Diciembre. Las calles estaban desiertas. Tímidamente acompañadas por la luz tenue de las farolas. El agua de una barredora salpicaba nuestros zapatos. Me quedé mirando mis cordones. Entrelazados, perfectamente atados, mimetizados con la piel de mis botas negras. Pensé, en las cuerdas que sujetan nuestras almas. En las que nos habían axfisiado, en las que...
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