Hay días en lo que me invade el abismo,
siento que todo me aplasta,
una charla me hiere,
una mirada me incomoda,
el frío me hace doler la espalda,
me quita el sueño,
y pausa mi corazón, si es que estaba funcionando.

No puedo descifrar qué me pasa,
seguramente lo sé,
la respuesta debe estar ahí tapada,
bloqueada, encandilada, aplastada…

La inseguridad se apodera de mi,
como a una metrópolis tercermundista en llamas,
como una escena sacada de El Eternauta.

Entre tanto caos me detengo,
ante un trozo de espejo roto,
lo tomo,
lo traigo a mi rostro,
apunto a mis ojos,
y en medio de la amnea rezo.

Deseo profundamente que nada sacuda tu mar,
si hay olas que sean de risas,
que las gaviotas lleguen a contemplar tu paz.

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