al borde de las lágrimas, no solo por aquel dolor contundente sino también la culpa le carcomía el corazón como si se tratara de una rata nefasta, Tairi apretó los dientes, levanto la cabeza de Mateo y lo miro a los ojos.
  • ¡Lo lograremos! – exclamo con un potente vozarrón- si no podemos de una forma pensaremos en otra, si en verdad quieres volver a casa no te rindas, todavía queda tiempo y cosas que podemos hacer, estamos juntos en esto y yo no dejo a nadie atrás ¡¿entendido?!
  • S-¡si señora! – contesto Mateo perplejo, intentando combatir la angustia con esas palabras llenas de energía.
  • ¡Bien! Por ahora este es el plan, iré a trabajar ahora para terminar temprano, reponte un poco, si se te ocurre algo genial, si no, podemos conversarlo juntos.

Mateo le dio una media sonrisa, con el corazón lleno de gratitud asintió, se levantó lentamente y se sentó en el suelo recostado en la pared, mientras veía salir a Tairi con un rudimentario arpón y una cuerda hacia el océano, si ella se esforzaba tanto él no quería ser menos, empleo cada gramo de concentración en ideas lucrativas cuyo enfoque fue roto por un sonido familiar en el que vio una luz de esperanza.

Tairi empezaba a llegar a casa un par de horas pasado el mediodía, fue recibida por un aroma profundo y apetitoso que le hizo agua a la boca, pero rápidamente empezó a sudar frio al pensar que Mateo habría insistido en su idea inicial, abrió la puerta bruscamente, pero en vez de ver una repetición de aquella escena en la mañana, en la mesa había todo tipo de platillos: carne asada, pescado ahumado, ensaladas, incluso acompañados de jugos naturales.

  • Hola mama- saludo Koré mientras terminaba de poner la mesa.
  • Increíble ¿Qué es todo esto? ¿Tú lo hiciste Mateo? – inquirió fascinada por ver ese tipo de recetas.
  • Ayude, pero él es quien merece el crédito- respondió optimista mientas sonreía y le daba unas palmaditas en la cabeza al niño.
  • Y no solo se ve increíble- presumió Koré mientras le ofrecía un poco de carne a su madre.

Tairi aún no se reponía de la sorpresa, pero la atractiva comida y el cansancio le hacían rugir el estómago, partido cortando un pequeño pedazo de carne, el sabor ahumado, levemente picante, salado y con la dosis exacta de jugo, era toda una exquisitez, antes de que se diera cuenta, la mujer ya había devorado la mitad de la comida en la mesa, después del almuerzo el niño decidió salir a jugar a la playa.

  • Creo que no necesitamos pensarlo mucho más.
  • ¿De qué hablas?
  • El plan que tenía aun es viable, si Koré…

La mirada firme pero amigable de Taíri se deformo rápidamente mostrando una mueca colérica acompañada por unos ojos llenos de ira silenciosa que fulminaban con una mirada a Mateo, lo llevo a otra habitación para estar en privado y lo soltó en el suelo como un saco de papas.

  • ¡No metas a mi hijo en esto!
  • Piénsalo… por favor… sido cocinero por años y él tiene verdadero talento, en unas cuantas lecciones ya pudo hacer un almuerzo de este nivel…
  • No puedo exponerlo, ¡jamás permitiré que el clan encuentre en el algo que explotar!
  • Podemos decir que yo los cocine, ¡nadie tiene que saberlo!
  • Esa mentira caerá fácilmente… solo mírate. – respondió con desdén.
  • Entonces… al menos permíteme seguir enseñándole, no venderé nada que cocine, además esto no es solo algo que podría ayudarnos ahora, el niño podría forjarse un futuro brillante con lo que aprenda.

La mujer se sentó en el suelo angustiada con la mano en la frente, ella misma había visto lo que su hijo es capaz de hacer, nunca había comido algo mejor, la preocupación y el orgullo le pesaban de igual manera, bajo circunstancias normales le habría encantado apoyarlo, pero no con los ojos del clan puestos sobre ellos, ese don era digno de celebrar y cultivar… pero no ahora.

  • ¡No es no! – exclamo Tairi mientras golpeaba el muro – no me hagas arrepentirme de haberte rescatado.

Mateo no pudo evitar retroceder un poco ante ese ímpetu, le hubiera gustado decir algo al respecto, pero las palabras no salían de su boca, era como si tuviera un nudo en la garganta, permanecieron en un silencio de ultratumba por un instante que se sintió eterno, finalmente, Tairi rompió aquel m

  • Pensemos en algo más – expreso ella en un tono que a pesar de ser algo más acogedor aun cargaba cierto peso.
  • Bueno…

Un debate continuo Hasta el atardecer, Koré ya había vuelto y esta vez fue Tairi quien cocino, presentando una sencilla pero contundente sopa de almejas con pescado, aunque comparado con el almuerzo que había elaborado su hijo esto era muy poca cosa, aquel sentimiento agridulce empezaba a brotar en su interior una vez más, por lo que empezó a zamparse plato tras plato de caldo, como si quisiera ahogar desesperadamente esa emoción, le deseo a su hijo buenas noches antes de mandarlo a dormir y se acostó, Mateo aun no podía dormir por lo que se quedó reflexionando mientras miraba el cielo estrellado, fue unas palmaditas en el brazo lo que puso fin a su introspección.

