Capitulo I
El sueño
El calor de mis cobijas resguarda mis sentidos, mis ojos aun cerrados se niegan a dejar pasar la luz. El silencio de mi cuarto se disipa lentamente conforme la mañana avanza, y la luz se filtra a través de las cortinas. Un gallo canta a lo lejos; su eco tenue pero certero rebota entre las paredes de mi habitación, muy tenue, pero pareció un grito en mis oídos. Mis pies se incorporan lentamente, mi espalda cruje, refunfuñe, el pasar del tiempo por mi cuerpo revela sus estragos.
Su cuerpo desnudo cruza por mi mente, la nostalgia se apodera por un instante de mis recuerdos, mi mente juega con mis sentidos y el olor de su perfume invade mi olfato, me levanto de mi cama y mis pies mecánicamente me guían al baño, arrastro los pies, en cadencia lenta y con gran pesadez me acercan al lavabo. Un suspiro se desprende de mi alma, como hoja cayendo en otoño, con ese pesar y esa maldita historia que atraviesa mi cabeza a cada instante.
¿has tenido un recuerdo del que no puedes escapar? La pregunta resuena en mi mente, mientras observo mi reflejo en el espejo.
Te odio, me odio, me estriñe tu pensamiento – el eco de mi voz se desliza por las paredes de azulejo, mientras observo como las ojeras cuelgan debajo de mis ojos como sombras azules, testigos de mis desvelos. No dejo de pensar en su voz, en sus encantos, en su sonrisa.
El agua esta fría, me lavo las manos, luego el rostro. Mi cuerpo va tomando consciencia que es tiempo de revivir, pareciera que estoy crudo o algo parecido, mis labios están secos y en mi boca hay un sabor amargo.
Mi consciencia deja escapar una sonrisa. Se pinta el espejo de la alegría que desborda mi inconsciencia.
—¿Cómo olvidar esa noche?
Me pregunto en silencio, la voz de mi interior se escucha juguetona, despiadada, amorosa. No tengo la mas mínima idea de como sucedió todo, pero el recuerdo me inunda.
Se inunda mi cabeza de pensamientos cada ves que recuerdo las estrellas y la luna que cobijaban aquella noche. No, no había auroras, tal vez si, pero no en ese lugar geográfico. Era imposible no pensar en la magia de una aurora, a veces la añado a mis pensamientos como truqueando a mi cerebro y añadiéndola como si fuera un programa de edición de video, que se vea mágico ese domo de estrellas.
Despierto de mi sueño, quiero decir, mi conciencia regresa a su lugar. El tiempo parece acelerar de pronto, como grabadora o videocasetera acelerando el paso de la cinta. No evito poder sonreír con ese pensamiento, ¿Qué van a saber las nuevas generaciones de esa sensación? Parece que el tiempo a pasado muy rápido a través de mis ojos. No el tiempo no perdona a nadie. Me doy cuenta de la hora -¡Demonios!- Exclamo apresurado y con voz impaciente. Mis pasos se aceleran, la ducha solo parece una brisa de agua fría recorriendo mi cuerpo, la esponja recorre mi cuerpo de manera apresurada. Por poco me caigo en el proceso, pero se hace tarde. Tengo el mismo problema todas las mañanas desde aquella noche.
Salgo de la ducha apresurado y tropezando con todo lo que esta a mi paso. Busco apresurado que ponerme, opto por ponerme un pantalón de mezclilla azul, playera negra de Pink Floyd. Veo la ropa regada, pienso, si solamente lo pienso, como todos los días, pienso recoger mi ropa y darle orden a este cuarto. Pero el día no tiene espacio para ser ordenado. Sin embargo tengo la convicción que cuando regrese del trabajo hare limpieza. Al menos tengo la convicción. Esta noche si tengo que hacerlo. Es momento de borrar su recuerdo de mi mente.
Salgo como bala de cañón expulsado de mi departamento. La calle donde vivo no es diferente a la de cualquier ciudad, pero es una privada, de tal forma que pasan pocos automóviles. Los vecinos se van a trabajar incluso mas temprano que yo. Algunos vecinos trabajan desde su hogar otros como yo trabajamos por nuestra cuenta, otros no tengo la menor idea de a que se dediquen. Mis pies se apresuran a llegar a la esquina para tomar el transporte publico. Saludo a uno que otro vecino que me encuentro por la privada. Hay personas que ni conozco y existen otros que son una bola de chismosos observando a que hora entras, a que hora sales, con quien entras, con quien sales, una rutina sin sentido.
Finalmente cruzo la puerta de la privada, por las prisas y casi al llegar a la puerta creo por un instante haber dejado las llaves sobre el tocador, pero al meter la mano en mi bolsillo encuentro aquel llavero de playa que me obsequiaron mis padres.
Disperso como siempre, a veces cuando veo ese llavero me imagino el profundo del mar, el misterio que hay en sus aguas y lo pequeños que debemos sentirnos al descubrir que no somos nada comparado con el océano que nos rodea. Tomo la ruta que me lleva a mi oficina. Como siempre viene abarrotado de personas que no conozco, a quienes solamente le doy los buenos días, por que me enseñaron que era lo correcto cuando entras algún lugar. Saludar. ¿Qué pasa si no saludo?. Me he preguntado varias veces cuando la gente ni siquiera se molesta a mirar quien los esta saludando. No, no somos nadie para ellos. ¿Pero que importa?. Yo si soy un alguien, me digo cada mañana.
