Las aventuras de Super Perico
Un amo digno de su sirviente
Décimo quinto movimiento: Demasiado feminista
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Desde que investigara las causas del ataque a la isla Ádulam, nuestro héroe se sentía desconcertado y culpable por su participación. No terminaba de comprender los confusos argumentos de los superiores, pero en su interior temía desobedecer las advertencias del ángel de las bandadas. ¿Podía un periquito con superpoderes hacer daño a la humanidad que pretendía ayudar? Le habían advertido que tal posibilidad era completamente real.
Pero sus amigos, tanto los soldados como sus jefes, intentaban convencerlo de la justicia de sus intenciones. Contaban historias horribles, actos terroristas, barbaridades del pasado que parecían disminuir con el tiempo, pero que reaparecían una y otra vez en nuevas formas.
Las pruebas abundaban cuando se trataba de demostrar la hipocresía de los países vecinos. Ellos se habían confabulado para robarles la isla en el nombre de la defensa de una supuesta independencia.
Según su versión, los organismos internacionales obligaron a Haram a realizar inversiones multimillonarias en Ádulam para legitimar el tratado de paz que imponía el protectorado electivo. Luego, con toda clase de trucos sucios y engaños, pretendían desaparecer en la nada toda la inversión. Gratuitamente pasaría al país vecino de Cedrón, por influjo de una traicionera y funesta corrupción internacional. Según los analistas, en cuestión de años o décadas Cedrón sería elegido el nuevo protector.
Super Perico había tomado amistad con Viviana, una de las escasas mujeres en el ejército. No era soldado, pues no se permiten mujeres soldado; sino agente de prensa. A causa de su agresivo proselitismo era admirada por los grupos feministas del país; aunque también muy despreciada por otros sectores, probablemente por sus ideas radicales.
A nivel internacional era considerada como una de las principales defensoras del derecho de las mujeres a participar en la milicia. Famosa escritora del best seller: «La superioridad de las mujeres del futuro», del que luego se había retractado por requerimientos políticos y legales.
Pese a desdecirse por sus inicios radicales, había conseguido con ayuda de sus editores que no se censurara la difusión del libro. La rectificación pública no había perjudicado para nada las ventas, antes por el contrario, las habían multiplicado. En ese entonces seguía batiendo récords en el país, especialmente entre el público femenino.
En el controversial documento, razonaba que los hombres utilizaban rutinariamente métodos inmorales para imponer su superioridad; comportamiento que autorizaba a retribuirles de igual forma o peor.
Argumentando a partir de una obtusa ley del talión, incitaba a que las mujeres tomaran el poder utilizando para ello métodos inmorales. Abiertamente, el libro reclamaba el derecho de las mujeres para apoderarse del mundo y gobernarlo.
Super Perico, como podría esperarse, era completamente ajeno a toda esta discusión política. Suponemos que ni siquiera se había enterado que su amiga Viviana era una renombrada feminista.
Los dos habían desarrollado amistad por iniciativa de la misma reportera; quien desde un principio recibió autorización para aprovechar la presencia del superanimal para mejorar la imagen del ejército. El ave por su parte había simpatizado con la mujer y comenzaba a tomarla por consejera.
Por supuesto, le había consultado también por sus remordimientos:
—¿Somos los malos o somos los buenos? —preguntó el perico a la periodista. —Necesito que alguien me lo explique. Temo estar enemistándome con los ángeles.
A Viviana le molestaba hablar de malos o buenos, lo suponía un concepto machista por alguna razón que no comprendemos. Existía sin embargo, otro problema más importante, que como miembro de la oficina de prensa le correspondía directamente.
—Existe el rumor de que el ejército de Haram es controlado por satánicos. Tu presencia aquí, nos resulta de maravilla para silenciar esas calumnias. Nadie necesita un perico para destruir edificios, sino para asuntos de mucha mayor importancia y utilidad. ¡Te necesitamos!
Mas el pajarillo estaba convencido que los ángeles y Dios son amantes de la paz. Le resultaba horrorosa la idea de involucrarlos en un conflicto militar, aunque fuera solo simbólicamente.
Peor aún, nadie había logrado convencerlo de la justicia de las intenciones del ejército. Todo lo contrario, sospechaba que había elegido el bando equivocado. Con mucha angustia y confusión sincera, decidió confrontar a Viviana con toda franqueza y sinceridad, preguntó de forma que no diera espacio a rodeos:
—Ponte el corazón en la mano, me has dicho muchas veces que somos amigos. Te lo suplico, respóndeme con sinceridad: ¿somos los buenos o somos los malos?
Una pregunta tan aguda y directa de Super Perico, conmovió a la periodista. Viviana resolvió no engañarlo más y le contestó conforme a su solicitud:
—Somos los malos —respondió con la frialdad de un cirujano que admitiera su fracaso sin signos de arrepentimiento.
«Pero los ejércitos no se juzgan por el bien o por el mal. Debes interpretar los hechos por el progreso y la estabilidad que producen. Si hubieras leído los libros de historia que yo he leído, entenderías que el bien y el mal no es la forma de decidir si un ejército funciona o no. Los seres humanos no razonamos así».
