Aventura mensual: Super Perico y Un amo digno de su sirviente (8 de 32)

Aventura mensual: Super Perico y Un amo digno de su sirviente (8 de 32)

Arte Lancelot

14/09/2024

Las aventuras de Super Perico


Un amo digno de su sirviente

Primer movimiento


Octavo movimiento: Comisaría

Versión en audio: 

—¿Dónde puedo hablar con la policía? —Al despertar la mañana siguiente, Super Perico cambió sus planes. En vez de conversar con los curiosos de las pizarras donde publicaban los AAC, iría directamente a la comisaría.

Según le habían explicado, el gobierno ofrecía entrenamiento tanto para policías aficionados como profesionales, acompañados con clases formales. No creía que tomar una carrera fuera lo que le pidiera el ángel. Solo habían conversado sobre conseguir un amo y guía para sus aventuras. Pero quizá ese era precisamente el problema. 

Aunque las opiniones estaban divididas, los humanos parecían preferir a los llamados profesionales. Ellos pasaban años y años estudiando libros con duros entrenamientos, lo que generaba un fuerte ascendiente en la población. 

Tal vez, conseguir título de profesional le abriría las puertas que hasta ahora habían permanecido cerradas. ¿Entregarían títulos a los super animales?

Rápidamente encontró el edificio que llamaban comisaría. Adentro habían varios de estos policías profesionales con su característico uniforme azul. Un traje similar en color al de los jóvenes de secundaria, pero completamente diferentes por la mayoría de edad, el sombrero y una plétora de detalles elegantes, reglamentarios o no.

—Quiero hablar con un policía —pidió el ave, luego de una breve presentación.

Todos estaban muy ocupados. Luego de una corta espera lo pasaron adelante con uno que parecía ser el jefe, le llamaban sargento Joel.

La apariencia del superior destacaba por sus curiosas gafas, que cubrían bastante más que sus ojos y unos guantes negros. Era el único policía con estos aditamentos que utilizaba por gusto. Su rostro formaba un marcado triángulo invertido. No parecía muy fuerte pero algo en su apariencia hacía pensar en un hombre bien entrenado.

—¿Te haces llamar Super Perico?, ¿en qué te podemos servir?

—Quiero que algún policía me explique como arrestar a este señor. —Enseñó un cartel AAC para el Amigo que había arrancado en las cercanías.

El sargento tomó la solicitud con buen humor. Decidió disfrutar del momento, así que llamó a Simón, el policía de menor puntaje de la estación; solo para que sirviera de testigo y cómplice de una situación que consideraba absurda pero que podría servirles como entretenimiento.

—Los AAC no se arrancan de la pizarra, es un delito. Les tomas fotografías.

—No entiendo, ¿para qué sirven esas fotografías?

—Olvidémoslo por ahora. Pero en vez de arrancarlos, habla con cualquier policía y él te conseguirá un pasquín o lo que necesites.

—Para eso me tienen a mi —interrumpió Simón—. Para que pegue los carteles que todo el mundo quita sin respeto a la autoridad. ¿Puedo ir a sustituir el cartel hurtado?

—¿Otra vez quieres vagabundear? ¡No digas tonterías!

Estaban los guardias muy entretenidos entrevistando a nuestro buen perico. Intencionalmente evitaban cualquier progreso, pues no les interesaba. Ante una inesperada llamada de emergencia, se marcharon tanto el oficial Joel como Simón.

Ambos salieron de la comisaría con otros integrantes de la cuadrilla. Se ausentaron por dos horas, abandonando a un perico que todavía no sentía ningún avance importante. Pero a nuestra ave le habían dicho que esperara. Muy obediente, como era su costumbre, permaneció allí completamente sola en la oficina, decidida a esperar todo el día si fuera necesario.

