Las aventuras de Super Perico
Un amo digno de su sirviente
Undécimo movimiento: Penitencia para todos
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Si el policía aficionado responsable del arresto aceptara regalos, dinero o cualquier obsequio del condenado por una declaración oficial AAC, el arresto no podrá ser consolidado hasta pasadas 48 horas. Durante ese plazo el juez asignado revisará las pruebas y antecedentes, para resolver si procede reformular el AAC o si procede una investigación por soborno. Sin requisitos adicionales tendrá autoridad para privar del derecho civil al arresto autorizado, por un año la primera vez. A solicitud del sargento de la comisaría se podrá prohibir el abandono de la ciudad a los involucrados…
—No entiendo nada. —Nuestro héroe leía un párrafo de un reglamento de la policía que le enseñara su amigo Liam, el ermitaño y antiguo héroe que conocimos en movimientos anteriores de esta aventura.
Liam estaba completamente furioso. Tal furia era impropia para un hombre consagrado a la vida religiosa, aunque se tratare de un eremita voluntario y sin votos canónicos como en su caso. Pero si algo le molestaba a Liam, eran los sobornos. Los señalaba como uno de los principales enemigos de los héroes y de todo ciudadano interesado en la ley.
—¿Qué importancia tiene que se le prohiba al Amigo salir de la ciudad?
—No puede salir de la ciudad si al sargento le da la gana. Pero el sargento Joel es un corrupto, le permitirá hacer lo que le plazca.
—¿Y además quedaría acusado de soborno? ¿Tiene importancia?
—No, el Amigo no va a ser acusado de soborno. El acusado eres tu y además no podrás arrestar a nadie.
—¿Yo?
Le tomó tiempo al periquito entender que un superhéroe no podía decidir la inocencia o culpabilidad de un delincuente basado en regalos y obsequios. El soborno era un delito muy común en Haram y en crecimiento con la decadencia moral. Convertido en costumbre generalizada corrompía gravemente la sociedad y entorpecía la labor de la justicia.
No lo comprendía bien el ave. A su entender; los regalos son divertidos y muy del gusto de los periquitos buenos y amistosos. No había razón para discriminar a los malvados que también podían tener sus ratos buenos.
Liam tuvo la paciencia de instruirle con numerosos ejemplos. Muchos de ellos publicados, otros sacados de la experiencia o de buena fuente. Pero no fue fácil convencerlo del terrible daño que hacían estos regalos a la sociedad y a la justicia.
Aunque con alguna reserva, Super Perico le dio la razón sobre los motivos para tales prohibiciones y castigos legales. Quedó completamente convencido cuando Liam le mostró algunas pruebas bíblicas del desprecio al soborno desde tiempos antiguos.
Los pericos sentían un profundo respeto por la Biblia, el libro sagrado de los humanos, pues los ángeles habían aleccionado a las aves desde antiguo; que a los humanos también se les revelaban algunas verdades.
—¿Y ahora qué puedo hacer? —preguntó el ave.
—Según la costumbre en Haram, debemos hablar con tu mamá periquito para que te recete una dosis de picotazos.
—Yo ya soy adulto. Los pericos grandes, tenemos la madurez suficiente para elegir nuestra propia penitencia. Las aves pequeñas no lo hacen, por que debido a su ignorancia e inmadurez acostumbran elegir castigos excesivamente flojos o severos según su carácter.
—En ese caso, ¿cuál penitencia eliges?
—Iré de peregrinación a pie desde Egeria hasta la cima del monte donde acostumbran ayunar los pericos de la parvada. Quiero visitar a mi madre en el Palacio del los Pericos. Para un ave es un verdadero fastidio caminar largas distancias en vez de volar. Razón suficiente para que entre nosotros se considere una buena penitencia.
El palacio quedaba tan lejos de Egeria; que en honor a la verdad, la caminata sería considerada una penitencia excesiva para la mayoría de las especies de pájaros, incluyendo los pericos. Pero para un ave bien dotada como nuestro héroe, solo era un paseo largo e intencionalmente incómodo.
