Aventura mensual: Super Perico y Un amo digno de su sirviente (23 de 32)

Aventura mensual: Super Perico y Un amo digno de su sirviente (23 de 32)

Arte Lancelot

15/12/2025

Las aventuras de Super Perico


Un amo digno de su sirviente

Primer movimiento


Vigésimo tercer movimiento: Trabajo y vagancia

Versión en audio:

En su trabajo diario de guarda de finca, el señor González nunca arriesgó demasiado. Siempre cuidó de demostrar su apoyo incondicional a la política de Haram, sin importar que fuera oscura o del color que fuera. En su momento, con el crecimiento exponencial y cuando creyó ver un probable bando ganador: también se juramentó con la señal del conejo, creada para normalizar la persecución de los policías aficionados. 

De tiempo en tiempo, los diversos bandos de matones esparcían sus recetas para la vida semi tranquila de un guarda profesional. Tales recetas, una vez comprobadas con algunos colegas de su misma hechura, eran acatadas en procura de una mayor tranquilidad para sí mismo. Y en honor a la verdad, también daban tranquilidad a sus patronos. 

En su trabajo de guarda no todo era mediocridad, también podía presumir de algunos méritos. Ocasionalmente, había tenido algún encontronazo con delincuentes. Logró la foto de la Casa que aparece y desaparece. También, casualidad muy apropiada para nuestra aventura, durante años había ideado un plan imaginario para atrapar a los cuatreros que nuestras niñas y Super Perico buscaban. 

Tales planes resultaban de lo más extraños para sus conocidos, si se considera su afán por llevar una vida tranquila. Eran tomados por simples fantasías nacidas de su gusto por presumir de virtudes que nadie reconocía. No obstante, gustaba conversar y presumir de un plan que a sabiendas y bajo ninguna circunstancia jamás ejecutaría.

Luego del desvanecimiento de la Casa que aparece y desaparece, fueron Astrid, Mariazinha y Super Perico, a los que en su oportunidad les correspondió entrevistar al guardia. El señor Gonzáles advirtió a sus oyentes, de sus estrategias para llevar una vida tranquila.

—Los cuatreros jamás atacarían esta propiedad. Soy más fiel al gobierno, que el más fanático democrático. Hago lo que haya que hacer por un resultado electoral, que al estilo de Haram, deseamos preservar por siempre y nunca conseguimos. Tonto el partido que se deje —hablaba en voz alta, como esperando ser escuchado por algún potencial perseguidor—. Todo el mundo sabe que los cuatreros y el gobierno tienen un trato. Lo sé muy bien, pues he estudiado sus robos por años y años— al decirlo, enseñaba unos papeles llenos de datos, recortes y garabatos extraños.

Como fiel seguidor de los cambios de la opinión oficial, poco temía del gobierno. El dicho popular le daba la razón al menos, en cuanto a su propia tranquilidad de oficio.

—Si yo estuviera completamente de vago, arrestaría fácilmente a esos abigeos… —presumió el señor González al CPAN. Se dejaba llevar por el intenso interés que Super Perico y las niñas mostraban por unos papeles menospreciados— un completo holgazán, sería mi elegido para la misión.

—Yo estoy de vaga —afirmó Astrid con humildad. La niña, fugada de su familia y las instituciones del gobierno, estaba de sobra acostumbrada a las groserías. 

El menosprecio era rutina de muchos que intentaban disuadirla de sus peligrosas aventuras. En cuanto a su trabajo parcial en el restaurante cosplay, se suponía que actuaba de incógnita. Mariazinha, quién, por el contrario, conservaba su rutina escolar, arrugó la cara sin decir nada.

—Yo también soy un gran vagabundo —apoyó Super Perico. 

—Pues está hecho, los atraparán si dejan que el perico se encargue de la violencia. Pasado mañana les explico los detalles. Primero debo asegurarme si es verdad que la «masa» está de acuerdo. De lo contrario, todo se va a ir al carajo —ni el perico, ni las dos niñas entendieron la palabra masa. Luego le preguntarían a Chloe su significado.

