Alternativas para hacer de México un país líder en ciencia y tecnología

Alternativas para hacer de México un país líder en ciencia y tecnología


Alternativas para hacer de México un país líder en ciencia y tecnología

Marcos David Silva Castañeda

“No hay límite presupuestal para atender a los pobres”.

Andrés Manuel López Obrador, 18 de enero de 2020,

(1 año con 18 días de gobierno)

Las sociedades enfrentan problemas de escasez, no de abundancia.

Aceptar que los recursos fiscales son limitados (anclados, por cierto, al crecimiento económico) no resulta opcional para ningún gobernante. Cuando se presenta bajo o nulo incremento del producto (por no mencionar decrecimiento económico) se desencadenará una disminución de la recaudación fiscal (lo que afectará el financiamiento y calidad de los programas sociales, entre muchas otras variables).

Más allá de lo urgente que resulta que un jefe del Ejecutivo (o Primer Ministro) deba de entender, aún antes de tomar posesión (incluso antes de la precampaña), que no sobran los recursos materiales, económicos, fiscales o humanos, como la existencia evidente de fondos públicos finitos (enfrentándose, para el caso mexicano, a un bajo recaudo fiscal, según la OCDE, en torno del 12% del PIB, esto sin considerar que del 98% de presupuesto de egresos ya está comprometido para atender el gasto corriente así como la deuda interna o externa, dejando un modesto 2% más un 2% de deuda, 4% en total, que, en realidad, puede ser dispuesto para “nuevo” gasto público) sobresale, ante un Estado con recursos limitados pero problemas ilimitados, la marcada indiferencia que el político mexicano promedio (incluyendo a a los diferentes Jefes del Ejecutivo) tiene de dos de las variables que hacen crecer a una economía de forma sostenible: la ciencia (pura) y tecnología (y/o ciencia aplicada).

En la transición democrática mexicana (de Vicente Fox a Andrés López Obrador, sin excepciones) queda claro que no ha existido una política de Estado para convertir a México en un país líder en ciencia y tecnología capaz de lograr altas tasas de crecimiento económico, así como del incremento continuo de su productividad (que terminaría beneficiando la atracción de inversiones públicas y privadas), incremento sostenido de los salarios reales (no importa, en realidad, los incrementos nominales, terminan siendo inflacionarios en el mediano y largo plazo) que redunda, además, en un alta contribución fiscal para el financiamiento de programas sociales, así como de servicios universales con altos estándares de calidad.

Ante tal panorama es necesario esbozar algunas alternativas para lograr tal propósito con la esperanza de que, con el tiempo, dejemos de hablar de la infinitud de los recursos públicos (afirmación falsa, pero electoralmente necesaria para posicionar a un personaje y a un partido político pero infame, en algún sentido, criminal, en términos de Ciorán, por los estragos que provoca a la vida de millones de personas) o del “sorteo” de un avión para empezar, por fin, a discutir cómo podemos dar marcha cierta a una real transformación de la economía mexicana (que no incluye la disminución de los impuestos, vale decirlo) con base en la ciencia y la tecnología. Aquí algunos puntos que, en su momento, serán discutidos, en próximas generaciones:

