Alguna vez lo tuvo todo. Pero todo en verdad. Lujos, éxito, vida social y amor, principalmente amor. Con la mujer ideal, aquella que dejó ir, o que perdió, o se fue. No lo sabía bien. Su mente era un torbellino de ideas contrapuestas que no le permitían tener claridad.
El frío intenso entumió sus músculos y comenzó a congelar la sangre que manaba de varias partes de su cuerpo, que omitiré mencionar. Sin siquiera poder moverse ni gritar, un profundo sopor comenzó a apoderarse de su alma, y finalmente se quedó dormida.
Mi mente era un torbellino. Me percaté que era del todo imposible que yo hubiese permanecido más de un día en ese lugar. Era un espacio público y alguien hubiera notado lo que sucedía. No entendía nada. Comencé a respirar más tranquila y pensé que todo había sido un sueño o una alucinación mía.
Estremecido y aterrado, alcancé a articular algunas palabras dirigiéndome a los otros hombres que me acompañaban. Todos estaban en la misma. Apenas podíamos hablar o movernos. Pero todos con los que pude cambiar alguna impresión coincidían conmigo en su estado. Todos éramos completamente ignorantes de lo que sucedía.