El plan de Gonzáles no requería de su propia presencia en lo absoluto. Según él, era la actitud correcta de un profesional. Estaba conforme con ser el autor intelectual de la estratagema. Tampoco afectaba los intereses del dueño de la finca a su resguardo.

—Hablamos de vagancia, pues es necesario invertir mucho tiempo para el plan que les propongo. Yo tengo mis obligaciones. —Luego intentó un tono más cordial—: les pido perdón, un policía aficionado no es ningún vago. A ellos les pagan por su trabajo, es dinero bien ganado.

—Nosotros no ganamos nada —admitió el perico. El ave se sentía algo avergonzada por el reiterado menosprecio del guarda.

—Si no les pagan es porque no les da la gana. A los niños también les giran, eso no es pretexto en Haram. —Gonzáles razonaba como si el heroísmo gratuito denigrara su propia profesión—. Yo siempre le digo a mi gente: si a alguno le da pereza poner la mano para tomar el dinero, entonces si está de vago.

El tema del metálico era bien oportuno, pues recién se había presentado una seria discusión al interior del CPAN cuando unos campesinos insistieron en pagar por las reparaciones. 

Ni Mariazinha, ni Super Perico habían permitido recompensas hasta entonces y devolvían todo. Chloe estaba muy molesta con los dos por devolver el dinero. A las demás, no parecía incomodarles el obsequio en metálico.

—A los policías no se les debe pagar, no lo permite la ley —se quejaba Mariazinha.

—Ellos reciben salario fijo. Pero con los policías aficionados, la situación es bien diferente: les puede pagar quién les de la gana —defendía Chloe su punto.

—Que decida Super Perico, puesto que es el héroe —fue la opinión de Mariazinha.

—En ese caso será gratis, los pericos no necesitamos nada —respondió la avecilla sin titubear.

—Un perico no necesita nada. Pero las niñas sí necesitamos toda clase de objetos: dulces, muñecas, lazos de colores —bromeó Melody.

Cuando ya consiguieron estar más tranquilos por la disputa, modificaron una vez más el reglamento del CPAN. Crearon una herramienta que resolviera los conflictos por la vía administrativa según un procedimiento claramente establecido. Como sabemos, a Chloe le encantaba redactar reglas; aunque por supuesto, utilizaba los originales de los adultos como base. Para satisfacer la curiosidad de los lectores, podríamos resumir el acuerdo monetario del club de niñas en lo siguiente: 

«Solo se aceptaría dinero por recompensas autorizadas o convalidadas. El CPAN permitiría donaciones en especie y mano de obra para las reparaciones en actividades de conserjería. El dinero en efectivo, donado para reparaciones, debería ser manejado por la misma comunidad o en su defecto, el mismo beneficiario que designaran las empresas aseguradoras de la CASPA. No aceptarían dinero por adelantado sin sentencia judicial. Serían los tribunales y la policía quien decidiría por cual caso se podría aceptar dinero o no mediante el respectivo AAC o su convalidación. Aceptarían un máximo de diez veces lo pagado por el responsable del AAC, y en todo caso el tribunal debía liberar el dinero primero, aunque la iniciativa de financiamiento fuera privada».

En Haram se consideraban que las sentencias AAC eran una pésima paga, en comparación al salario del tiempo invertido por un profesional. El número diez no es casual, pues era dicho común que su verdadero valor debía multiplicarse por diez, sin considerar el peligro ni otros intangibles imposibles de evaluar. No existían estudios serios que demostraran tales afirmaciones. Para los casos más complicados, como el Amigo; se afirmaba comúnmente, que cualquiera que fuere la paga se estaba trabajando de gratis.

Por supuesto, las niñas y el perico no solo discutieron por el dinero. Otro contratiempo, también de naturaleza moral, fue por el obsequio de juegos pirotécnicos que recibieron de una fábrica clandestina. Imitaban en esto, las aventuras caricaturescas de unos unicornios, que habían utilizado bengalas como señal de alerta.

