Es 1998. Está terminando el siglo XX, y junto al descomunal desarrollo tecnológico globalizado, se perciben nubarrones en el horizonte, en nuestro país y en el mundo…
Dos amigos argentinos, que vienen sobrellevando una amistad inalterable pese a todas sus diferencias, deciden viajar a París a celebrar su cumpleaños número 50. Y de paso rememorar los 30 años del Mayo Francés del 68, que también provocó en su momento, y sigue provocando, diversas reacciones en ellos.Como si fuera poco, es además el año en que se desarrollará el Mundial de Fútbol en Francia…
La historia está narrada en tres capítulos: “El viaje” es el primero y alude a todo lo que ocurre en el avión. “Los laberintos”, el segundo, cuenta lo que ocurre cuando llegan a destino, y las circunstancias que viven que son bastante diferentes a las que imaginaron. Y el último es “Los destinos”, donde efectivamente, cada uno de ellos decide “su destino”, lidiando con multitud de circunstancias de todo tipo, casuales o elegidas.
Sus decisiones, conscientes o inconscientes, lógicas o contradictorias, esperables o paradójicas, y la intervención nunca menor del azar, convierte a ese viaje en una metáfora de la vida toda: al principio “nos vemos llevados”, entregados al poder de otros que se supone que saben a dónde vamos y cómo llegar; luego, librados a nosotros mismos, deambulamos en una red laberíntica y confusa que a veces se parece a la libertad.
Finalmente, si hay suerte, logramos delinear un destino más o menos claro y, aún con la carga del pasado sobre nuestros hombros, nos dirigimos hacia él, así sospechemos que el trayecto es a veces el de un tren, y otras veces el de un carrusel…
De un modo u otro, durante el viaje se entrelazan las historias verticales, generacionales de cada uno, con la historia horizontal que comparten con todos los que en el mismo espacio y tiempo tratan como ellos de resolver sus enigmas.
Como suele suceder, “a más interacción, más diversidad”, pero eso no impide que una y otra vez, de un modo u otro, aparezca en el escenario un factor constante, “esa escaramuza victoriosa que nos consuela hasta la batalla final”: el AMOR. Al modo de AMISTAD, de VÍNCULO ERÓTICO o de RELACIÓN FILIAL, vamos descubriendo, junto a los viajeros, que si bien, a menudo sentimos que con él solo no basta, también experimentamos profundamente que, sin él, es imposible.
Rolando Martiñá
OPINIONES Y COMENTARIOS