MI HABITACIÓN SIN SALIDA

MI HABITACIÓN SIN SALIDA

Santgn1978

11/06/2025

PARTE 1 “EL PASILLO”

Durante 29 años de mi vida había caminado por un largo pasillo sin apenas luz. Un pasillo siniestro, oscuro, descuidado, en el que se podían ver montones de habitaciones a cada uno de sus lados. En cada una de las puertas había unos carteles dónde se podía leer con claridad lo que contenían. En una había ilusión, en otra felicidad, en la siguiente había tristeza, más delante de nuevo alegría, después aparecía melancolía. También estaban ira, decepción, orgullo, miedo y así un sinfín de puertas más. Por más que caminaba por aquel pasillo, parecía no tener fin, con más y más habitaciones, cuyo contenido era cada vez más desolador.

Pero de pronto, al fondo del pasillo, tras un largo recorrido, al final se podía apreciar una última puerta. Corrí hacia ella y pude ser un letrero que en letras grandes y claras decía ESPERANZA. Pero conforme me acercaba a él, me di cuenta que debajo en letras muy pequeñas ponía “SE DEBE CRUZAR A SOLAS”. Me quedé largo tiempo tras la puerta, leyendo una y otra vez aquel cartel. Mirando tras de mí, recordando todas y cada una de las anteriores puertas, dándole vueltas a la cabeza y pensando que hacer – “Cruzar o no cruzar” – Después de mucho meditarlo, decidí cruzar al otro lado, cerrando de un portazo, sin importarme lo que dejaba tras de mí. Entré en una habitación, la cual en el otro extremo había una puerta abierta y en su letrero se podía leer en letras grandes y claras, la palabra POSIBILIDADES.

Sin pensarlo ni un segundo empecé a correr hacia ella, pero cuanto más me acercaba, más se cerraba. Lentamente, sin darme si quiera darme tiempo a cruzar, dejándome vez únicamente que la siguiente puerta era ¡NUEVA VIDA! Así que, con resignación, me senté en una esquina mirando el resto de la habitación. En lo alto tenía una pequeña ventana por la que apenas entraban unos rayos de la luz del sol. Justo enfrente había una cajita de madera abierta, la cual parecía haber sido colocada ahí estratégicamente, porque cada vez que asomaba el sol por aquella ventana, los rayos iban a parar dentro, la cual se cerraba siempre al anochecer.

Estuve varios días observando aquel suceso, hasta que me di cuenta de que cuando el sol se había escondido y yo tenía frio, solo tenía que abrir la caja para que me reconfortara un poco con el calor que contenía. Pero un buen día pensé en que no tenía suficiente con lo que aquella caja me aportaba, yo necesitaba más. Así que intenté alcanzar la ventana. Una y otra vez, saltaba, corría, me desesperaba, pero estaba demasiado alta y no la alcanzaba, nunca lo conseguiría. Así que al final… …nos quedamos mi cajita y yo en mi habitación sin salida.


“LA VENTANA”

Llegaba la noche y la cajita como era de costumbre volvía a cerrarse, pero aquella vez en vez de abrirla y disfrutar del poquito de calor que ésta me daba, la cogí y la puse en un rincón de la habitación. La aparté del sitio donde había sido tan estratégicamente colocada. Donde día a día se llenaba de esos rayos de sol que de vez en cuando me hacían sentir un poco mejor.

Aquel día sentí que no podía más con aquella situación, que lo que yo quería y necesitaba no era un poquito de aquella luz que emanaba por aquella minúscula ventana. Necesitaba salir de allí, necesitaba liberarme de aquella habitación que se había convertido en mi pequeña prisión.

Me senté en el suelo con mi cajita en las manos, mirándola, como buscando que ella me diera la respuesta que yo misma no había sido capaz de darme. Me levanté y cabizbaja me puse a dar vueltas por la habitación, lentamente, desanimada por completo, casi sin fuerzas ¿tirar la toalla o seguir? Me preguntaba una y otra vez. ¿Qué hacer? ¿Cómo conseguirlo? ¿Por dónde empezar?

De pronto en medio de la oscuridad tropecé con algo, miré al suelo y me encontré con otra caja, la cual jamás había visto allí. Había aparecido de la nada. ¿Qué hacía allí aquello de repente? ¿Qué significaba eso? No tenía ni fuerzas ni ganas para cogerla, así que la dejé donde me la encontré. A la mañana siguiente al despertar, noté algo extraño, algo había cambiado. Sentía frío ¿Dónde estaban esos rayos de sol que podía ver cada día? Entonces miré a mi alrededor y recordé que había quitado la caja de su lugar. Fui corriendo a buscarla para que ésta vez pudiera hacer su cometido, pero no la encontré, había desaparecido. En su lugar me encontré con la otra caja, la dichosa caja de madera vieja, sucia, medio rota, con la cual me había tropezado la noche antes. ¿Y si intento alcanzar la ventana subiéndome a la caja? Se ve muy frágil ¿y si se rompe?

Miré hacia lo alto y pude ver que fuera lucía un sol brillante, aquel sol que antes me regalaba uno de sus muchos rayos y que hoy había dejado de hacerlo. Vi pasar un pájaro revoloteando, cantando, feliz. Se posó sobre la ventana, me miró, pero tal y como vino se fue – “¡Quiero ser como él”! – grité. Y me subí a la caja dispuesta a alcanzarlo. Pero ésta se rompió y volví a caer al suelo.