  • 1. Facilidades fiscales a la Inversión Extranjera Directa (IED) que esté dispuesta a participar en proyectos de formación, enseñanza y apropiación tecnológica en Universidades y Centros de Investigación del país (es el modelo chino que vincula empresas locales y nacionales, con universidades y centros de investigación).
  • 2. Destinar permanente el 3.50% del PIB a la Investigación y Desarrollo de Ciencia y Tecnología de forma ascendente pasando del 1.2%, al 1.5%, al 1,8%, hasta llegar al 3.5% en los próximos 10 años.De Vicente Fox al gobierno actual esto no se ha logrado implementar, sobresale la marcada reducción al presupuesto del CONACYT y la UNAM, por dar dos ejemplos solamente, en la administración actual; no solamente no nos hemos acercado al cambio Teconológico y científico en México estamos retrocediendo en los pocos avances obtenidos en los últimos 20 años.
  • 3. Instituir un fondo de inversión para contingencias presupuestales que sea financiado, a través de los impuestos al comercio internacional (especialmente si se retoma el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) el proyecto de recaudación fiscal más ambicioso del gobierno mexicano desde que nos hemos conformado como nación independiente) para apalancar, vía el turismo y el comercio internacional, la ciencia y tecnología nacional y permitir, con ello, la continuidad a las investigaciones para evitar, conforme crezca el PIB, la disminución del presupuesto anual destinado a financiar la ciencia y la tecnología en el país, en términos reales.
  • 4. Dar estabilidad laboral a Profesores e Investigadores que lo sean de tiempo parcial o interinamente, creando incentivos con base en resultados, y aportaciones a la ciencia, buscando incrementar, gradualmente, el número de patentes registradas; convirtiendo esta opción en una forma de recepción doctoral, así como un mecanismo cierto para acceder a espacios de investigación condicionada al registro de patentes para crear una ruta de innovaciones e incentivos a la ciencia y la tecnología.
  • 5. Creación de un órgano del Estado, con periodicidad transexenal (podría ser el propio CONACYT) con autonomía presupuestal, equivalente a la del Banco Central mexicano (BAXICO), que no esté condicionado a las elecciones, la administración pública, ni al humor, antipatía o abierta indiferencia del gobernante en turno (de Fox a López Obrador no podemos colegir que los Presidentes de la transición mexicana sean personas de ciencia, mucho menos cultos, ni formados, académicamente, para entender el mundo del siglo XXI. Hay mucho de comicidad en su capacidad de entender el ,mundo, y la pobreza de su aprecio a la ciencia es monumental. Ciertamente, del 2000 al 2020 sobresale la supina ignorancia de la ciencia y la tecnología de unos y otros mandatarios).
  • 6. El acceso a recursos de financiamiento para la ciencia y la tecnología en México deben garantizar dos principios: la continuidad y la coherente calendarización de convocatorias, así como el acceso a infraestructura con base en proyectos y resultados (medidos en aportaciones a la ciencia pura o aplicada, y su comercialización). Es vital vincular la ciencia pura a la tecnología productiva tanto para la apropiación de propuestas extranjeras, como para producir innovaciones tecnológicas en el país.
  • 7. Facilidad operativa para el acceso de diferentes formas públicas, privadas y mixtas de financiamiento a proyectos de investigación en las variadas ramas del conocimiento humano.
  • 8. Creación de departamentos de investigación que puedan lograr acceso a recursos públicos y privados de forma tal que la industria de la construcción (por poner un ejemplo) pueda convocar convenios de investigación y formación de recursos humanos especializados en proyectos de inversión (por ejemplo, en tecnología verde) para largos periodos de tiempo, 10, 20, 30, 50 años en Universidades y centros de investigación del país.
  • 9. Fundación de cátedras internacionales, con convocatorias a nacionales extranjeras, especialmente con grupos de investigación en torno de Premios Nobel, o científicos de vanguardia en sus líneas de investigación, que tengan acceso al financiamiento de proyectos de investigación con la finalidad de atraer la presencia de investigadores con reconocimiento internacional que laboren por 2, 4, 6 o 10 años en Universidades y Centros de investigación del país.
  • 10. Integración de requisitos a la Inversión Extrajera Directa que incluya la formación de mexicanos en Universidades nacionales y extranjeras, demandándose un porcentaje, a forma de impuesto en especie, para financiar la investigación, apropiación y mejora de tecnología en diferentes áreas del ciclo productivo y de diferentes ramas del conocimiento.

Cierto es que estos puntos son enunciativos, mas asientan diferentes hechos: existen limitaciones a los recursos públicos, es falso afirmar lo contrario, necesitamos mayores tasas de crecimiento y recaudación fiscal, sin ellas no es factible incrementar el gasto en programas sociales,aumentar la inversión pública, ni elevar la calidad de vida de millones de personas vulneradas y vulnerables. Cierto es, también, que carecemos de una política de Estado a favor de la ciencia y la tecnología en México, ambas, variables fundamentales para alcanzar mayores tasas de crecimiento económico. Dando pasos en retroceso, con serias afectaciones al CONACYT y al presupuesto de la Universidad Nacional. Esto sin considerar otros casos y la indiferencia a la cultura del gobierno federal encabezado por López Obrador. Tenemos 20 años sufriendo los efectos de la indiferencia hacia ellas, a través, por ejemplo, del bajo desempeño económico del país, pero también, hay que señalarlo, en la propia formación y educación científica de los Jefes del Ejecutivo mexicano. Nuestros Presidentes son el mejor ejemplo de cómo no se debe educar, científica y tecnológicamente, a una persona. En este año alcanzaremos tasas negativas de crecimiento (2019). Las expectativas para el año 2020 cada vez son más modestas (menos del 1%, a inicios de enero). Tenemos que reconocer que contamos con una economía del siglo XIX, con rasgos del siglo XX, que no está preparada para ingresar al siglo XXI, esto es, a la energía verde ni la inteligencia artificial, mucho menos a la robotización o economía digital. Resulta apremiante preguntarse, ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo tendremos una política de Estado (de largo plazo) para convertirnos en una potencia en ciencia y tecnología en nuestro país?

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