El Placer de dos Mundos Conectados

El Placer de dos Mundos Conectados

Neiver Rodriguez

20/04/2025

Permítame beber esta copa,
aquí solo en mi habitación,
donde habitan recuerdos
tan sublimes como tu piel.

Pues una copa bebí
estando contigo en aquel bar,
rodeado de tanta gente,
pero parecía que solo estábamos tú y yo.

Bebimos tanto y estábamos tan ebrios,
mas con la conciencia sobria,
pidiendo otro brindis,
al igual que otra copa.

Tu mirada me cautivaba,
tan suprema tu presencia,
la perfección hecha persona,
yo caído a tu merced.

Tú tan cautivada por verme,
o incluso por querer tocarme,
más allá de lo superficial,
conectar más que en cuerpos.

Entregándonos en almas,
nuestras manos si se tocasen,
sería aquel ensueño
donde sueño lo inexplicable.

Solo escuchando tu voz,
tal vez el trago me hacía alucinar,
o era tu aroma, tu sonrisa,
tus curvas tan dominantes.

Todo ese tiempo pasó tan rápido,
eran horas en minutos,
sus minutos en segundos
que se volvían milésimas
al punto de inventar otro tiempo.

Tomé la iniciativa de invitarte a mi mundo,
en su pequeñez era enorme,
y juraba que te encantaría conocerlo,
aunque me jurabas

que tal vez al conocerlo
me conocías a mí,
pues conozco lo que eres
apenas te conocí.

No sé en qué momento todo cobró sentido,
pasé de estar ebrio
a tener sentidos activados,
el frío apagó y una llama se encendía.

Llegamos a mi mundo,
todo te parecía agradable,
lejos de casa,
te sentías en ella.

No había hambre ni sed,
solo había ganas
de consumir nuestros deseos
a flor de piel.

Me acerqué a ti,
mirándonos fijamente,
tus ojos eran un paisaje
el cual quería conocer.

Rodeado de bellezas,
queriendo hacer salir agua de tu fuente,
o caminar entre tus curvas
sin ningún cartel
que impida mi exceso de velocidad.

Tú tan encantada,
pues era un mago
que quería enseñarte mis trucos,
algunos te dejarían enamorada,
otros te harían alucinar.

Al tocarte eras la galaxia,
recorriendo tus estrellas,
mirando tu hermosa luna
reflejada por el calor del sol.

Se escuchaba una bella melodía
que la entonaba tu voz,
al punto en que parecía una obra maestra,
no sé si de música o escultura.

Pues tu piel era lo más cercano
a una suavidad indescriptible,
que se volvía aún mejor
cuando me recostaba en tus senos.

Yo fui a otra realidad
en la que solo vivía tu ser,
todo lo que podía hacer en ella
era el amo de ese mundo.

Podía hacer que los polos se derritieran,
que las cascadas inundaran,
podía hacer que el placer fuese una ley,
que los besos fueran el nuevo idioma.

Podía hacer olvidar el dolor,
podía cuidar tu figura de reina,
podía hacer todo lo que quisieras
o simplemente haría que sintieras que estás viva.

Al irme de esa realidad,
todo fue tan extraño,
me recosté en la almohada
y tú en mi pecho.

Miramos el techo
como si fueran las estrellas,
pues habíamos
tocado del universo.

Nos dormimos
sin querer despertar,
solo quedarnos al lado del otro
hasta que el mundo acabase.

Pero al llegar el amanecer
te fuiste dejando una nota
en la que me decías:
«Gracias por conectar nuestros mundos».

Solo tomé una copa
y recordé tu realidad,
esperando volver a ella
algún día.

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