Una Biografía

Una Biografía

Diego Sc

09/02/2020

En realidad debería reconocer que por tiempos indefinidos he buscado concretar algo sumamente dichoso como es el poder contarse a uno mismo lo que ha sucedido en su perspectiva, con el paso del tiempo me he ido convenciendo que no es un acto fácil de lograr.
Si busco en mis archivos más relevantes de la vida, creo que he logrado y perdido demasiadas cosas que sólo han estado ahí para ser parte solamente de una realidad tal, aunque si pienso por un instante perdería demasiado mi tiempo en tratar de entender el por qué. Creería que soy un rápido esbozo de lo que alguna vez o quizá nunca pensé ser.
Hoy amanecí acordándome de los calores y los días largos alrededor de mis 7 u 8 años. Crecí en dos lugares a la vez, sí, en dos, mudanza de por medio.
Así que ahí estábamos: un paisaje de veredas pequeñas encerrados entre casas una al lado de otra, ni el Sol perforaba las ramas fortachonas de los paraísos florecidos y cargados de hojas desde principios primaverales. Un pasaje —una cortada, solía decir mi mamá—. El lugar que nos llevó mi viejo se convertía en arena y mar, pensaba yo, si bien era agua, para mí, fue que en esos años instalaron un río a cinco cuadras de casa.
Cientos de historias pasaron en ese lugar, lindos recuerdos como el cumpleaños de quince de mi hermana, los paisanos que vimos después de unos doce o trece años, y las idas a pescar los sábados a la madrugada con mi primo, mi hermano y mi papá. También transitamos con cosas tristes como cuando el negocio decayó y decayó de tal manera que perdimos todo el esfuerzo que mis abuelos y mi papá habían hecho durante casi treinta años. La vida sigue se escuchaba puertas adentro de la casa que nos tuvo que prestar un amigo de la familia para no quedarnos en la calle hasta que yo terminara séptimo grado. La vida siguió y nos mandó a casi la actualidad pero con veinte años más prácticamente, la realidad se me salió por la ventana de la razón y empecé a correr por las manzanas jugando al ring raje de repente con ocho, nueve tipos a mi alrededor corriendo desaforados casi con los rostros enrojecidos del calor y de la adrenalina que despertaba la insistente emoción de caerle a los vecinos, una y otra vez, a la puerta de sus casas. Qué importante que me sentía, qué grande, de hecho te lo dan los amigos de la infancia, aunque yo ya pasaba a la etapa preadolescente en ese momento se me destrabó todo lo que tenía acumulado, por criarme entre negocios de grandes.
Pasábamos las tardes chorreando de transpiración por no ir a tomar agua y que no te dejen afuera del picadito que salía en tres segundos, cuando se completaba el cuatro contra cuatro o el glorioso y mismísimo dos contra dos. Si te habías ido, no quedaba otra que esperar los goles que se habían pactado o hasta que se hartaran de jugar.

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