Recuerdo en pasado

Ella se quería sacar las espinitas que le habían dejado tallando su cuerpo, marcando los puntos dolientes de los momentos que, ahora, solo atesoraba el viento. Se las quería sacar para producir el inundamiento y sentirse la diosa que controla las mareas y prueba el sabor del sufrimiento.

Se las quería sacar porque así evitaba clavar otras tantas que igual clavo con desconocimiento. Se las quería sacar todas de un solo movimiento. En la duda chispeaba el mango de un encendedor que iluminaria el acontecimiento y con un pucho en la boca repasaba todas esas frases hechas que a nadie le había pedido.

Incertidumbre inquieta y maldades por costumbre, marcas de agua grabadas en una personalidad que un poco la aturden. Ya las uñas le picaban, le pedían, suplicaban, que se rasque la alegría y la resaca de una vida desgastada. Los repasos de un pasado sin edulcorante. Ráscate la vida, asquéate, rescátate.

Ya se había olvidado de los ríos corriendo sobre sus tierras, fecundando esa piel cargada de amenazas de guerra. Ya se había olvidado lo que era sentir la humedad en la querella. Una doncella cubierta de deseos de números ocho, humedecida de faltas y empapada de carencias que se ahoga en emociones rojas y las prueba, y las goza y las nada sin chaleco salvavidas por que la salvación es ella y no se quiere tanto como para extenderse la mano más que para hacerse doler, los deseos de demonios, secos, purgatorio terrenal, hundimiento celestino de una vida y cosas que ahora le importan un comino.

Se chupa los dedos, y la culpa, tira por la ventana esas mascaras que la hicieron desear, hay sirenas en su piel, susurros de esperanto que no entiende, pero los sigue igual. Seguí piba, seguí, todavía no te terminaste de secar. Seguí, piba seguí, todavía te falta encontrar, rasca más, al fondo debe estar. Pero cuando termines hace esos rituales de macho violento que pide perdón con chocolate y sexo oral.