  • Koré ¿Qué haces levantado?
  • Lo escuche todo. – por un instante a Mateo se le puso la piel de gallina.
  • ¿De qué hablas?
  • No se haga, mama tiene problemas de dinero, usted quiere ayudarla… y yo también. – el niño lo observaba con una fuerte convicción, impropia de su edad, algo que produjo en Mateo el mayor de los respetos.
  • No entrare en detalles, pero… tenemos una semana para reunir mil monedas o si no sucederá algo terrible, ambos me salvaron la vida, hare lo que sea para evitarlo.
  • Con más razón debería dejarme ayudar, usted dijo que tenía talento, ¡ganemos dinero!
  • No, tu mama te ama demasiado como para involucrarte en esto.
  • Mi papa… murió cuando era muy pequeño, apenas lo recuerdo, pero mi mama siempre decía que él era muy bueno, que siempre ayudaba a los demás y que quería que fuera como el, seguro que él le ayudaría sin dudar, ella siempre me ayuda, pero ¿Quién la ayuda a ella? Y justo cuando puedo hacerlo dicen que no, ¡no es justo! – Dijo el niño con los ojos empañados mientras golpeaba con sus pequeñas manos llenas de impotencia el suelo, Mateo pudo sentir una mescla de emociones en su pecho, admiración, frialdad, esperanza, angustia, tentación de utilizarlo, disuasión por las palabras de Tairi, finamente tomo una decisión, rezando en lo profundo de si haber sido impulsado por el sentimiento correcto.
  • Eres un niño increíble Koré y…- Mateo apretó su pecho fortaleció su convicción por un instante- estaré feliz de trabajar contigo.

Aquellas últimas palabras, aunque reconfortantes a los oídos del niño, para Mateo se sintió como si fueran puñaladas hacia la confianza de Tairi, pero era una medida necesaria, no podía permitir que fueran esclavos, que la separaran de Koré o que el chico compartiera el mismo destino que su madre, ella podía odiarlo si quiere, puede vivir con eso, pero siempre y cuando sea después de haberlos dejado al margen de este desastre.

  • Pero si haremos esto será con la condición de que tu mama no se entere, ¿bueno?
  • Si señor, y tengo una gran idea para eso.

Al día siguiente, Tairi se levantó igual de temprano y llego temprano pero por sobre todo, muy entusiasmada de pescar, cargando unas cuantas de redes extra de pesca bastante magulladas, le conto a Mateo que había llegado a un acuerdo con unos pescadores de una pequeña aldea, ella repararía sus utensilios de pesca a cambio de una moneda, su plan era enseñarle a Mateo y hacerlo juntos, si hacían el trabajo bien y rápido quizás le harían más pedidos, Mateo le sonrió entusiasmado pero ese entusiasmo no se traducía mucho en habilidad ya que Tairi era una maestra estricta y paso gran parte de la tarde enseñándole y corrigiendo sus errores, después de cenar, se fue a dormir rápidamente, alegando que necesitaba cada gramo de fuerza que tuviera, Mateo también estaba exhausto pero este era el momento en que en verdad podía aportar, Mateo y Koré empezaron a trabajar, Mateo puso una teña en frente del cuarto de Tairi para que no pudiera sentir ningún olor, cuando la comida estaba listo, emprendieron la marcha inmediatamente.

Mateo y Koré se abrían paso a través de una espesa y oscura jungla, solo iluminados por la escasa luz de la luna que se filtraba por la frondosa vegetación de los árboles, caminaban con cuidado ya que el profundo silencio del lugar hacia que cualquier sonido generara cierto eco que podía atraer a las fieras nocturnas, Mateo sentía que podía cortar la presión que le rodeaba con un cuchillo y escuchar los latidos de su corazón cada vez más rápido, pero sus pensamientos fueron interrumpidos al ver como el Koré se interponía entre este y el camino.

  • Llegamos – dijo el niño, rápidamente empezó a desmenuzar una gran serie de enredaderas y maleza lo cual dio como resultado tener acceso a una discreta cueva.

A unos pocos metros de la entrada, Koré desplaza un portón el cual estaba camuflado de tal forma que pareciera parte del muro de la cueva, finalmente ven una luz en el fondo de la oscuridad, antorchas iluminaban un pequeño pasillo donde llegaron a un área muy amplia donde encontraron un animado ambiente con personas de todas las edades, desde niños, hasta ancianos, los cuales exponían todo tipo de misceláneos, como si se tratara de una feria de las pulgas, la gente recorría el lugar entusiasmada, conversando e intercambiando artículos, los presentes usaban mascaras o iban encapuchados sin mostrar sus rostros.

