En llamas

son las seis de la tarde, esta lloviznando, Sergio Garcia camina, al pisar vemos como el agua salpica los zapatos de cuero negros que parecían perfectamente brillados antes de su encuentro con el agua. Es otra tarde lluviosa más de una de las tantas en la vida de Sergio Garcia, otra más de su vida simple y rutinaria que transcurre de lunes a viernes de su casa al trabajo y del trabajo a su casa, como en un bucle interminable, en una vorágine de igualdad infinita.

Sergio Garcia trabaja en una firma consultora, en el área de asesoría contable, pasa los días entre números, solo entre números. Le pagan por su convivencia entre estados contables lo suficiente para vivir cómodamente, pero de manera modesta por su propia decisión.

Sergio García esta soltero, no es ni feo ni guapo, su aspecto está dentro de los estándares aceptables de belleza masculina, no tiene una relación amorosa o sexual con ninguna mujer u hombre básicamente porque no tiene nada de qué hablar, y porque no le interesa tampoco tener de que hablar, así se siente cómodo.

Sergio García no tiene ningún interés en particular, no practica ningún deporte, tampoco tiene Hobbies, solo va a su trabajo, hace lo que debe hacer, regresa a su casa, ve tv y duerme, cada día lo mismo una y otra vez, el fin de semana se queda en casa, limpia, lava su ropa, plancha sus camisas, ve más tv y duerme.

Sergio García creció en una familia normal, de clase media baja, nunca le falto nada, pero nunca tuvo nada especial, nunca se sintió especial.

Esto es Arturo García, un ser gris, un ser más dentro de los millones de seres que se parecen mucho entre sí, que trabajan día a día y consiguen las mismas cosas luchando por ser cada vez más iguales a los demás hombres que quieren ser iguales también.

En esta tarde lluviosa Sergio García salió de su oficina para tomar el metro hasta su casa, cerca de la estación paro frente a un puesto de revistas compro una National Geographic en cuya portada aparecía el monte Vesubio, el título: EL MONTE INFERNAL llamo su atención y la compro, siguió hasta el café de al lado y se compró un americano fuerte, siguió caminando entre las calles mojadas, el día entero fue gris y lluvioso y al final de la tarde asomaba una noche fría.

Subió al metro y se sentó en la mitad del vagón, le dio un sorbo a su café hirviente y ojeo la revista, solo mirando las fotos sin interesarse en nada especial, el camino hasta su parada tardo unos 20 minutos, bajo sin prisa, sin el afán de llegar a donde nadie lo espera, pero de alguna forma feliz de llegar a su casa.

Al salir de la estación tomo un camino un poco diferente al habitual, nunca hacia eso a menos que tuviera que hacer algo adicional antes de refugiarse en su soledad. Paso frente a un puesto de flores que ya cerraba y llamo su atención unos girasoles enormes y más amarillos que el sol, por un momento pensó que nunca había tenido flores en su casa y sintió un impulso de comprarlas lo dudo y se arrepintió.

Sergio García finalmente llego a su departamento, entro y vio hacia dentro, el lugar era ordenado, con los muebles justos, un pequeño comedor con una sola silla , casi no había decoración u objetos llamativos, en las paredes tan solo asomaban dos cuadros desteñidos de naturaleza muerta, entro en su habitación y sobre su cama sencilla y austera tiro la revista que con su color amarillo resaltaba, fue a la cocina y del refrigerador saco un plato de comida para microondas, lo calentó en el horno y se sentó a comerla en su comedor para uno.

La vida de Sergio García era así, todo era solo para el mismo, para nadie más, y era porque así él lo quería, era su propia decisión. Sergio García nunca sufrió de rechazo o desamor, simplemente él no podía conectarse con nadie, se sentía cómodo solo, en su monotonía, con sus números, en su casa sin color, sin vida, sin amor.

Al terminar su cena Sergio García fue a su habitación, se puso su pijama azul oscuro y se tumbó en la cama, tomo su revista recién comprada y la empezó a hojear de nuevo, tomo el control remoto y lo dirigió al tv para prenderlo pero se arrepintió, apunto el control y se quedó absorto con él en la mano, viendo su reflejo en el espejo negro, dejo el control a un lado y tomo de nuevo la revista y empezó a ojearla, página por página reviso y solo vio las fotos, se detuvo un momento en el artículo del monte Vesubio, fijo su mirada en ese volcán tan famoso y tan cruel con Pompeya y Herculano, que seguía allí impávido esperando seguro el mejor momento para acabar con Nápoles, eso pensó Sergio García, al cabo de un rato sus ojos se empezaron a cerrar, lentamente entro en el trance propio del inicio del sueño.

Sergio García entredormido, acostado en su angosta cama empezó a sentir que el corazón le latía fuerte, de repente el retumbar de un tambor descontrolado empezó a sentirse en su pecho, era un profundo y fuerte palpitar, también de golpe un calor inmenso empezó a sentir desde sus entrañas un calor creciente y que parecía ir al ritmo de su corazón latiente, galopante y descontrolado.

