-Me cuesta entenderlo. No sé por qué, la verdad. O sea, si puedo racionalizar lo que es, interpreto la realidad que me rodea y realmente admitir que es así.

Creo que puede ser un instinto primario desarrollado a lo largo de la existencia.

«Reí por nerviosismo, me estaba abriendo emocionalmente, cosa que, por lo general, intento evitar.»

-En este aspecto no me ha ido muy bien en general. Digamos que siempre me dolió más que al resto; o al menos así lo siento. Es como experimentarlo multiplicado, potenciado, digamos… Pero bueno, con el tiempo se va a ir haciendo más fácil, asumo.

Creo que es algo vital en la vida, pero me da miedo. Entiendo que es normal, una respuesta humana básica: si algo duele, no se toca.

Pero no aplica a esto, es como el impulso irrefrenable de arriesgarse, por la emoción, el compromiso, la validación… –

«Me puse aún más nervioso al decir esto último. ¿Realmente me estoy abriendo? ¿Haber dicho que necesito la validación? Inconcebible.

Pero lo dije, no hay vuelta atrás.»

-De dónde vengo esto no es necesario, las cosas no pasan por los sentimientos, no hay escalas de emociones ni actos impulsivos. La praxis prima en mi mundo. Las cosas son de determinada manera y lo que lo impida no es más que un obstáculo.

Encontrarme en este estado es algo que no me asombra, yo decidí exponerme a esto, vivir así.

Salí del idílico y me adentré en la realidad. Pero me toma por sorpresa darme cuenta de que mi mente no para por nimiedades, si está, si no está, si existe en mi vida, en mi mente o mi corazón… ¡CORAZÓN! Nunca en toda mi eternidad había dicho algo así. ¡El corazón es un órgano! ¡El cerebro toma las decisiones! Pero acá estoy: en una ciudad sudamericana, hablando de mis emociones y usando sus retóricas romanticonas para referirme a lo que siento porque las estoy viviendo. Entender y razonar no es lo mismo que vivir.

Soy un niño, el más inocente de los de ustedes en lo que respecta a mis emociones.

«Hice una larga pausa que mi interlocutor no se molestó en romper.»

– Supongo que esto es parte de la experiencia humana, seguir a pesar del dolor y no detenerse porque, después de todo, el tiempo apremia.

«Reí por lo bajo»

– Nunca creí que iba a estar siendo subyugado por uno de mis hermanos.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS