Cuentos al calor de la chimenea

Cuentos al calor de la chimenea

J. A. Gómez

24/05/2024

El genio

Ladraba el genio dentro de la botella. Gruñía prisionero en su mazmorra acristalada pataleando encolerizado y maldiciendo en jerga de genio. Desgarbado, pequeño y rechoncho carecía de pelo. Cuernos de buey, pupilas verticales y pezuñas de chiva. ¡Un esperpento de ser!

 Allí prisionero yacía tal adefesio por culpa de un mal paso. Era de entre todos los genios pestíferos el más mentiroso y manipulador, capaz de las bajezas más innombrables. Sus perrerías ya no tenían efecto alguno, a lo sumo soportar aquellos berrinches y gestos obscenos de diablillo infecto…

Las visitas

El muy desgraciado tenía la insana costumbre de visitarme cada noche. Acudía puntual a su cita aquel mamarracho y no solamente eso sino que más pronto que tarde provocaba en mi persona terribles cefaleas. Ni la ingesta de alcohol me aliviaba…

 Desde el suelo escalaba por las sábanas hasta alcanzar mi cara. Sentado en ella me tiraba de los mofletes, cerrándome con sus manos boca y nariz. Pero no se detenía ahí la cosa sino que me pellizcaba con saña, metiendo además sus sucios dedos en mi nariz y en mis oídos. Sabía que yo nada podía hacer porque estaba paralizado por algún tipo de encantamiento que el muy indeseable formulaba antes de comenzar su show.

 No obstante en estas llegó una madrugada en la cual tras trastabillarse y rodar cama abajo fue a embocarse en una botella vacía que yo dejara, casualmente, sobre la alfombra del piso. Aproveché tal circunstancia para como el rayo taparla con el corcho antes de que su perverso influjo volviese a inmovilizarme.

La botella

Como botella no podía desear otra cosa. Ya con posar los ojos en mí se intuía la calidad excepcional del trabajo bien hecho. El maestro bávaro Klaus Henzel fue mi creador. Sin duda alguna el mejor artesano soplando y dándole vida al vidrio.

 Como botella fui adquirida en el propio obrador por un vinatero francés gordinflón con cara de bulldog y tripa de buen diente. De ahí viajé a España para ser embotellada con un sublime Rioja Gran Reserva ¡qué menos! Sin embargo por esos giros caprichosos del destino terminé hasta arriba de vino peleón. Sí amigos y amigas ese que viene envasado en cartón. Días después recalé en una tienda de barrio de Zaragoza donde un hombre agriado por chupar limones me llevó a su casa…

Vino peleón

Era feliz con mi buqué genuino y de pedigrí. Vino celestial para paladares ávidos de nuevas sensaciones más allá del nirvana vitivinícola. Clientes con la virtud de flotar a sorbos sobre las estrellas.

 Lo recuerdo perfectamente, reposaba yo plácidamente en barrica de roble gallego siendo comidilla y envidia de caldos peleones…

 Sucedió entonces que dos encapuchados con sotanas negras accedieron a la bodega con malas intenciones. Introdujeron en el tonel unos malévolos polvos, murmurando entre ellos. Así como habían llegado así se fueron los muy cernícalos.

 Cuando volví en mí todo había cambiado. Me había transformado en vino joven de baja calidad ahora bien, en honor a la verdad, debo decir que la botella lucía hermosa. Así pues en el altillo de una tienda de barriada zaragozana, al lado de manteca de cerdo y chicharros al pimentón de la Vera, esperé resignado a ser vendido.

 Entró al negocio un esmirriado que no tenía ni dónde llevarlas. Mostraba cara de acidez estomacal y reflujo gástrico. Tras hablar con el dueño me compró.

 Nada dejó de mí salvo la bella botella vacía en la alfombra y cara de importarle más bien poco la calidad del género.

 Sé que fui bebido sin gloria ni paladar exigente así como sé que la botella del gran Klaus Henzel prosigue furiosa por aquello que tiene dentro. Esto me lleva al hecho constatado del diablillo burlón que ladra, ladra y ladra al verse encerrado…

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