Sergio Garcia no entendía que le pasaba, sentía que su interior estaba a punto de explotar como la erupción de un volcán, pensó que este era su final, su despedida, de alguna forma en vez de miedo sintió serenidad, una sonrisa se esbozó en sus labios, al fin iba a descansar.

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Sergio Garcia abrió los ojos de repente, de golpe, con violencia, sus ojos negros profundos brillaron con fuerza, por unos segundos el tiempo no paso, todo se quedó suspendido en la nada, todo fue cobijado por un silencio absoluto, de pronto su cuerpo empezó a arder, entro en combustión, se prendió en llamas, Sergio Garcia se quedó inmóvil mientras su cuerpo ardía como una antorcha, el fuego que salía de su cuerpo paso a las cortinas y en pocos segundos se propago por toda la habitación, una ola de fuego salió del cuarto eh invadió la sala y el resto del departamento, el humo empezó a salir por debajo de su puerta, los vecinos notaron el humo el olor a quemado, el calor intenso.

Los vecinos trataron de tumbar la puerta, pero fue imposible, parecía de acero, de repente una explosión la derribo de adentro hacia afuera, todo voló y una marea de fuego salió descontrolada, todo el mundo salió despavorido del edificio, todo era un caos, los bomberos no tardaron mucho en llegar, pero el edificio en cuestión de minutos ardía entero, con una fuerza que parecía sobrenatural, con rabia. El fuego implacable paso a los edificios vecinos, se propago a una velocidad que los bomberos no podían controlar, llegaron más y más maquinas, ambulancias policía, después llegaron los noticieros, el vecindario parecía una zona de guerra, fuego, heridos, sirenas, llanto y confusión.

El fuego ardió con tal fuerza que consumió todos los edificios de la cuadra, absolutamente todo se bañó en llamas y todos miraban impotentes, solo podían de alguna forma admirar la majestuosidad de esta fuerza descomunal, el fuego implacable, el fuego inmisericorde, el fuego en todo su esplendor, acabando con todo, todo ardió y se consumió hasta las entrañas de aquellos lugares que eran un hogar.

El sol empezó a asomar, al fin parecía que esa noche infernal llegaba a su fin, todo eran cenizas y escombros, alrededor seguían los bomberos, policía, periodistas, también estaban las personas que allí vivían, todos miraban absortos, aun sin entender como pudo pasar, nadie había muerto, eso era un milagro, los periodistas estaba por hacer una transmisión donde los jefes de policía, bomberos, y el alcalde darían un informe de la tragedia, de fondo la tristeza del gris profundo, la tristeza de un color sin esperanzas, de fondo a los acongojados jefes parlantes se empezó a ver algo que se movía entre los escombros cubiertos de ceniza , un camarógrafo lo noto y trato de enfocarlo con su lente, parecía que algo se movía debajo de esta montaña de tristeza gris, alerto a su reportero y este señalo gritando ¨miren allí ¨todos trataron de ver qué pasaba, el reportero y su camarógrafo corrieron y llegaron al lugar, notaron lo que parecía una mano, el periodista movió un poco los escombros y pidió ayuda, lo que vio lo dejo gélido, era un hombre que estaba entre la ceniza, estaba vivo , trataba de moverse, llegaron unos bomberos y empezaron a mover todo el material alrededor, los periodistas anunciaban el milagro, alguien sobrevivió a este fuego implacable, un hombre totalmente desnudo de color gris, un hombre de 40 años un hombre llamado Sergio Garcia.

Semejante descubrimiento enloqueció a la horda de periodistas que trataban de registrar este milagro, de hacer fotos de lograr captar una mirada, un guiño de este hombre que había vencido al fuego mortal de esa noche de infierno, los policías trataban de proteger a Sergio Garcia, empujaban a los periodistas sedientos de morbo, todo era un caos. De golpe Sergio Garcia se incorporó, se puso de pie y con una serenidad pasmosa vio a su alrededor, vio el caos, vio la ruina de esos despojos que hace solo unas horas eran el hogar de cientos de familias y su propio hogar. En este momento todos los presentes se quedaron sin aliento, mudos, en silencio todos lo miraban con una intensidad de cortaba el aire, un bombero que estaba frente a Sergio Garcia con una botella de agua en la mano, en un momento de lucidez pensó que este hombre milagro necesitaba un sorbo de agua, le ofreció la botella a Sergio Garcia y este la recibió con tranquilidad, se dio un sorbo y se vacío el resto del agua en el rostro, su cara quedo desmanchada, el gris profundo se lavo y se pudo ver la tez blanca de su cara, un periodista que estaba antes forcejeando para acercarse levanto su micrófono y lentamente lo poso frente a Sergio Garcia y le pregunto con voz suave pero firme: ¿Qué le paso? , Sergio Garcia lo miró fijamente y dijo : Estaba en llamas cuando me acosté.

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