Volver a crecer

CAPÍTULO 1

Subconsciente, Parte 1

Esta mañana desperté recordando lo pesado que había sido el día anterior. Apenas podía abrir los ojos debido al intenso sueño. Estaba tratando de encontrar mis gafas, y me pareció extraño. Mi visión parecía haber empeorado. Con dificultad, logré localizar las gafas, me recogí el cabello y bostecé mientras me incorporaba en la cama. Al recordar que era sábado y no tenía que ir a trabajar, me dije a mí misma: “Hoy puedo descansar”.

En ese momento, mamá tocó la puerta y gritó: “¡Minsuk, se hace tarde! ¿Cuándo piensas bajar? Vas a llegar tarde a la escuela”. Respondí rápidamente: “¡Ya voy!” Cerré los ojos y, en un instante, repliqué: “¿Qué hace mamá en mi casa? ¿Escuela? ¿De qué está hablando?” Me levanté de la cama y, al ponerme de pie, me di cuenta de que todo en mi habitación había cambiado. El interior estaba decorado en tonos rosados: mi vieja mesa de estudio, mi antigua cama, mis libros y mi uniforme.

Me vi las manos, eran más tersas, mi pijama era otra, temblorosa, me acerqué al espejo. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, y mis manos temblaban. Al mirarme en el espejo, me di cuenta de que era yo, pero no la versión de 30 años que conocía. Era la chica joven de hace algunos años. Repasé la situación una y otra vez, pensando que debía estar soñando. Anoche había estado despierta hasta las 3:00 a. m., así que esto no podía ser real.

Justo en ese momento, mamá abrió la puerta de mi habitación y exclamó: “¿Vas a llegar tarde? ¿Estás loca? ¿Qué te pasa esta mañana? ¿Ya no quieres estudiar? ¡Cancelaré todo si es necesario!” Mientras recogía la ropa sucia de mi cesto, continuó: “Ni siquiera pudiste llevar la ropa sucia a la lavandería. ¡Baja a desayunar de inmediato!” Me arrojó una chancla, y yo seguía sin poder creer lo que estaba sucediendo. ¿Cómo era posible?

Mamá volvió a irrumpir, me jaló del brazo y tomó el uniforme, extendiéndolo sobre la cama. Me dijo: “No sé qué está pasando contigo, pero no pienso permitir que faltes a clase. Ya tengo suficiente con que tu hermana haya dejado la escuela. No quiero dos vagas en la casa. Así que cámbiate y ve directo a la escuela. No hablaremos de desayunar porque ya no hay tiempo. Toma estos billetes, compra algo en el camino. Volveré en diez minutos, y espero que estés lista”.

Me senté en la cama y pensé: “Esto debe ser un sueño. En algún momento, despertaré”. Decidí seguir la corriente y jugar el juego de mi subconsciente.

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