—¿No debemos denunciar a la policía que recibimos donaciones de una fábrica clandestina? —Super Perico era el más preocupado.

—No es necesario. Mi papá, el sargento Joel, les compra cohetes para las celebraciones municipales de fin de año. Ya están de sobra enterados —explicó Mariazinha.

—¿No creen que me va a castigar el ángel?

Luego de discutirlo entre todos, propusieron la siguiente teoría; que quizá les sirviera para evitar disgustar a los ángeles de las bandadas:

—Díselo a la comunidad, que ellos decidan. No creo que tu ángel te castigue si haces eso. Es lo que yo hago, contarlo a todo el mundo para no arrastrar el polvo de Sodoma —explicó Chloe, quién no entendía la estrategia educativa del ángel, si es que no era imaginaria. Casi estaba tentada a tomar por mojigatería los temores del perico.

No muy convencido el pájaro aceptó los petardos de la fábrica clandestina. Por experiencia, sabía que tomar de ejemplo al sargento Joel era pésima idea; pero no quería contrariar a sus amigas. 

Probablemente fue entonces cuando les explicó a las niñas el punto débil de sus superpoderes. Aparentemente era castigado con la pérdida temporal de sus habilidades si mentía o cometía otros pecados. 

Se opuso firmemente a cualquier experimento. Temía que Dios y los ángeles lo tomaran por irreverencia. No podía asegurar que lo perdonasen; ni tampoco el efecto que tuvieran en los presuntos castigos, sus propias opiniones o la de los demás. Para Super Perico, tales valoraciones eran terriblemente confusas. Además, los humanos criticaban un patrón inconsistente cuando trataba de explicar sus temores.

Por esos días, siguiendo el consejo de Pavel, el extraño habitante de la Casa que aparece y desaparece; nuestro héroe había retornado al ejército, pero en esta ocasión buscando los cursos destinados para civiles. 

Pese a sus remordimientos por su participación en los bombardeos del territorio de la isla Ádulam, conservaba algunas amistades en la milicia. El lugarteniente Yuki, quien había sido su superior, colaboraba por entonces con unos cursos nocturnos de combate al estilo sureño, como parte de la proyección social de los militares de Haram.

—La técnica de pelea al estilo sureño es ideal para policías aficionados. Te permite inmovilizar a tu oponente desde lejos y sin ni siquiera tocarlo —nuevamente Yuki intentaba ganarse al perico.

—¿Se puede arrestar a un delincuente sin tocarlo? —el pajarillo estaba sorprendido.

—Por supuesto, utilizando sogas con una técnica similar a como en el campo se inmoviliza ganado.

Yuki no titubeó en alabar con toda clase de ventajas su propio curso, como si orquestara una campaña publicitaria. Destacó la existencia de tres técnicas preferidas por los aficionados: el enlazado de larga distancia, el torbellino y la triple vuelta. En los juicios se consideraban métodos de arresto universal y podían utilizarse con casi cualquier tipo de AAC sin importar la gravedad del delito. 

Su principal desventaja: legalmente el juez se negaría a reconocer la mala ejecución como resistencia al arresto. Esta deficiencia facilitaba el portillo legal para una teórica evasión del delincuente conforme con la ley.

En Haram los asuntos de honor también son un factor importante, así que el ejército también había investigado sus efectos sociales y la interpretación cultural de las técnicas de pelea al estilo sureño. 

El 90% de los habitantes consideraba que estos métodos de arresto universal podían utilizarse honestamente en una pelea cuerpo a cuerpo. En la época de nuestra aventura, eran interpretados como una forma elegante de llevar el combate a un rápido final. Un peleador de segundo nivel no lastimaría a su oponente con un enlazado universal a menos que actuara con alevosía. 

Finalmente, para evitar una acusación por secuestro el aficionado debía llamar inmediatamente a la policía; o en su defecto, demostrar en forma convincente su pronta libertad.


—Siguiente entrega disponible el 15 de enero del 2026
—Libro completo disponible en octubre del 2026


Ver también: Un amo digno de su sirviente, Arte Lancelot

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