  • ¿Está listo señor? – Pregunto Koré, Mateo apretó su puño, como si quisiera encerrar sus inseguridades en este y después asintió con decisión.
  • ¡Estimados amigos! – Exclamo Mateo de forma enérgica- nuestro interés por las maravillas del exterior nos ha reunido acá, sus misteriosos escritos, sus maravillosos aparatos, hoy me gustaría compartir con ustedes un elemento su cultura en que no hemos profundizado demasiado, ¡su comida!

Koré procedió a abrir una de las cajas, en donde hicieron visible al público, bandejas con apetitosas hamburguesas, cuyo pan era reemplazado por masa de maíz dorada y crujiente que absorbía el zumo de la cálida y jugosa carne sazonada con nueces moscadas y un poco de ají, las verduras las eran limpias y frescas, que al haber estado expuestas a la brisa de la costa le daba un sabor fresco y salado acompañadas de papas salteadas con un color tostado, sazonadas con jugo de carne y sal marina, tal aroma se impregnaba en las paredes de la cueva, llamando la atención de la multitud que al menos se volteaba para saber qué pasa.

  • Esto, mis amigos, es una de las comidas más famosas del exterior, ¡le llaman hamburguesa!, y por tan solo tres monedas podrán experimentar un platillo sin igual- la gente estaba tan fascinada como escéptica, con murmureos debatían sobre el extraño bocadillo, finamente, un encapuchado alzo la voz.
  • ¿Cómo podemos estar seguros de que es del exterior? ¿De dónde lo sacaste?
  • Me invertido meses de esfuerzo en descifrar este extraño pergamino- Mateo procedió a mostrar la imagen de una hamburguesa que estaba en una revista de la colección de Koré- este es el fruto de mis esfuerzos, ¡no se lo pierda amigo! – el cocinero arranco un trozo de la hamburguesa y se la ofreció amistosamente al dudoso individuo.

Aquel hombre la apretó un poco, la observo con detenimiento mientras la olía con sospecha, hasta que reunió coraje suficiente para darle un pequeño mordisco, el público estaba observando de reojo sus reacciones, empezaron a angustiarse cuando vieron que el consumidor estaba callado con los ojos abiertos como platos observando el pequeño trozo que le quedaba.

  • ¿Cuánto dijiste que valían?
  • 3 moned…- Antes de que pudiera terminar su respuesta el hombre rápidamente saco de sus bolsillos una bolsa de monedas mientras terminaba de engullir el trozo restante.
  • Deme dos… no, ¡que sean 3! – exclamo el hombre mientras daba ligeros saltitos de emoción como si fuera un niño pequeño.
  • A- ¡acá tiene señor! – respondió el cocinero con entusiasmo superando tan rápido la sorpresa como pudo, también puede quedarse con el resto de la muestra que le ofrecí- el comprador las acepto encantado y esta vez le dio un voraz mordisco mientras masticaba con una sonrisa de oreja a oreja.

Tal reacción produjo furor en el público, vitoreaban y se empujaban unos a otro con tal de ser los primeros en la fila para conseguir el producto, el asombro del publico agoto el limitado stock en tiempo récord, Mateo no dejaba de temblar por la emoción y a Koré se le inflaba el pecho de orgullo mientras veían sus bolsillos engordar por las ganancias.

  • Les pido disculpas mis amigos, pero acabamos de vender la última hamburguesa de esta noche.
  • ¡No es justo, llevo esperando en la fila desde que la mostraron! – grito un hombre insatisfecho.
  • ¡Pagare el doble del precio, pero deme una por favor! – exclamo una mujer decepcionada.
  • ¡¿Cuándo traerán más?!, ¡Quiero otra! – alego su primer cliente, quien se había formado un par de veces más esa noche.

Tranquilos amigos, mañana a la misma hora traeremos más para que las prueben, incluso en el futuro aspiramos traeremos todo tipo de platillos provenientes del exterior, los invitamos a venir mañana y con gusto les atenderemos, ¡mil gracias por su apoyo!

A pesar de la educada respuesta la clientela aún seguía insatisfecha, por lo que Mateo y Koré tuvieron que retirarse rápidamente del lugar, Mateo se sentía adolorido, pero el éxito llenaba su cuerpo de una emoción revitalizante, como si una corriente eléctrica le recorriera de la cabeza hasta los pies, estaba seguro de que podría sacar cuentas alegres, este pensamiento le ayudaba a mantener la calma en una selva tan oscura como el corazón de una cueva, incluso le permitía ignorar ojos que asechaban en las tinieblas.

Al día siguiente, una vez que Tairi se había ido a pescar, Mateo empezó rápidamente a contar las ganancias de la noche anterior, cada vez que contaba una moneda sentía que se le retorcía un poco el estómago y empezaba a sudar frio, las iba ordenando en grupos de diez mientras que Koré le observaba atento a la vez que se ocupaba de reparar una de las muchas redes que traía su madre, finalmente Mateo suelta un suspiro cuando ordena el ultimo conjunto de monedas.