“EL PÁJARO Y LA LLAVE”

Me acurruqué en el suelo y empecé a llorar, pero no por el dolor del golpe, lo que más me dolía era no ser capaz de encontrar la manera de salir de aquella prisión que yo misma me había creado. Tristeza, impotencia, desesperación, un mar de sentimientos me invadían. ¿Porqué no había podido ser capaz de correr más rápido y alcanzar aquella salida antes? ¿Qué habría pasado sin en vez de llegar al final del pasillo hubiese escogido otra puerta? Me estaba haciendo preguntas que cada vez me hacían sentir peor. No era capaz de encontrar una respuesta, no en mi misma.

De pronto alcé la mirada y allí estaba de nuevo el pájaro que se posó cantando tan feliz el día antes. Aún con lágrimas en los ojos y dolorida me incorporé y le grité – “¡Ayúdame a salir de aquí!” – “No puedo” – dijo él. – “Solo tu misma puedes ayudarte. La respuesta está en tu corazón. Lo que desees con todas tus fuerzas podrás hacerlo realidad. Y tú tienes la suficiente para conseguir lo que te propongas” – Y se volvió a marchar por donde había venido.

Las palabras de aquel pájaro resonaban una y otra vez en mi cabeza “tu tienes la suficiente fuerza para conseguir lo que te propongas” y yo no lo veía tan claro, hacía tiempo que creía haberla perdido. Pero tampoco me quería quedar allí encerrada en aquella habitación con la única compañía de los restos de una vieja caja rota. Cerré los ojos y deseé con todas mis fuerzas una y otra vez salir de allí, poder abrir la puerta y acceder a la siguiente. A aquella puerta que había podido ver por unas décimas de segundo el día que me quedé allí encerrada… NUEVA VIDA. Aquella vida que tanto anhelaba, que tanto soñaba. Aquella vida que hacía años había dado por perdida.

Cuando al día siguiente me desperté, supe que si yo misma no lo hacía nadie iba a venir a ayudarme. Así que intenté de nuevo trepar la pared para alcanzar la ventana, pero ésta estaba demasiado alta y cada vez que lo intentaba volvía a caer. Entonces fue cuando me acerqué a la cajita rota para recomponerla. Levanté unas de sus maderas y debajo me encontré un sobre dentro con un papel que decía… “la respuesta es más sencilla de lo que crees”.

Me acerqué a la puerta, aquella puerta donde ponía POSIBILIDADES, aquella que me llevaría a la NUEVA VIDA, esa vida que había deseado tantas veces. Miré al suelo con impotencia y la rabia de sentirme tan inútil por permanecer allí encerrada, por no ser capaz de encontrar una solución. Pero de pronto en el suelo, en una esquina, vi brillar algo muy pequeño. Me agaché y encontré una llave de color dorado ¡No podía ser! ¿Había estado allí todo este tiempo y no había sido capaz de vela?

“La respuesta era más sencilla de lo que creía”.


“LA SALIDA”

La respuesta había sido más sencilla de lo que creía. La llave de mi felicidad siempre había estado ahí, lo que pasa es que no había querido verla.

Durante mi viaje había dejado atrás muchas cosas. Atrás habían quedado buenos y malos momentos, muchas risas y también muchas lágrimas. Incluso allí se quedó alguna que otra amistad, pero no quería recordarlo con tristeza, quería cerrar aquella puerta y avanzar sin rencores, sin resentimientos. Decidí continuar llevando conmigo únicamente lo bueno, lo positivo que en aquella otra vida había encontrado. Porque gracias a todo aquello había logrado llegar a donde estaba. Porque, aunque a veces por desgracia algunas personas se quedaron atrás en el camino, otros siempre estuvieron a mi lado y otros nuevos aparecieron. A todos ellos tengo que darles las gracias porque han aportado algo en mi vida. De todas ellas siempre guardaré un recuerdo, una lección que me servirá para seguir avanzando, para crecer y seguir aprendiendo.

Sabía que el camino no había terminado, que aún quedaba mucho por recorrer y no iba a ser fácil. Pero estaba dispuesta a conseguirlo.


“EL LABERINTO”

Cuando por fin salí de aquella habitación, la cual se había convertido en mi propia cárcel durante tanto tiempo, me sentí un poco perdida, sin saber que hacer, donde ir… Como afrontar esa nueva realidad. Había ante mi un nuevo mundo por descubrir, lleno de luces, colores e ilusión. Pero también aparecían nuevos caminos algo más siniestros, tenebrosos y oscuros. De pronto, todo se había convertido en un laberinto, donde iba encontrando distintos tipos de espacios y caminos. Algunos estaban llenos de ilusión y felicidad, otros llenos de tristeza y melancolía. También encontraba muchos con rabia e ira. En su conjunto era un batiburrillo de sentimientos y emociones que aprendían a coexistir los unos con los otros. No les quedaba más remedio, no mientras continuase caminando por los pasillos de aquel labirinto que empezaba a desesperarme.

Me frustraba en muchas ocasiones, porque al salir de aquella habitación esperaba encontrarme con un bonito paisaje, lleno de jardines con bellas flores y pájaros de colores. Pero no había sido así, en su lugar me vi dando vueltas una y otra vez por los mismos caminos, estrechos, llenos de altos cipreses de un verde intenso y olor a hierva recién cortada, pero que al fin y al cabo no me dejaban ver el horizonte. Aunque de vez en cuando me paraba a mirar el cielo, ese cielo de un azul tan intenso que antes solo podía ver a través de una minúscula ventana y que ahora además podía apreciar y sentir la brisa del viento rozar mi rostro. Ese viento que me daba una sensación de libertad indescriptible.

Así que poco a poco a pesar de las piedras que me fui encontrando por el camino, las cuales incluso algunas se metieron en mi zapato y se negaban a salir, estaba aprendiendo a disfrutar del trayecto, porque tenía la absoluta certeza de que iba a encontrar la salida y dejar aquel laberinto atrás. Y esta vez no lo iba a hacer sola…

FIN

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