Esperaba la respuesta del periquito. Ante su silencio, Viviana continuó:
—Lo que realmente importa al juzgar un ejército, es su capacidad para construir un mundo mejor. Contempla al mundo con ojos de historiador. ¡Cometes un terrible desacierto! Desde que Adam mordió la fruta prohibida, los ejércitos estamos más allá del árbol del bien y del mal.
Como Super Perico no decía nada, la periodista esperó con paciencia. Luego de mucho meditarlo nuestro héroe tomó una firme resolución:
—Si somos los malos, entonces me largo —afirmó enojado por un mundo que no entendía.
Estaba agradecido con su amiga. Hasta entonces había sospechado que sus compañeros soldados no veían con seriedad sus pretensiones de hacer lo correcto y defender lo justo. Apreciaba a Viviana como la mujer que por fin había decidido decirle las cosas con claridad.
Aún así, tenía el presentimiento que ella ocultaba mucho más… Pero por ahora, logró más que suficiente. Decidió marcharse de la milicia en cuanto pudiera.
El ejército de Haram no quiso dejarlo marchar. Las leyes para animales eran confusas; los abogados no encontraron impedimento ni en dejarlo marchar ni en obligarlo a quedarse. Desde el punto de vista legal se podía por igual comer perico, o nombrarlo general.
Otro tema que apareció en las discusiones sobre su dimisión, fue la ubicación del Palacio de los Pericos. Nadie había podido localizar el lugar en los mapas. A partir de las referencias de la super mascota, habían concluido inmediatamente que se trataba de un sitio ubicado en el extranjero. Sin embargo, lo más extraño de todo, era que los asesores extranjeros no eran capaces de reconocer su país de origen.
—Un lugar primitivo, sin interés civil, ni militar. Como una construcción de castores, pero de mucho mayor tamaño. No creo que haya confundido las referencias intencionalmente —concluyó uno de los científicos asignados.
—¿Entonces?
—Entonces nada. No hay necesidad de molestar al perico con este asunto, se trata de una acumulación de troncos sin sentido —recomendó Viviana al tribunal. Ella había prometido a nuestro héroe intervenir a su favor en las discusiones.
El ejército de Haram perdió interés en el tal palacio. Como un último intento, enviaron exploradores a buscar el sitio pretextando interés científico. La excursión no tuvo ningún éxito. Viviana le advirtió al ave:
—Sospecho que el Palacio de los Pericos se encuentra oculto por los ángeles. No se lo he dicho a los demás, pero entre los humanos existen muchas leyendas antiguas en ese sentido. Ya viste como trabajamos en la milicia, y ellos buscan tu hogar. No creo que debas ayudar al ejército ni a nadie a encontrarlo. Si no fuera humana, supongo que jamás les revelaría su ubicación… tampoco a mí misma. Comprende que los humanos tenemos nuestras lealtades, y los pericos la suya.
—Gracias por la advertencia.
Decidió seguir el consejo de la periodista; aunque Super Perico no entendía como podía ocultarse una montaña entera. Desde su punto de vista era un secretismo inútil; su hogar estaba completamente a la vista de todos y facilísimo de ubicar.
Los humanos tienen fama de no entender direcciones, por muy claras y simples que se les explique. Pese a su intelecto superior, tienen disminuido otras capacidades sensoriales. Por eso dicen las aves que los humanos se pierden solos y cuando uno los guía se pierden todavía más.
Lo dejaron marcharse. No fue fácil; el periquito tuvo que insistir mucho, casi a diario. Alegaba ser representante de Dios y los ángeles. Insistía que el cielo se enojaría con él al inmiscuirlos en asuntos que les molestaba. El castigo era previsible. No entendía, como aún no habían tomado medidas disciplinarias.
Para marcharse, le obligaron a firmar muchos papeles. Como era perico, les bastaba con la impresión de su patita. El lugarteniente Yuki intentó como pudo explicarle con claridad lo que implicaba ese acto en adelante:
—Si la población de Haram se queja de tu mal comportamiento, nuestro tribunal tendrá derecho a retirarte tu permiso de exclusión. En ese caso no tendrás otra alternativa que obedecer nuestras órdenes. ¿Quedó claro?
—Comprendo —hubiera respondido con un «creo», pero Yuki le había advertido que tal respuesta disgustaba a los superiores.
—Aquí pones tu patita… Muy importante, el párrafo final:
«Yo, Super Perico, declaro que estoy orgulloso y satisfecho de la actuación y trato del ejército de Haram. Lo considero el legítimo defensor de la Verdad y la Justicia. Contará con todo mi apoyo cuando fuera necesario».
—Yo no pienso eso.
El último párrafo lo había tomado por sorpresa. Su reticencia fue vencida por Viviana, quien era la persona del ejército que le inspiraba más confianza:
—¿Prefieres firmar o prefieres matar seres humanos? ¿Qué es lo peor?
Para sus adentros, Super Perico presentía que iba a perder sus poderes en cuanto sellara el acuerdo con su patita. «¿Era su corazón el que decidía el castigo?» Lo ignoraba…
Como su sincero deseo era no matar personas; supuso que sería perdonado rápidamente y tarde que temprano recobraría sus superpoderes. Finalmente, solicitó firmar a solas y se lo concedieron.
-Siguiente entrega disponible el 15 de mayo del 2025
-Libro completo disponible en octubre del 2026
Ver también: Un amo digno de su sirviente, Arte Lancelot
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