Alena y Miranda eran muy distintas. Alena de carácter dulce y asertiva, muchas veces prefería pasar desapercibida. Mientras que, Miranda toda una bomba siempre a punto de explotar. Tan llamativa y dinámica, amaba hacerse notar. A simple vista, Miranda entra a una habitación y es querida por todos, su agradable sonrisa rompe cualquier hielo. Su círculo social es amplio y diverso. Por su parte, Alena tan simple y sencilla. Sus amigos se contaban con el dedo de la mano, antes de actuar piensa y mira su terreno.
Esas diferencias las unieron. Un dúo perfecto. Alena, era agua y Miranda el fuego. Una tan rubia como el sol, la otra morena como la luna. De lunes a viernes se apoyaban en sus obligaciones, los fines de semana salían a disfrutar la vida. Poco a poco Miranda fue ocupando más lugar en la vida de Alena. Poco a poco, fue atribuyéndose deberes que no le correspondían. Y lentamente Alena se dio cuenta que aquella amistad venía cargada de palabras hirientes, e intentos de ridiculizar y hacerla sentir menospreciada. Cada logro que Alena alcanzaba Miranda lo disfrazaba de celebración pero entre comentarios sueltos dejaba ver su incorfomidad.
Alena, una mujer de bajo perfil pero con mucho carácter y sobre todo con confianza en sí misma, detectó que todo aquello que su gran amiga le reprochaba no era más que el reflejo de una profunda inseguridad que llevaba en su interior Miranda. Ignorando cualquier señal de peligro, continuó al lado de su amiga, la quería a pesar de que la amistad pesaba. Alena sentía que no podía ser ella misma, y con el tiempo empezó a ocultar aspectos de su vida para no encontrarse con la hipocresía hecha mujer. ¿Por qué si sabía todo esto seguía allí?, quizás agradecimiento, cariño.
Una amistad es una relación. No llevan los mismos ingredientes que una amorosa pero también condimenta la vida. Y a veces, demasiado. Miranda depositó en Alena todo el sodio que pudo, fue alimentando la relación en pequeñas dosis con intención de dañar todo aquello que pudiera cambiar el rumbo de Alena. ¿Para qué?, eso solo lo sabe Miranda. Pero dejar inundarse del sentimiento de temor al abandono deja ver que la vida de Miranda no era lo que aparentaba. La gente a su alrededor se agotaba de contenerla y soportar su constante invasión a la privacidad. A ella le gustaba ser el centro y de no ser así: «no será de nadie».
Finalmente, llegaría el evento que haría despertar a Alena. Miranda, al sentirse desplazada llegó muy lejos difamando la reputación de a quién consideraba amiga. Para Alena fue suficiente, ya no estaba enojada. Estaba lista para dejar ir una amistad de años, sabiendo que Miranda no era mala, pero si tóxica. Sí, esa palabrita tan de moda que a todo se lo adjudicamos.
No todo lo que nos rodea es tóxico. Pero si la persona que te rodea solo destaca tu aspectos negativos: ¡HUYE!. Aquellas personas que merecen estar en tu vida son los las que te ayuden a avanzar. Amigos que te dicen lo que necesitas escuchar. La pareja que crea en tí, que sienta orgullo de quién eres. Y la familia que te cuide. Todo siempre desde el respeto y el amor. Alena, entendió que por más que amaba a su amiga y quisiera ayudarla a mejorar, Miranda era así. Le gustaba ser así, y por amor así misma, decidió tomar distancia…
Historias como la de Alena & Miranda ocurren a diario. Amores y amistades abusivas que no se sueltan por agradecimiento, cariño o por miedo a la soledad, y otros millones de motivos; El miedo a perderte a ti mismo siempre debe ser mayor. Soltar un lazo conlleva una pérdida, es como una muerte no física, que al principio duele pero te prometo que las heridas sanan y el verdadero jardín florecerá.
Ser con alguien NO es mismo a estar.
Cuando se es con alguien eres libre de toda carga ajena, y estar libre es un paso más a la felicidad.
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