Super Perico no se rindió en sus intentos por capturar al Amigo. Luego de finalizar su castigo, estaba resuelto a no aceptar almuerzos, ni regalos, ni ningún otro truco. Lo arrestaría en la primera oportunidad que tuviera.
Liam le entregó un extracto del reglamento de la policía. Pero la mayoría resultaba de difícil comprensión al pajarillo.
Las referencias indicaban que el Amigo aunque considerado uno de los delincuentes más peligrosos; por sí mismo nunca golpeaba a nadie. Jamás utilizaba la violencia de forma personal con su propia mano; siempre estaba desarmado. Con estas condiciones, un policía aficionado no podría dispararle ni golpearlo.
El reglamento permitía amarrarlo o encerrarlo en una habitación por la fuerza, incluso aunque no opusiera ninguna resistencia. Una vez conseguido esto, tendría un plazo máximo de 24 horas para entregarlo a la policía, pasadas las cuales se cometería un delito de detención ilegal.
La Hacienda Amadi estaba en las laderas de la ciudad de Egeria. Ante el juez no existirían pretextos para alargar el plazo permitido por la ley. En las zonas aledañas a los pueblos quedaba descartado nombrar un representante temporal de la justicia.
Nuevamente consiguió que el sargento Joel y su inferior Simón arreglaran una cita con el Amigo. El delincuente no mostró la menor preocupación. Invitó a un almuerzo a los representantes de la justicia en las mismas condiciones. El héroe se opuso, insistió que lo arrestaría sin comer nada. Pero Joel y Simón afirmaron que almorzarían de todas formas con independencia de lo que sucediera.
—¿Entiendes que no te vamos a ayudar en nada? Todo el protocolo corre por cuenta tuya. Un arresto es muy peligroso. Tenemos familia que cuidar. No nos interesa morir por la negligencia y mala planificación de un aficionado con superpoderes.
—De acuerdo —respondió el ave muy resuelta a no corromperse con sobornos y consolidar el arresto.
La llegada a Hacienda Amadi; el encuentro con la escolta de la flotilla del propietario; el ingreso a la propiedad en espera del dueño, siguieron casi la misma rutina que en la última ocasión. Con una mínima diferencia: no se objetó la portación de armas por parte de los oficiales invitados, quienes ni siquiera fueron revisados.
El Amigo realizó su entrada, esta vez mucho menos efusiva que la precedente.
—Me has ofendido amigo periquito, pero te perdonaré si me das la oportunidad. Me han dicho que ni siquiera has aceptado el exquisito banquete que he preparado para ti con todo mi aprecio.
—Así es. Te declaro arrestado.
—¿Y cómo me arrestarás?
—Yo ya hice mi parte. Ahora te toca decir si aceptas o no el arresto.
—Lo acepto, pero primero cumpliré mi último deseo en libertad: un exquisito banquete entre amigos.
Super Perico estaba decidido a evitar más retrasos. Así que decidió arrojarse sobre el Amigo, y amarrarlo con lo primero que encontrara. Entendía que era permitido amarrar al AAC por la fuerza.
—¡Alto! —gritó el delincuente al ver las intenciones de nuestra ave —es un pecado desperdiciar tan costosa comida. ¡Tu ángel debería quitarte tus poderes!
—Eso lo decidirán en el cielo.
Uno de los presentes, el mismo que anteriormente había preparado el cofre de monedas y que obedecía directamente las órdenes del dueño, interrogó al ave:
—Super Perico, antes de proceder al tratamiento especial; hay un detalle con el que estamos interesadísimos. Te soy honesto; por mucho que lo hemos preguntado por todas partes, no hemos podido avanzar.
—¿Cuál es?
—El asunto es una simple travesura de curiosos admiradores de tu poder. Nos costó mucho dinero averiguarlo, pero parece que tienes un punto débil con las mentiras. Bueno, voy directo al grano. La tontería que queríamos saber: ¿las balas te hacen daño o no?
-Siguiente entrega disponible el 15 de enero del 2025
-Libro completo disponible en octubre del 2026
Ver también: Un amo digno de su sirviente, Arte Lancelot
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