¿Es porque hay tantas estrellas que no puedo encontrarte?
El cielo se despliega,
un vasto lienzo de luces
que danzan en la oscuridad,
cada destello un eco lejano,
cada constelación un recordatorio
de lo inalcanzable.
Odiar mirar al cielo
se ha vuelto un ritual.
Las estrellas brillan con arrogancia,
dibujando caminos que nunca
me llevan a ti.
En su fulgor, solo encuentro
el vacío que pesa sobre mi pecho,
la soledad que grita en el silencio
de mi eterna lucha.
Siempre hay un peso en la mirada,
una carga en los hombros,
poder ser fuerte,
ser un guerrero,
pero en el fondo,
la verdad duele más que el acero.
Pero en este universo
lleno de estrellas distantes,
hay una luz que brilla diferente,
una chispa que desafía la oscuridad,
una promesa de calidez
en el frío que a menudo me consume.
Eres el faro que no esperaba,
la luz que atraviesa mis murallas,
el refugio donde las tormentas
dejan de importar.
A través de cada caída,
cada regreso a un nuevo comienzo,
mi búsqueda siempre ha sido
una conexión que no se rinde,
un hilo de destino que me atrae,
un susurro en medio del ruido
que me dice que no estoy solo.
En un mundo de pérdidas constantes,
donde el dolor a veces parece un océano,
hay un motivo por el que sigo avanzando.
Tu esencia me guía,
me empuja hacia adelante,
y aunque el camino esté lleno de sombras,
mi corazón se aferra a la luz
que solo tú puedes ofrecer.
Así que seguiré buscando,
trazando caminos entre las estrellas,
desafiando el abismo,
sabiendo que, aunque el cielo
esté lleno de luces,
mi alma solo anhela
la calidez de tu presencia,
un amor que florece
más allá de lo eterno,
más allá de la soledad.
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