Las aventuras de Super Perico
Un amo digno de su sirviente
Décimo movimiento: No comprendo
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El Amigo le había solicitado a nuestro héroe el nombre de algún inocente. Según él, quería demostrar que todos los humanos son culpables. Y para mayor intimidación, juró llevar a ese inocente a prisión.
Super Perico imaginaba que la buena señora que había confeccionado sus trajes no podría ser enviada a prisión con ningún cargo importante. Pero cuando iba a responder, un mal presentimiento le hizo sentirse culpable. Sospechó que responder abiertamente lo convertiría en una de esas aves malévolas que cometen actos poco honorables.
«¿Y qué si decía la verdad?, que sus abogados pueden llevar a prisión a cualquier habitante de Haram. Acaso no dicen los pericos, que molestando cualquier ave te saca la sangre…» Así que resolvió no poner en problemas a sus amigos.
—Si pretendes llevarlos a la cárcel, mejor no te nombro a nadie —respondió luego de varios titubeos. Si tanto le gustaba imaginarse que todo el mundo es un delincuente. Lo mejor sería permitir que se engañara solo.
—Yo tengo exactamente el mismo problema, no quiero que mis amigos vayan a prisión. Es un lugar horrible. Siempre he dicho que poco importa una pregunta incómoda si logro salvar el pan de cada día de mi personal. —El rostro del Amigo tomó una expresión de inocencia bastante convincente—. Las personas timoratas y escrupulosas no comprende que el combustible ilegal sirve para que los pobres puedan llevar a los niños a la escuela. Da igual si lo venden más barato, como cuando mis intermediarios se quedan con la ganancia. No te imaginas cuantas madres me han agradecido los ahorros que han podido hacer. ¿Sabes en que usan los ahorros que consiguen gracias a nosotros? En comprar medicinas para sus hijos enfermos. La culpabilidad es cuestión de puntos de vista.
—No me convences —insistió Super Perico—. Además, el cartel AAC habla de toda clase de delitos horribles. Y la gente del parque decía que lo peor ni siquiera se publica.
—Si no lo publican es porque son inventos. Y lo que sí se publica, son calumnias. La gente es envidiosa y al verme con tanto dinero, toman algunos pecadillos que luego multiplican con saña y alevosía. Me reconozco pecador como todo ser humano normal. Un convencido que cree que el libre comercio debería ser todavía más libre, para que el mundo funcione mejor. Y si acaso no funcionara mejor, te garantizo que será más divertido… Pero la gente comienza a inventar cosas horribles de mi persona. ¿Qué puedo hacer yo contra tanta mala fe?, mis valores atan mis manos contra tanta maldad hacia mi buena reputación.
Cuando por fin terminaron la comida, el Amigo ordenó que retiraran los sobrantes, que era la mayoría de los deliciosos platillos. Se acomodó al centro del salón junto con dos acompañantes.
A su señal, algunos hombres trajeron un curioso mueble circular de mucha elegancia; probablemente los mismos que hicieron de meseros aunque con una ropa diferente. Sobre el mueble apiñaron un generoso montón de semillas y frutas; junto con toda clase de artesanías extrañas.
Uno de ellos colocó un exótico collar de jade, pero otro lo obligó a cambiarlo de lugar. Lo mismo se repitió en varias ocasiones con otras piezas de una colección que crecía al centro de la habitación. Revisaban constantemente unos papeles.
Con una mirada curiosa, el perico logró descubrir fotografías de algún modelo que los empleados intentaban recrear con esmero. No había terminado el desfile de objetos curiosos, cuando el ave, que ardía en curiosidad, interrumpió con una pregunta.
—Podrían explicarme para qué son esos objetos extraños.
—Son curiosidades que encargué especialmente para ti. Es un regalo para convencerte de mis buenas intenciones. Lastimosamente, no logramos averiguar mucho de tus gustos. Concluimos que tu llegada a Egeria es bastante reciente. Mis asesores se han esforzado mucho, e hicieron lo que estuvo a su alcance por complacerte. ¿Qué opinas? Este de aquí es una réplica de un árbol en un oasis en una mezcla de material de corcho y bambú al cincuenta por ciento. Un biólogo me ha asegurado que le ha encantado a los loritos del zoológico. Si yo fuera perico creo que me gustaría. Pude notar en tu mirada que ya notaste el collar de jade. Estas de colores, son frutillas exóticas para pericos internacionales.