  • Sesenta, en una noche hemos ganado sesenta monedas.
  • Aún estamos muy lejos de las mil- respondió el niño decaído y arrugando el rostro
  • Es un buen comienzo y tenemos la atención del público, fíjate, nos quedan algunos días, si cada día de estos logramos ganancias que ronden lo que hicimos anoche lograremos unas setecientas veinte monedas, pero podemos incrementar el precio de tres a siete añadiendo un producto extra, si al menos mantenemos el mismo ritmo de ventas que ayer tendríamos novecientas sesenta monedas, si además sumamos lo que cobra tu mama por las reparaciones, que son cinco monedas por red, para cuando llegue el ultimo día tendremos incluso dinero de sobra que se lo podrán quedar ustedes.

El niño observaba a mateo fijamente en silencio, el cocinero soltó una risa nerviosa, supuso que hablar de contabilidad era un muy enredado para un niño, se limitó a sonreír y darle una palmadita en la espalda, pero se sorprendió al ver como el niño alejaba su mano con el ceño fruncido.

  • ¡No haga eso! ¡me hace perder la cuenta!
  • Ah… perdón.
  • No sé cómo lo hizo tan rápido para números tan grandes.
  • Solo es cosa de multiplicar.
  • Solo los sabios saben hacer cosas así aquí y para eso se va a una academia muy cara, algún día pienso ir, igual como lo hizo mi papa.

Mateo dedujo rápidamente que lo más seguro es que en Lemuria los hijos heredarían la profesión que tenían sus padres, sintió respeto hacia el niño, aun creía que Koré podía formarse un buen futuro cocinando, pero no le correspondía involucrarse tanto, él y su madre habían hecho demasiado por él, al menos le podía dejar al niño sus enseñanzas las cuales siempre estarían a su disposición, ese pensamiento le confortaba un poco.

Una vez que entre ambos terminaron con las redes comenzaron las preparaciones, las cuales tuvieron que frenar y esconder con la llegada de Tairi, en cuanto cenaron y vieron que Tairi se iba a dormir retomaron las labores, en el preciso instante en que terminaron, empacaron todo y se dispusieron se pusieron en marcha a la reunión, a pesar de estar empacadas el olor asado de la carne y papas aderezado con especies y sal hacia agua a la boca a ambos cocineros, un aroma más intenso por el mayor volumen de alimentos creo sin advertencia un rastro de aroma que incluso la dueña de casa podría sentir, ella pudo ver como dos siluetas salían de su casa silenciosamente, circunstancia que no estaba dispuesta a ignorar.

Cuando Mateo y Koré llegaron el público no dudo en acercarse buscando asegurarse un buen lugar en la fila, ambos revelaron con orgullo las hamburguesas acompañadas por papas asadas el aroma cautivo a la multitud, inmediatamente comenzaron las ventas, Tairi, que observaba la situación desde una esquina poco iluminada sintió como empezaba a hervirle la sangre con cada segundo que veía a Koré trabajando junto al extranjero cuando se disponía a estallar de ira y acometer contra Mateo, un estruendo se escuchó en la entrada, aquel sonido de metal contra metal acompañado de gritos histéricos, la mujer se paralizo por un instante al ver un escuadrón de hombres armados con lanzas, dagas y garrotes, vestidos con petos de cuero, cascos brillantes, con placas doradas con la forma del sol en su pecho.

  • ¡La guardia! – exclamo un enmascarado.
  • ¡Por delitos de contrabando y comercio ilícito todos están bajo arresto!

No tardo mucho tiempo para que el lugar se convirtiera en un completo caos, a pesar de que buena parte de los asistentes optaron por huir, más de la mitad de los asistentes eligieron pelear, convirtiendo a la cueva en una batalla campal, la guardia hacia pedazos todo puesto y mercancía que encontraban como si fueran bestias enloquecidas, los asistentes indignados reaccionaban con fiereza y los atacaban con cuchillos, garrotes y piedras, la guardia enfurecida no temían en atacar con intención de matar al notar mayor resistencia, la sangre de los guardias y coleccionistas se mesclaba en el suelo formando pequeños charcos carmesí que iban tomando terreno, a Mateo se le puso la piel de gallina, tomo las pocas monedas que habían recolectado, para después agarrar la mano de Koré, el cuerpo del niño temblaba como un cervatillo recién nacido, el cocinero intento abrirse paso junto a Koré a través del tumulto pero les era difícil ir ganando terreno, un guardia había agarrado al joven brazo y se disponía a romper su cabeza con su porra, Mateo se movió desesperadamente pero tropezó, Koré solo alcanzo a cerrar los ojos ante el golpe descendiente que curiosamente no sintió llegar, el niño abrió los ojos, su madre se había colocado entre el y el guardia, recibiendo el golpe en su lugar poniendo sus brazos en cruz para defenderse.

  • ¡Tairi la salida es por…- Mateo no pudo terminar su frase, ella agarraba fuertemente la mano de su hijo y rápidamente pisoteo con fuerza una de las heridas que aún no habían sanado por el accidente de avión, el heladero se retorció de dolor en el piso
  • Se quien es el responsable de esto, si deja ir a mi hijo se lo entregare ahora mismo. – se dirigió Tairi hacia el guardia mientras le quitaba la máscara al chico revelando un rostro pálido y sollozante al ver tal escenario, el guardia quedo atónito por un instante, aquella ferocidad quedo atrás por un segundo y se limitó a asentir con la cabeza, la mujer rápidamente le quito la máscara a Mateo, dejándolo expuesto, el guardia estaba perplejo, solo se le ocurrió apuntarle con su lanza y gritar.
  • ¡Un extranjero! ¡El cabecilla es un extranjero!

Aquellas palabras llamaron la atención de todos los presentes, indistintamente de su bando, Mateo podía sentir como se le helaba la sangre ante la mirada fija y acusadora de la multitud como si se tratase de un animal peligroso, rápidamente aquellos que estaban siendo detenidos alegaron que Mateo les había hechizado o hipnotizado con sus artilugios, el cocinero empezó a temblar, sollozaba mientras se volteaba lentamente para mirar a Tairi.

  • T-T- Tairi… por favor… – Mateo la observo con los ojos llorosos y voz quebradiza.

La mujer ni siquiera lo miro, estaba arrodillada abrazando fuertemente a su hijo el cual aún no lograba procesar lo que estaba pasando, el capitán de la guardia dio la orden de apresar a Mateo, el resto fueron tomados bajo custodia para ser examinados más tarde, ese fue el final de la revuelta en la cueva, a Mateo le pesaban los pies mientras lo llevaban a las celdas, sus ojos estaban muertos y sintió como su frágil esperanza era pisoteada sin dudar por la marcha de los soldados.

El frio en aquella celda y el horrible hedor subterráneo le impedían encontrar refugio en el sueño, su mirada estaba fija en el vacío mientras que las experiencias en la cueva se repetían en su cabeza una y otra vez como si fueran una película morbosa, eso le desgarraba por dentro, cada minuto se sentía como horas, una larga espera que seguramente terminaría en una muerte espantosa, sus ojos se llenaros de lágrimas, pero aquellos empañadas lagrimas vieron algo que considero inaudito, una mano arrugada se asomaba por el suelo de piedras de su celda, quitando ladrillos uno por uno hasta que un anciano calvo que miro a Mateo con una sonrisa pícara.

  • No bromeaban, en serio hay un extranjero, pensé que moriría antes de ver uno.
  • ¿Quién eres tú?
  • Soy Bumpa y te tengo una oferta que hacerte.
  • Vete, de seguro te matan si te asocias conmigo.
  • Pues asociarte conmigo puede ayudarnos a salir de acá.
  • ¿A qué te refieres?
  • No te lo diré si no accedes.
  • De acuerdo… explícate.

Rápidamente Bumpa saco de su bolso un papel viejo, era un plano de la prisión, el dibujo no era muy detallado, pero contenía varias anotaciones en las esquinas y en la parte de atrás.

  • Encontré este mapa hace poco tiempo mientras pensaba como huir, el dibujo da referencias, pero estoy seguro de que la clave está en estas anotaciones incomprensibles, pensé que como extranjero podrías usar alguna magia u objeto para descifrarlos.
  • Estas anotaciones están en inglés, un idioma del exterior, quizás fue hecho por un anterior extranjero.
  • ¿Lo entiendes?
  • Si- a pesar de que Mateo había dado una respuesta con seguridad sus ingles no era el mejor y algunas partes del texto estaban deterioradas, pero no llegaría a un trato si no demostraba ser útil, además tenía la fuerte necesidad de mantener su mente ocupada con algo, con lo que fuera.
  • ¡Muy bien! Usa esto, yo liderare el camino.

Bumpa le paso un pequeño frasco con dos luciérnagas, emitían el brillo suficiente para ver las anotaciones mientras ambos se abrían camino a través de los túneles de ventilación con aire viciado y angostos entretechos, Mateo interpretaba torpemente las instrucciones del mapa, mientras avanzaban Bumpa freno e insistió frenéticamente en entrar en cierta habitación, en esta, había todo tipo de artículos valiosos, tales como joyas, estatuillas, armas, incluso objetos de origen extranjeros.

  • ¿Qué es este lugar?
  • Es el depósito de incautaciones, las cosas ilegales y bienes de delincuentes vienen a parar acá- respondió emocionado Bumpa mientras robaba joyas y otros artículos de valor.
  • ¡No podemos perder el tiempo acá!
  • No sé tú, pero yo voy a escapar de la prisión y de la pobreza, ¡aprovecha y toma algo!

Mateo comprendido que sin importar lo que pasara, aun necesitaría el dinero, le pidió consejo a Bumpa, el cual le dijo que podía tomar uno pequeño cofre lleno de pepitas de oro que estaba cerca los objetos extranjeros, entre estos últimos había algo que le dio una gran idea y no dudo en tomarlo consigo.