Como el periquito se sentía algo aburrido, curioseó lo que supuso estaba permitido tocar. Dadas las circunstancias no debía ser mucho. Ya había comprendido que a los humanos no les gusta que les abran sus gavetas y armarios sin su permiso. No abrió por tanto las gavetas ni los muebles cerrados del sargento, aunque lo hubiera hecho si fuera su gusto.

Los policías regresaron en dos horas luego de atender la emergencia. Creyeron que el ave ya se habría marchado. Mas al encontrarlo, con pretextos de seguir la agenda, lo hicieran esperar otra hora más por el almuerzo.

Finalmente, los dos oficiales retomaron la conversación con Super Perico. Se miraron como si estuvieran planeando algo divertido. Pero luego de un par de muecas que el ave no entendía, cambiaron de planes y ambos tomaron una expresión de fastidio.

—Me temo que no te podemos ayudar a arrestar al Amigo. Como has apreciado tenemos verdaderas emergencias que atender. Búscate a un policía aficionado para esa misión. Para eso sirven los carteles. Solicitamos un poco de ayuda a la ciudadanía. Conseguimos la seguridad y la paz gracias a la colaboración de todos los habitantes de Haram.

Pero Super Perico en esta ocasión estaba decidido a insistir e insistir hasta el cansancio. Resolución que había tomado en sus horas de soledad en la oficina. Estaba preocupado porque los ángeles de las bandadas quizá estuvieran perdiendo la paciencia con él. Pues había invertido varios meses en una búsqueda todavía infructuosa.

—¿No pueden tan siquiera darme una pista? ¡Por favor!

—Pista si podemos darles, mi sargento. Recuerde los reglamentos —interrumpió Simón.

—Es verdad. Si un aficionado pide información sobre un cartel, algo hay que darle. ¿Perteneces a la Cooperativa de ahorro de los policías aficionados?

—No.

—¡Excelente!, eso nos da derecho a darte información según nuestro propio criterio. ¿Qué te parece oficial Simón si…? —Con una seña le hizo recordar a su subalterno algún plan descartado. 

—Habíamos acordado que era mala idea. Puede ser peligroso, pero si no se sale de control ya sabe usted que me resulta divertido —respondió el aludido con una sonrisita cómplice.

—Pues ahora mismo alisto el escenario para la obra.

El sargento salió de la habitación. Mientras el oficial Simón, que no decía nada, estaba preso de una fuerte emoción. Visiblemente estaba nervioso por algo, pero su expresión era una mezcla de burla y miedo indescifrable. La espera duró otra media hora.

Al regresar fue directo al grano. Le espetó a nuestro héroe una pregunta completamente inesperada:

—¿Tomas cerveza Super Perico? El Amigo nos ha invitado a los tres a almorzar, pero tenemos la duda si será de tu gusto.

—¿El Amigo nos ha invitado a almorzar? Pero si lo vamos a arrestar… -exclamó el héroe completamente sorprendido.

—No lo vamos a arrestar. Tú lo vas a arrestar, que es diferente. El es un tipo muy simpático si lo sabes tratar bien, como a él le gusta. ¿Tomas cerveza?

—Adivino el menú, ¿no es perico? —preguntó Simón por burla.

—No hay necesidad de asustar a nadie. Nos han asegurado un buen trato, si lo tomamos con buen ánimo y espíritu alegre. ¿Qué le respondo al Amigo, tomas cerveza?

—Nunca lo he hecho. ¿Cree usted que a Dios le moleste que un perico tome cerveza?

—No veo porque habría de importarle.

—¿Ustedes van a tomar cerveza?

—El almuerzo será dentro de nuestro horario de servicio. Además, podría decirse que estamos escoltando a un policía aficionado. En tales circunstancias tenemos prohibido tomar bebidas alcohólicas.

—Pues si los policías no pueden tomar licor. Por sentido perico, los héroes tampoco.


Siguiente entrega
-Libro completo disponible en octubre del 2026


Ver también: Un amo digno de su sirviente, Arte Lancelot

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