Yo podría jurar…
Que la niña del cuadro que adorna la pared del pasillo nunca tuvo un cuchillo en su mano.
La vista debe estar fallándome, porque su figura se me hace ahora más cercana, casi como estuviese a punto de salir del marco.
Su sonrisa es igual de angélica que siempre, pero…algo ha cambiado en la expresión de sus ojos.
Que yo recuerde, este nunca fue uno de esos cuadros que te «siguen» con la mirada. Pero sí lo hace ahora.
Sus ojos me siguen fijamente, mientras retrocedo hasta mi habitación.
Estaba a punto de dormirme, cuando me pareció que alguien se asomaba a través del umbral de la puerta…
Una figura menuda, con el pelo largo.
Una sombra que traía precisamente en sus manos un cuchillo.
Obviamente, cuando encendí las luces, no había nadie allí.
El cuadro de la niña sigue colgado en la pared del pasillo. Su sonrisa es igual de dulce y beatifica que siempre.
Pero su mirada…
Nunca, en los treinta años que llevo viviendo en casa, ha presentado la chiquilla del retrato el gesto de odio absoluto que muestra en estos momentos, comparable al gesto demoníaco de un asesino próximo a llevar a cabo la más salvaje de las carnicerías.
Lo juro por mi vida: Ella jamás tuvo un cuchillo en su mano…
OPINIONES Y COMENTARIOS