Ambos siguieron su camino, empezaron a sentirse entusiasmados cuando podían sentir el aire fresco, el exterior estaba cerca, Bumpa se escabullía habilidosamente por los ductos como si de una serpiente se tratase, pero Mateo enfoco su atención en una voz sollozante que le era imposible ignorar.

  • Espera un momento Bumpa.
  • ¿Dónde crees que vas? – respondió angustiado el anciano, conteniendo su voz de desagrado tanto como pudo

A medida de que se acercaba a la fuente de esa voz, estaba más seguro de quien se trataba, con cada centímetro que avanzaba hacia ella la culpa crecía como si se tratase como si se tratase de una sanguijuela que se alimentaba insaciablemente de vergüenza y arrepentimiento, cuando llego al lugar el cocinero respiro hondo, empezó a retirar las piedras del suelo, levemente asomo la cabeza, la imagen de ver a Tairi acurrucada en una esquina de la celda, con sus ojos estaban irritados por el llanto y sollozaba el nombre de Koré.

  • Tairi…

La mujer inmediatamente levanto la mirada, se levantó incomoda y retrocedió incrédula ante lo que veía, trago un poco de saliva y con dificultad contesto:

  • ¿Qué haces acá? Inquirió mientras fruncia el ceño y secaba sus lágrimas.
  • Estaba a punto de preguntártelo.
  • Descubrieron que fui yo quien te trataba y me arrestaron.
  • ¿Y Koré?
  • Los convencí de que lo estaban manipulando y lo dejaron ir.
  • Yo… me iré de acá- ven conmigo
  • No puedo…
  • Pero… ¿qué hay de Koré?
  • ¡Tu no eres nadie para preocuparte por el! – tal respuesta se sintió como si lo hubieran golpeado en el estomago con un martillo, pero apretó los dientes y endureció su mirada.
  • Cierto, pero ese no es tu caso, tu hijo te necesita.
  • Hice lo mejor que puede para que no lo encarcelaran, si lo vieran con una prófuga no habría pero que valga. – cada una de esas palabras eran como balas para su corazón, las lágrimas volvían a caer de sus mejillas.
  • Tengo un plan… pero debes creer en mí.
  • ¿Y si falla?
  • Moriré, pero lograre que ambos se salven.
  • Pues no faltara mucho para lo primero si no te apuras- reclamo Bumpa.
  • Tairi… tú me salvaste, ahora déjame salvarte- pidió Mateo angustiado mientras le ofrecía su mano.

Un guardia cercano empezó a acercarse, la antorcha de su mano iluminaba los oscuros barrotes cuyo hierro estaba hecho del mismo material que su garrote, lo apretaba fuerte dispuesto a usarlo para neutralizar a cualquier alborotador, pero aquella convicción se transformó en desesperación cuando noto que la celda estaba vacía, los tres fugitivos se arrastraban por el subsuelo rápidamente, sus sonrisas se ensancharon de oreja a oreja cuando finalmente pudieron encontrar la salida al exterior, el aire tibio del ocaso que mesclaba la frescura de la noche cercana y la calidez tropical revitalizo a los fugitivos mientras observaban el horizonte con una sonrisa aun incrédula, pero su alegría duro poco cuando empezaron a escuchar gritos de alerta y campanadas.

  • Rápido, ¡por acá!, señalo Tairi mientras empezaba a escabullirse entre los matorrales, Mateo empezó a seguirla, pero vio que Bumpa iba por un camino distinto.
  • ¿Adónde vas? – pregunto el cocinero al anciano.
  • Lejos de ustedes, nuestro trato era hasta salir de ahí y se cumplió, tengo mis propios asuntos.
  • Pero…
  • No hay tiempo, ¡vámonos! – exclamo la mujer mientras le agarraba el brazo, lo ultimo que vio de Bumpa es como se subía a un árbol velozmente y saltaba de la copa de un árbol a otro como si fuera un mono en dirección opuesta.

Mateo y Tairi continuaron sin detenerse ni un instante, a medida que avanzaban se cubrían con hojas y ramas que les servían de camuflaje, no hablaban, sino que se comunicaban con gestos sencillos, aguantaban la sed y se comían las hojas y ramas que encontraban por el camino, finalmente la noche había llegado y a pesar de que el sol radiante había cedido su lugar a la sutil luz lunar, sus ojos brillaron como esmeraldas pulidas cuando pudo ver su casa a la distancia, en ese momento tiro toda precaución por la borda y corrió tan rápido como pudo, abrió con tal brusquedad que Koré, quien estaba dormido cerca de la entrada despertó repentinamente, ella inconscientemente le dio un abrazo de oso, el niño no la reconoció en primera instancia debido a la oscuridad y intento apartarla, pero el solo escucharla susurrar su voz basto para que le devolviera el abrazo y le diera un beso en la mejilla.

  • ¡Mama! Y… ¡¿el señor Mateo?! – el hombre le saludo con la mano tímidamente, quería tener la oportunidad de hablar con Koré sobre lo que paso en la cueva, pero no había tiempo, la persecución continuaba, los guardias habían encendido sus antorchas y eso hacia evidente que se acercaban.
  • Tenemos que ir con Letan ¡ahora!

