Entre todos los viajes que Carla ha realizado en BlaBlaCar, el trayecto que compartió con Elena ocupa un lugar especial.

La experiencia se encuentra guardada en un rincón íntimo de su memoria, como un pequeño recuerdo polvoriento al que acude de vez en cuando. Ha viajado en cientos de ocasiones, y por lo general, los rostros y las conversaciones de sus compañeros se disuelven en una bruma casi incolora. Pero ese viaje, que empezó un miércoles por la mañana en una estación de servicio en Teruel, es el único que Carla recuerda en detalle.

Elena no era una compañera de viaje común. Cuando se subió al coche, llevaba una pequeña jaula cubierta por una tela, que sujetaba con tanto cuidado que Carla no pudo resistir la curiosidad. Al cabo de unos kilómetros, con una sonrisa tímida, Elena le reveló que dentro de la jaula estaba su mejor amigo: un canario llamado Bruno. Iban camino a Zaragoza, donde se reencontraría con su abuela, que le había regalado a Bruno cuando era niña. «Ella dice que los animales también deben viajar, que tienen que conocer el mundo», explicó Elena entre risas.

Durante las dos horas de trayecto, Carla y Elena compartieron historias de infancia y recuerdos de sus abuelos. Carla sintió que el camino se iba haciendo corto mientras hablaban de sus raíces, de como los objetos, los olores y hasta los sonidos que guardamos de nuestra infancia tiene una vida secreta que revive cada vez que los recordamos.

Cuando se despidieron, Carla observó a Elena alejarse con la jaula en la mano, notando que, en cierto modo, ambas llevaban consigo un pedazo de hogar.

Aquella experiencia, tan fugaz y sincera, le había recordado algo fundamental: que incluso en un coche compartido, el viaje siempre es un relato. Los pasajeros que se encuentran, aunque sea por horas, no dejan de ser viajeros de una historia común, unidas por la conexión inexplicable de haber compartido un mismo camino.

De vuelta a casa, Carla comprendió que ese viaje no era un simple recuerdo pasajero, sino una experiencia significativa, anclada en su memoria como un testimonio de las conexiones humanas que BlaBlaCar le había permitido crear. Y aunque no volvería a ver a Elena ni a Bruno, sabía que llevaría consigo ese fragmento de historia, auténtico y único para siempre.

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