Síntomas del ayer

Síntomas del ayer

Zigmar

07/10/2021

Según mi psicólogo y profesores de mi añorada primaria, somos los libros que leemos y las personas que amamos. Entonces podría decir que soy un poco de Lovecraft y el encanto de su mirada, aunque lo segundo ya no lo podré gozar. 

Los doctores dijeron que sus problemas con el tabaco agravaron, aun mas, su cáncer de pulmón que ya llevaba padeciendo y luchando contra el mas de 3 años. Sus días ya estaban contados, por ende, semanas antes de su muerte, comencé a devolverle y darle sus cigarrillos favoritos. Fumábamos juntos en la riachuelo cerca de nuestro hogar, recordando así, aquellos días de nuestra inocente niñez en los que jugábamos a los piratas. Siendo siempre ella la capitana.

Aún puedo oler su perfume en su almohada la cual me niego a lavarla y mucho menos, deshacerme de ella, incluyendo todas sus prendas de vestir. Por ese motivo, muchos de mis familiares y amigos, comenzaron a tildarme de loco y obsesionado. Mi madre en especial, suele venir a mi casa de vez en cuando e intenta llevarse todo lo que es referente a ella, provocando una disputa entre nosotros. 

Para mí ella aun no se ha ido. Durante algunas mañanas, puedo oír su cántico mañanero junto con el aroma de sus panqueques algo quemados. Y en medio de la noche, siento su cálido cuerpo pegado al mío. Son muchas cosas las cuales me hacen sentir y afirmar, que ella sigue conmigo. Quizá no en un cuerpo físico, pero si en un etéreo en donde ha permitido que solo yo pueda tenerla. Sin embargo, siento que no es suficiente.

Últimamente, en las noches, puedo sentir su llamado, su voz hipnotizante para mi sentido auditivo diciéndome: »Edgar, me siento muy sola…te extraño mucho». Con ello, puedo notar el deslizar de las lagrimas en una de sus mejillas, haciendo que la impotencia de no poder alcanzarla me abrume. Pero todo será calmado esta noche, en donde me encuentro siendo guiado por mi amada, cogiéndola de su mano tan suave como la recordaba. Puedo notar a lo lejos, el resplandecer en una puerta abriéndose y dentro de ella, el retrato de un paraíso en su máxima belleza. Poco a poco voy avanzando, y siento un aire esperanzador que golpea mi rostro.

-Señor Edgar¡¡¡¡- gritó una enfermera.

-Que sucede Fabiana?¡ preguntó alertada mi madre.

-Mire.- señaló hacia el tercer piso de la casa. En donde estaba Edgar mirando hacia el cielo, parado en el marco de la ventana.

-Por fin te alcancé mi vida. Todos me decían loco por pensar que no habías muerto, pero, yo estaba completamente seguro que no lo estabas.- dije, acariciando su rostro y cabello para luego proceder a besarla.

-Ven. Entremos cariño.- dijo ella, haciéndome un gesto con la cabeza para entrar a aquel paraíso que se encontraba mas allá de esa resplandeciente puerta.

-Si, vamos….

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