Finalmente llego a mi oficina, como siempre el colorido recorrido de mi casa a la oficina es todo un libro de sabores, olores, de historias, personas, de aventuras que podrían escribirse a manera cómica o todo una novela de ellos. ¿Alguna vez has mirado a las personas te rodean? Alguna vez te has preguntado ¿Cómo será su historia? ¿De donde son? ¿Qué han hecho? ¿Si alguna vez han conocido a alguien y les ha roto el corazón? Todos los días me hago preguntas diferentes pero nunca acabaría.
—¡Bajan!—
Esta es la calle donde tengo que descender y apagar las preguntas de mi cabeza. Finalmente y surcando a las personas que me estorban para descender, bajo de aquel vehículo lleno de historias. Siempre me engaño diciendo que escribiré un libro o una novela de estas personas, pero cuando llego a mi destino, las historias que pudiera escribir se enmudecen y regreso a mi realidad.
Algo resulta extrañamente distinto este día. El olor del ambiente que me rodea es distinto a otros días. —¿Qué es?— pregunto en voz baja, el olor me resulta familiar. Me trajo viejos recuerdos, el olor toco el subconsciente de mi memoria. Siento su mirada. Se que hay alguien detrás de mi, pero temo voltear y enfrentar a la persona detrás de mi. Su olor abre mis pupilas, si es ella. Me giro velozmente para reafirmar que es la persona que cruzo por mi mente.
Ahí esta parada, mirándome, sosteniendo un libro. Su mirada al verme parece ser dispersa, pensativa. Me acerco lentamente, ella no se ha movido, ni un centímetro. Se encuentra como temerosa, pensativa, incapaz de definir si camina hacia mi o se retira corriendo. Lo puedo ver en sus ojos, en sus labios.
—¡Hola! ¿Cómo estas? ¿Qué haces aquí? ¿Estas bien?— No puedo evitar lanzar una serie de preguntas sorpresivas. Jamás paso por mi mente que cuando descendiera de aquel viaje de historias, encontraría la historia que menos quería contar y la que me quita el sueño todas las mañanas.
No puedo evitar mirarla de pies a cabeza, lleva puestos unos hermosos tacones negros, que se funden en la silueta de sus tobillos, la forma de sus piernas es perfecta, dibujan un tenue boceto de belleza y curvas tenues sobre una hoja de papel. El vestido que trae puesto se ajusta perfectamente a las curvas sublimes de su hermoso cuerpo y deja ver su cuerpo de manera casi natural, solo yo sabia lo que se ocultaba detrás de esa piel artificial de tela que cubría su cuerpo. Mide aproximadamente 1.65 mts. pero con los tacones su estatura crecía unos 8 cm mas. su piel clara, me recuerda a los días donde la luna puede verse incluso en el día. Blanca y hermosa sobra decirlo. Su pelo rizado y café claro caía un poco mas abajo de su hombro, su sonrisa y la mirada de sus ojos hipnotizan mis sentidos.
De pronto su mirada se clavo en la mía. Sus ojos color miel atravesaron mis pensamientos, callaron la voz que cruzaba por mi cabeza ignorando completamente las preguntas que iba a realizar. El silencio armonizo con el ambiente, de pronto no se escuchaba nada, ni siquiera un ave, o esa sensación fue la que produjo su mirada.
—¡Tengo algo que decirte Carlos!—Exclamó su tierna voz, el trago de saliva que mi cuerpo produjo, fue inevitable. Su recuerdo se hizo presente en ese momento. — ¿Qué tendrá que decirme? — mi pensamiento se concentro en su voz. El sonido por fin marco su territorio, devolviéndome de golpe al lugar. Por un instante cierro los ojos. Las dudas rebotan por mi mente como ondas que se propagan en un estanque cuando se deja caer una piedra. De pronto se acerca a mi, lentamente y diciendo palabras que no alcanzo a descubrir que dicen, no encuentro el hilo de sus palabras, a pesar de que las escucho no alcanzo a construir su redacción en mi cabeza. Con cada paso que da hacia mi, mis sentidos pierden fuerza, mis ojos parecen cristalinos. El tiempo pasa lentamente, pero exageradamente rápido a su vez, finalmente llega a mi, su sonrisa es perfecta, toma mis manos, las observa, juguetona, divertida, no alcanzo a digerir tanta informacion. Se acerca un poco mas, me eriza la piel, sus labios están justo en mi oreja y me susurra en voz baja.
—¿Te acuerdas de mi?— Dispara las palabras y chocan contra mi conciencia, mientras sus labios rosan la piel de mis oídos. Una bomba de emociones se dispara, con la fuerza de una bomba atómica que aturden mi cabeza. Al menos esa fuerza devastadora puedo sentir en estos momentos. Mientras se va retirando para ver mi reacción, sus labios realizan un ultimo movimiento y disparan un beso. Sus labios quedan justamente en medio de mi mejilla y rosando sublime y cálidamente los míos. Mientras termina su recorrido me mira directamente a los ojos.
Y cuando estoy por responderle. Abro los ojos súbitamente, miro al techo pensativo, distraído, mientras el calor de las cobijas resguardan mis sentidos.
OPINIONES Y COMENTARIOS