Prólogo

Para quién me enseñó que el amor se puede ver a través de los colores y que si me enamoro debo hacerlo con el corazón, mas no con las criticas.

Danny es un chico de 14 años; su cabello es café al igual que sus ojos, es bajo de estatura y no suele visitar el gimnasio como otros chicos de su edad. Ama pasar sus días enterrando la cabeza en libros.
Nunca ha amado a nadie, claro, por algo conocerá a Sebastián.

Sebastián es un joven apuesto de tez apiñonada, pequeños ojos negros al igual que su cabello, es alto y luce un cuerpo delgado. Se apasiona por la fotografía y el dibujo, y tiene talento natural para ambos.Él tiene miedo de amar a Danny

EL DÍA EN EL QUE EL DESTINO NOS UNIÓ.

Danny, como en todos los recesos, leía bajo la sombra del árbol más frondoso. Nada le complacía más que el aire fresco y la tranquilidad que le brindaba su pequeña burbuja personal.

Mientras llegaba a la parte más intensa del libro, sintió una mirada, alguien lo observaba. No solo le parecía incómodo, también le molestaba que pequeñas cosas se volvieran grandes distracciones.

El leve flash de una cámara, seguido de un «Clic» le sorprendió, levantó la vista de su libro y encontró unos hermosos ojos obscuros. El dueño de la cámara era Sebastián. Conocido por varios de los amigos de Danny gracias a sus fotos en Instagram y Facebook.

El pelinegro le sonrió a Danny.

-Perdona -se disculpó avergonzado. Pasaba por la zona y al ver la expresión de Danny no se resistió a tomar una foto. -Prometo no publicarla -miró la foto y sonrió.

– ¿Es buena? ¿Salgo bien? -preguntó Danny dejando a un lado su libro y mirando con esperanza al fotógrafo.

-Claro que lo es -respondió. -Yo la tomé -se jactó y sonrió. Tomó asiento a un lado de Danny y le mostró la foto.

Danny se sintió avergonzado al verla. Su mirada centrada en el libro y una sonrisa que luchaba por contener. Era pacífica.

– ¿El chico de las estrellas? -preguntó Sebastián tomando el libro que hacia un rato Danny leía.

-Sí -suspiró y lo tomó de vuelta.

– Mi nombre es Sebastián-se presentó esbozando una sonrisa.

-El mío es Danny -acomodó uno de sus alborotados mechones detrás de su oreja y sonrió con timidez.

El destino existe, nada pasa porque sí.

Tal vez somos sus marionetas y le encanta ponernos jugarretas para matar el tiempo.

Danny pudo no haber salido de su aula ese día.

Sebastián pudo haber olvidado su cámara.

Pero en lugar de eso, se encontraron.

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