El Amigo revisó el mueble circular esperando encontrar una lista de los artículos. Sus ayudantes no disponían de tal lista en ese momento, pero le entregaron una copia de la fotografía. La imagen era de poca ayuda, puesto que tenía la colección a la vista.
—¿Alguno de estos artículos es dinero? —Super Perico aprovechaba la oportunidad para intentar satisfacer uno de sus antojos—. Le pedí a una señora que me regalara monedas, pero dijo que para que te den dinero, es necesario trabajar.
—¿Te gusta el dinero? Haberlo dicho antes… Puedes estar seguro que te mintieron, no es necesario trabajar para que te lo regalen. Los amigos dan por amor. El poder de la amistad es más que suficiente.
Todos en la sala, encontraron la escena muy divertida. No pudiendo contenerse, comenzaron a reír a carcajadas. Luego de tan curioso almuerzo, el Amigo estaba en su momento de mejor humor. Dirigió en todas direcciones una mirada de inteligencia y complicidad; que al instante, fue entendida por la mayoría.
—Traigan dinero —ordenó a los demás.
—¿Desea que preparemos algún documento a favor de Super Perico? —consultó uno de sus dos acompañantes principales en el centro del salón, quién asumiría los trámites necesarios.
—No creo que entienda bien de papeles. Mejor le apostamos al tamaño. Imagina algo grande, que use mucho espacio. ¡Y que sea rápido!
—En media hora le prepararemos un enorme cajón con dinero. Las monedas serán de baja denominación, saldrá mucho más barato que los papeles —murmuró en voz baja, casi al oído.
Ante la prisa, el cajón no fue tan grande como se pretendió inicialmente. Pero en pocos minutos tuvieron listo un cofre, como del tamaño de una silla y lleno de monedas. Cuidaron que quedara completamente repleto al ras. El diligente empleado trataba de impresionar, aunque sin dejar de intentar economías.
Se lo entregaron al avecilla, que quedó sumamente complacida. Se sentía como un polluelo que encontrara gusto con una campanita nueva. No pudo contenerse y muy divertida jugueteó con las moneditas. «Un hombre tan generoso no puede ser tan malo», pensó para sí misma.
—¿Qué tengo que hacer para que me regales este dinero?
—Absolutamente nada. Los amigos damos sin pedir que se devuelvan los favores. ¿Crees que una mala persona te daría metálico a cambio de nada?
—Me explicaron que las personas dan dinero a cambio de trabajo. Pero tu, por el contrario, me lo regalas sin pedirme nada. Me convenzo que eres una buena persona. Es más, me has caído simpatiquísimo. He comenzado a creer que de verdad te calumniaron.
Super Perico estaba de lo más contento. Había venido a arrestar a un delincuente, y resultó todo lo contrario. Había encontrado una nueva amistad, y ¡qué amistad! Una completamente espléndida que se esmeraba en complacer hasta sus caprichos infantiles.
—Antes que sigas regalándome, hay algo que quiero pedirte. —El ave se sentía culpable y algo abrumado, ante tanto favor y regalo gratuito.
—¿Qué deseas? pídeme lo que quieras. Si está disponible, pues también te lo damos.
—Te pido que me solicites un favor. Temo que estoy abusando de tu amistad. Me han enseñado que un perico bien educado no debe abusar. Lo correcto entonces, es insistir en que me permitas corresponder de alguna forma ante tanta generosidad.
—Si insistes y con la condición que sea tu sincero deseo —respondió el delincuente, en medio de unos comensales que presenciaban la escena sumamente entretenidos—, ¿insistes en que yo te pida algo?
—Sí, insisto —la supermascota estaba decidida. A su manera, intentaba ser bien educada.
La espera duró como un minuto, mientras el Amigo fingía que reflexionaba en su interior. Pero el bandido bien que sabía desde un principio lo que pensaba pedir.