El niño no entendía lo que pasaba y Tairi sintió un escalofrió por el simple hecho de escuchar esa idea, pero ya no había marcha atrás, le pidió a Koré que mantuviera silencio y empezó a correr tan rápido como fuera posible mientras sostenía con fuerza la mano de su hijo, cada flama representaba a un guardia buscándolos, cuya cantidad aumentaba a cada minuto, como si fuera un incendio que buscaba consumir sus esperanzas, Mateo sudaba frio en contraste con el aire caliente generado por el conjunto de antorchas, Mateo y Tairi sintieron alivio cuando finalmente llegaron al gran árbol, pero las flamas empezaron a encaminarse a esa dirección, tan rápido como pudo la mujer empezó a buscar los espacios flojos, pero gimoteo de angustia cuando noto que ya no estaban en el lugar que conocía, Mateo empezó a ayudarla mientras que Koré observaba inquieto, como los guardias empezaban a acercarse, finalmente, en un momento decisivo, ambos adultos las encuentran, cuando llegaron sus perseguidores, ellos ya se habían ocultado.

En aquel obscuro subterráneo Mateo y Tairi se topan con los guardias, uno de ellos se acerca para intimidarlos, pero su compañero lo detuvo, aun recordaba como lo había sometido, ellos los guiaron personalmente hacia Letan, quien esta vez los recibía con una expresión seria e imponente.

  • ¿Saben cuantos problemas me produce tenerlos aquí? – pregunto mientras chasqueaba los dedos, en un instante el cuarto se lleno de matones armados con garrotes, cuchillos y lanzas.
  • Nos iremos pronto, si cumples tu parte del trato.
  • Ahora tu cabeza tiene precio, ¿tienes alguna oferta mejor que las diez mil monedas que ofrecen por ti?
  • Puedo hacer eso y mucho más

Mateo mostro aquella caja a reventar de pepitas de oro, eran pequeñas pero brillantes y cautivadoras, estaban pulidas de una forma tan sublime que el líder criminal podía ver su cara perfectamente como si se tratara de pequeños espejos dorados, supo al instante que las joyas que se hicieran con ellas podrían alcanzar precios extraordinarios, algo que sin duda no fallaba en poner una sonrisa de satisfacción en su rostro.

  • Veo que valió la pena la espera- hablo con regocijo- ¡prepararen el submarino! Si quieres despedirte hazla corta.
  • El viaje no es para mí, es para ellos. – Respondió con seguridad mientras señalaba a la madre y al hijo, todos los presentes salvo el cocinero quedaron atónitos al punto en que no podían moverse ni hablar, Letan se llevó la mano a la frente y resoplo irritado.
  • ¿Te das cuenta de lo que estas pidiendo? Salvo que salgas de esta isla tus días están contados.
  • E- espera, ¡¿N-No has considerado nuestra opinión?!, ¡no sabemos como son las cosas afuera! Incluso si escapamos ¿Cómo sobreviviríamos? – Exclamo Tairi con un tono trémulo impropio de ella.
  • Letan los cuidara por un tiempo, cuando las cosas se hayan calmado podrán volver.
  • ¿Y de dónde sacaras dinero para compensar esas molestias? Inquirió Letan- las manos de Mateo temblaban, era un todo o nada.

Aquella oscuridad nocturna empezó a fatigar cuando los primeros los primeros rayos del sol empezaron a iluminar aquella jungla, el cansancio y frustración empezaba a acumularse en los guardias y se liberaba en forma de críticas e insultos entre ellos cada uno buscando culpar al otro por su negligencia, sus superiores, a pesar de estar aun más enfurecidos que ellos, eran más pragmáticos y se centraban en ponerlos en regla para que pusieran atención a la reunión estratégica, la cual fue interrumpida por recluta que entro intempestivamente exhausto y con una expresión alarmista.

  • ¡Mas vale que tenga una buena razón para interrumpir esta reunión cadete!
  • Lo… tengo señor… – respondió entre jadeos- han… ¡han capturado al extranjero!

Todos quedaron impactados por la noticia, pero pronto empezaron a sonreír y festejar, el comandante no tardo en gritar para que hubiera silencio y recuperaran la compostura, pidió a todos que se quedaran en la sala de reuniones, y que el cadete le guiara, afuera de los cuarteles estaba el mismísimo Letan, con un rostro tímido, habiendo rasguños y moretones en su cuerpo, su única compañía era un cadáver completamente desfigurado de un hombre rubio y delgado, vestido con la misma túnica encapuchada que llevaban aquellos que asistían a las reuniones en la cueva, el comandante estaba perplejo pero rápidamente recupero su rostro estoico.

