Eres el deseo que subyace
en el interior de un alma inspirada,
el deseo inquieto
que recorre el largo de mis piernas,
la necesidad de ver el misterio
que encarna tu cara,
el prófugo recuerdo
que me impide avanzar,
las ganas incontroladas de sentirte cerca,
el sentir de tu cuerpo
bajo la noche estrellada.
Dictarte cada brillo
que reflejan tus ojos,
los destellos
que atormentan mi calma,
la respiración acelerada,
el calor de tus besos;
que la única pausa en nuestra vida
sea para coger aire
del ahogo de tus labios,
que el único peso
sea tu cuerpo sobre el mío.
Somos pétalos floreciendo en un rosal,
la vida nos fusiona:
como el tallo a la flor,
como las nubes al cielo,
como la lluvia a las nubes.
Eres parte de mí,
soy parte de ti.
Me descontrola la imaginación:
quiero ser preso de una noche
a la luz de la luna,
con tu figura acariciándome el alma.
Respírame lento al oído,
quiero escuchar entre tus palabras
y tus miradas
un deseo infingible.
No me ocultes,
no te guardes las ganas para otra vez.
No quiero ser humo ni polvo:
quiero ser esclavo de tus deseos incontrolados.
Bésame,
no dejes de hacerlo,
que entre la penumbra de la noche
y la falta de vista,
nadie sea testigo
del amor tan loco
que encarnan mis latidos.
Me excitan las letras,
las palabras regocijan
el interior de mi ser.
No me controlo:
las emociones florecen
como convulsiones corporales.
Quiero sentirte nuevamente:
el recuerdo de la noche
no me es suficiente.
Me conviertes en esclavo, lentamente,
de besos apasionados
e ilusiones hirientes.
Aunque a decir verdad,
ni la mayor de las preocupaciones
arrebata el insaciable deseo de tenerte.
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