—Este es mi deseo: te pido que te comportes como un amigo mío de verdad. Que le digas a la gente que me calumniaron. Que me defiendas de las malas personas. Te advierto que no todos son calumniadores, muchos simplemente fueron engañados. Necesito que me protejas de tantas mentiras que circulan en el mundo manchando mi buen hombre. ¿Crees que le pido demasiado a la verdadera amistad?
—Tu petición es muy razonable. Poco a cambio de tanto regalo bonito y divertido como me has dado. Desde hoy te defenderé delante de las malas personas que te calumnian. Me esforzaré por hacerles comprender lo generoso y espléndido que eres.
—Entonces, ¿me declaras inocente?
—Te declaro inocente —confirmó el periquito muy complacido y alegre. Ambos estrecharon sus manos y alitas efusivamente en señal de su nueva amistad.
Pero sucedió entonces que el rostro de Super Perico palideció como si estuviera terriblemente asustado. Evidentemente, una fuerza intensa combatía en su interior. Apenas podía contenerse, daba claras muestras de entrar en pánico en cualquier momento.
—¡Pero amigo mío! No comprendo tu actitud. Aquí todos te apreciamos por tu valía y queremos tu bien. ¿Por qué pones esa cara de asustado? —le interrogó el delincuente.
—Creo que mi ángel está enojado conmigo. No entiendo el motivo… He perdido mis poderes. ¿Alguno de ustedes podría explicarme porque Dios me ha castigado?
—Pero si es muy obvio… —se rió el sargento Joel. No terminó la frase ante la presión inquisidora de algunas pistolas que comenzaban a aparecer, todavía disimuladas en su funda.
Nadie más en la sala continuó. Por unos momentos, un silencio sepulcral se apoderó de todos los presentes.
El mismo que había traído el cofre repleto de monedas, fue el siguiente en tomar la palabra. Se dirigió al dueño en doble sentido. Todavía no estaba claro en que terminaría la escena.
—¡El Amigo!, si vamos a aplicar el tratamiento especial, este es el momento.
—Pero si lo tengo todo bajo control—se opuso el dueño—, ¿qué más se puede pedir?
—¿Y si se equivoca? perderemos una oportunidad maravillosa. Mejor el tratamiento especial que arrepentirnos después.
Pero el ave, estaba muy asustada como para esperar a que los otros decidieran que hacer.
—Me voy inmediatamente a pedir perdón a los ángeles. —Resuelto a marcharse, consultó a los presentes—: ¿dónde los humanos acostumbran pedir disculpas a Dios?
—Desde aquella ventana busca el edificio más bonito en el bajo —le contestó el sargento Joel—. Es la Iglesia principal de Egeria. Allí es donde yo iría.
El Amigo no era hombre que se tomara mucho tiempo para idear una estrategia ante la duda. Dictó sus órdenes, con la redacción confusa que había caracterizado el momento:
—No puedo permitir que te vayas hasta estar completamente seguro de que somos amigos verdaderos. —Entonces se dirigió a sus subalternos—: impidan que Super Perico se retire hasta que haya entendido nuestras buenas intenciones. Pasen el aviso a todos.
—¡Perdón a Dios y perdón a los ángeles! —el pájaro decidió ignorarlos. Comenzó a suplicar para el cielo y para sí mismo.
Trató de escapar del salón por la fuerza, pero lo detuvieron fácilmente. Todavía trataban de fingir amabilidad, pues estaban indecisos sobre el trato correcto de dar al héroe. Era evidente, sin embargo, que lo forzaban contra su voluntad a permanecer dentro del edificio.
Por fortuna, debido a esa misma falsa amabilidad, no cuidaron de inmovilizar sus alas. Así que Super Perico al descubrir una celosía abierta, se escapó volando por el resquicio libre.
—Lo siento, les pido perdón por mi grosería. Necesito darme prisa para hacer las paces con Dios —gritó al abandonar la residencia; ya por fin libre para volar a sus anchas.
–Siguiente entrega
-Libro completo disponible en octubre del 2026
Ver también: Un amo digno de su sirviente, Arte Lancelot
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