Al puro ritmo del Tun, la Chirimilla y el Tambor, que late como el corazón, así inicia esta nueva historia que está escrita en danza desde los tiempos de los tatarabuelos, de los ancestros, sin saber muy bien si soy yo quien deba contarla, porque soy una persona común sin abolengo maya, por mi cuna ladina espero sea comprendida mi ignorancia, pero siempre mi asombro por las costumbres de mi tierra que admiro y amo.
Desde el cerro Pascual Abaj en Chichicastenango, Quiché; que es como portal entre lo que fue y ahora es, entre el mundo de hoy y el que nuestros ancestros tuvieron, llamado por los lugareños como “Turkaj” que significa portal al Universo. En ese preciso lugar fue donde nuestro danzante arrancó su bailar, como tomado por el mismísimo espíritu de Kukulkán* al moverse.
En las danzas mayas es tan importante el mensaje que se da como la ejecución del baile, que es un umbral de lo material, donde podemos ver todo, pero se rinde homenaje a lo que no vemos, a los espíritus sagrados de la tierra, del viento, del agua…
Nuestro héroe de esta historia quizá no tenga nombre porque puede ser cualquiera que con alma guerrera sé de a las artes de comunicarse con los dioses por medio de estas danzas ceremoniales ancestrales, reconociendo con ellas que mucho antes de que vinieran a estas tierras los supuestos civilizadores, ya teníamos una sociedad próspera basada en el trabajo duro, respeto mutuo y a la naturaleza que tanto necesitamos hoy en día.
Parecía que se transformaba nuestro danzante en un venado real al hacer esta danza, con sus saltos y piruetas. Al ver esta ceremonia donde los antiguos daban las gracias por la provisión divina dada por medio de Yum Kaax* el dios de la naturaleza, como era cazado el venado al final por los jaguares que no eran malos, pero así es como debían alimentarse. De esa manera, los danzantes rinden honor a la naturaleza y a su equilibrio donde podían tomar para sobrevivir, pero no para desperdiciar.
No importa si al danzante le toca hacer de venado o jaguar, él siempre bailará con todo su corazón porque lo hace para recordar a todos que somos hijos de Itzamná creador de todo y por agradecimiento danza con el corazón.
El danzante sabe que con su danza equilibra las energías del universo, que puede dar y quitar a través de los movimientos, de tal manera, desde los tiempos de la conquista y la colonia, los danzantes han equilibrado sus ancestrales creencias con la nueva fe que vino de Europa. Tal es el caso de la danza de los diablos, donde todos los clérigos españoles de la época pensaron que esta fue hecha para causar miedo a toda la población acerca de este personaje tan aterrador y así, tener control sobre los nuevos feligreses.
Pero el danzante es sabio, el danzante sabe que existe el mal, pero también está el bien eterno, y en su danza refleja como el mal puede existir aún dentro de los que dicen que son buenos, y como hay bondad aun dentro de los que todos creen malos, y sus pueblos los entienden porque son ellos los que saben que significa las danzas realmente, los pueblos mayas ancestrales son los que tienen el discernimiento de la danza para que estas sean del agrado de sus dioses.
El traje ceremonial, así como las máscaras, varían de danza en danza, pero el danzante es el mismo. Debajo de esos trajes exquisitos, hechos totalmente a mano con cuentas brillantes y detalles que en si mismo cuentan toda una historia, hechos por manos artesanas que han entregado sus vidas a perpetuar estas artes escénicas que son mucho más que simplemente arte, son espíritu, son sangre maya, historia de siglos que muchas veces lloran porque la modernidad pareciera que les da la espalda sin tomarse el tiempo de verlas y entenderlas.
Las danzas ceremoniales mayas tienen tanto que dar en estos días, pueden ofrecernos lecciones invaluables sobre humildad, equilibrio, valor, orgullo por pertenecer a una raza ancestral…
Tal es el caso de la danza ceremonial del torito, que para el ojo inexperto es un baile de celebración, pero en realidad cuenta la historia del abuso, el desdén por la naturaleza y como esta puede cobrar venganza en cualquier momento. De tal manera en la ceremonia se ilustra a un señor feudal o finquero muy rico, con sus vaqueros, celebrando, tomando sin medida y haciendo alarde de lo poderoso que puede ser el patrón en todo momento, embriagado de poder y por el alcohol, es retado a lidiar al toro que tiene en la finca como acto de supuesta valentía y fuerza. En la danza, el amo, acompañado de sus vaqueros al atacar al indefenso toro, no sabe que este se vengará por todas las injusticias que el hombre hace al desperdiciar recurso que la naturaleza da para su subsistencia, dando una mortal cornada y poniendo fin al patrón. Como en la danza de los venados, el danzante muestra que podemos tomar de la madre tierra para comer, pero matar por diversión está en contra de todo lo que los ancestros mayas han enseñado.
Estas y muchas cosas más pude ver, aprender al hacer mi viaje espiritual a las tierras altas de Quiché, en ese pueblo donde se funden tantas tradiciones ancestrales con la fe de estos días, en la tierra del arco de Gucumatz*, de la imponente iglesia Parroquial de Santo Tomás y el alucinante mercado de Chichicastenango.
Nunca más volveré a ver con los mismos ojos las danzas ceremoniales de mi país, porque ahora entiendo, gracias a quienes me contaron en el Museo de Máscaras Ceremoniales de Chichicastenango, el significado de ellas, el amor con el que el danzante baila para su gente, para sus dioses y para la tierra misma.
Y como en la danza, hoy podemos ser venados, mañana jaguares y hasta el mismísimo Tecún Umán con su valor, pero si no nos damos cuenta podemos también interpretar al amo que será corneado por el toro de la naturaleza, por nuestra imprudencia. Así es de ilustrativa la danza ceremonial maya, así nos enseña la vida y solo espero que todos aprendamos un poco más a vivirla conforme los preceptos de amor y respeto que podemos sentir al ver danzar al danzante.
FIN
*Ajxojlob: En lenguaje quiche de Chichicastenango, significa Danzante.
*Kukulkán: El dios serpiente maya
*Yum Kaax: El dios maya de la naturaleza
*Gucumatz: Aparece en el Popol-Vuh como la serpiente emplumada, es el nombre de un monumento famoso en Chichicastenango.
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