  • ¿Qué significa esto?
  • B-buenos días- respondió tímidamente Letan con un moretón el rostro y varios rasguños alrededor de su cuerpo- m-me gustaría mostrar mi apoyo a ustedes entregando a este fugitivo justo como indica la ley… o bueno, lo que queda de él.
  • ¿Tú lo dejaste así?
  • M-me temo que no tuve opción, estaba b-buscando hierbas medicinales y lo encontré fortuitamente, intento matarme para que no llamara a la guardia, en medio de la lucha lo ataque con un pedrusco en la cara y bueno… lo… siento no puedo seguir hablando de eso, termino mientras una lagrima recorría su mejilla
  • Cadete, ¿usted vio al prisionero mientras estaba vivo?
  • S-sí señor, no puedo decir mucho del rostro, pero su complexión física y color de pelo encajan perfectamente, mis colegas pueden corroborarlo.
  • Entiendo… supongo que no tiene sentido dar más rodeos en este asunto, comunicare a los sabios, cadete encárguese del cuerpo.
  • Disculpe buen señor, r-respecto a la recompensa… – el comandante arrugo la cara mientras observaba de reojo a Letan y luego suspiro.
  • Y encárguese de pagarle a este hombre.
  • Deme un momento y volveré con su pago señor.

Ambos oficiales volvieron a dentro, pero el cadete no tardo mucho tiempo en volver con un gran saco lleno de monedas, Letan le agradeció humildemente y se retiro al bosque, una vez ya en soledad, aquella expresión tímida se retorció en una sonrisa colmada de codicia, la euforia causada por las grandes ganancias era muy superior a cualquier molestia causada por sus heridas, cuando llego a su escondite tarareaba y soltaba una leve risita como si se tratara de un niño pequeño.

  • Caballeros, estas ganancias llaman a una celebración, ¡hoy tiraremos la casa por la ventana!, ¡vayan a conseguirse mujeres, música y vino!, chef prepárenos un banquete. – exclamo entusiasmado mientras tomaba asiento en su sillón.
  • ¡Enseguida señor! Exclamo Mateo alegremente, quien estaba completamente calvo preparando los ingredientes para preparar un asado.
  • ¡Tu loco plan fue todo un éxito! Se nota que no tienes ni un pelo de tonto ¡jajajaja!
  • Ese tinte de pelo que encontré confiscado fue toda una bendición, combinándolo con mi cabello y un doble, sabía que tenía posibilidades… ¿Cumplirás con tu parte del nuevo trato? Pregunto en un tono más serio.
  • Los verdaderos hombres de negocios cumplen sus compromisos sin importar su rubro, y estas hablando con uno de ellos, a pagaste una parte con el dinero de tu recompensa más te vale esforzarte este año bajo mi mando antes de irte.
  • Eso hare.

El resto del día estuvo lleno de risa y diversión, una comida deliciosa, música alegre, acompañada de risas y bromas de simpáticos borrachos, adornada con el baile y compañía de mujeres exuberantes, Mateo no tuvo la oportunidad de disfrutarlo junto a ellos ya que estaba enfocado en su trabajo, pero se escabullo a la primera oportunidad a otra habitación cerca del puerto oculto, donde Tairi terminaba de empacar y Koré tomaba una siesta

  • ¿Cómo va todo? – pregunto Mateo con una media sonrisa
  • Bien, según Letan, partiremos mañana al mediodía, no dirigiremos a un lugar llamado Austrilia o algo así.
  • Australia… quien pensaría que el regreso de mis vacaciones allá me llevaría a todo esto.
  • ¿C-Como es allá? – pregunto la mujer mientras se agarraba un brazo para que dejara de temblar.
  • Es un buen lugar, muy bonito, además el viaje es temporal.
  • Lo sé, pero… pero… – su voz se quebraba mientras piernas empezaban a temblar como las de un cervatillo recién nacido.
  • Dije que los salvaría y eso será cuando puedan volver acá una vez se hayan calmado las cosas, ten paciencia.

La mujer lo abrazo efusivamente, por un segundo Mateo sintió que iban a aplastar todo su cuerpo, en cuanto le soltó tomo el medallón que siempre guardaba consigo y lo puso con cuidado en el cuello de Mateo.

  • Este medallón fue el último regalo que me dio mi esposo, siempre me ha dado fuerzas cuando las necesite, ojalá pueda hacer eso para ti también.
  • ¿Estas segura de que quieres darme algo así?
  • ¿Dártelo? ¡para nada! Es un préstamo, representa que yo y Koré siempre estaremos contigo en espíritu, devuélvemelo cuando regresemos.
  • Lo cuidare mucho.

Tairi dejo de temblar y pudo dar una sonrisa optimista y gentil, puso la misma expresión para despedirse, Koré se despidió del cocinero con el abrazo más grande que pudo, Mateo se agacho para devolverle el gesto y darle unas palmaditas en la espalda, mientras veía como aquella maquina accionaba sus motores y se hundía en el lecho marino Mateo sostenía fuertemente el medallón, el cual se aseguró que mantuviera su brillo y condición hasta que volvió a las manos de su dueña, la cual observaba fijamente el océano al final de cada día de trabajo rezando por la felicidad del cocinero que vive más allá del mar.

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