Ayer por la noche al estar divagando en los feudos de Morfeo, navegando en el arca del dios de los sueños perfectos. Me he visto llegando a una reunión como puede haber muchas, pero esta era muy particular.
Esta reunión al parecer era de una persona que no era realmente muy social o importante, basándome en el número de personas que observaba en el recinto. Al prestar mayor atención, quedaba aún más perplejo, en el salón había un ataúd, pero nadie estaba vestido apropiadamente, si esto fuese un funeral, no miraba a nadie de negro, nadie con la cara larga o mucho menos llorando.
En la entrada estaban los más allegados al invitado de honor de la reunión, estos se cercioraban de que las personas que llegaban fueran realmente amigos del homenajeado, en algunos casos les pedían incluso que mostrasen alguna fotografía donde estuvieran ellos con el occiso y no que fueran únicamente por algún tonto compromiso social o algún otro absurdo familiar…
Me vi, en medio de todo esto, como si estuviera presente y a la vez ausente, atravesé sin ningún problema los controles de entrada que ya mencioné, hasta alguno puedo asegurar, me hizo una reverencia al pasar, pero yo, en verdad, no tengo idea de a quien vengo a ver aquí. En esta extraña reunión que no puedo calificar de familiar, tampoco de social, con solo un puñado de personas que al parecer algunos se conocen de toda la vida y otros estrechan manos por primera vez en ese lugar.
Salen las botellas de vino, la música ligera que me encanta, se escuchan algunos chistes entre algunos de los asistentes y muchas anécdotas al sonar de las copas durante toda la noche. Nadie se emborracha y pierde la cordura, pero todos están muy relajados, Por ratos se escucha la guitarra de uno de los amigos del tieso, esa guitarra entre clásica y moderna con interpretaciones que llevan a la concurrencia a tomarse un minuto de silencio y disfrutar de la música, sin pesar en otra cosa más que la suerte que tienen de disfrutar ese momento.
Entre las copas de vino, canapés deliciosos y música excelente, se creaba un ambiente ideal para sonreír, aunque me molestaba el ver como mesa de centro ese gran ataúd que hacía recordar a todos el porqué de la reunión. En un rincón divisé a un barista que, hacía unos cafés expresos, deliciosos, aduciendo que eran los que más le gustaban al homenajeado de esa noche. Al beber uno o dos, recordé lo mucho que me gustan también a mí y elogié el buen gusto de nuestro anfitrión.
Escuche mil y una anécdotas del extinto, parecía que hablaban de personas diferentes, escuchaba que unos decían que había sido un hábil dibujante de caricaturas, otro mencionaba que había conocido al finado haciendo entregas en una moto y le cayó muy bien, otro mencionaba que era un hábil orador o coach, como le dicen hoy en día. Algún otro se reía de todos y decía, ¡No! Para nada, él era un payaso y, fue a mi cumpleaños en mi escuela. Alguno aseguró que él era un predicador y lo había escuchado en alguna iglesia…
Al parecer estaban hablando de personas muy diferentes, pero por alguna razón sabía que todos se referían al mismo difunto.
Y aunque parezca hipocresía, nadie hablo mal de él, aunque eso es comprensible, porque nadie habla mal de los muertos, creo yo, o por lo menos en el funeral. Bien dicen que si quieres escuchar cosas buenas de ti solo lo harás muriéndote. Pero esta vez, por alguna razón, deseaba creer que todas esas palabras que escuchaba fueran verdad, aunque no sabía a ciencia cierta de quién hablaban, deseaba que lo que decían de esa persona fuera veraz…
Llegaban más personas y otros se iban, pero tanto el que entraba como el que salía lo hacía con una sonrisa de satisfacción dibujada en el rostro, como cuando visitas a un amigo querido y estás contento de haberlo visto.
No sé si en algún momento quedo sola la familia del muerto, pero ellos tampoco tenían la cara triste, a lo mejor si se les notaba el cansancio en sus rostros, pero también ese brillo en los ojos de satisfacción, que todo lo que se planeó salió muy bien y que el último adiós era lo que él deseaba.
Todos los que se marchaban, dejaban la fotografía de ellos con el interfecto, algunos en una reunión, otros en un negocio, otros simplemente dándose la mano.
Cuando llego mi turno de hablar con la familia, no pude hacerlo, al parecer me ignoraron y eso me molesto un poco, parecía que no me miraban. Entonces quise presentar mis respetos al protagonista de todo esto y me dirigí al féretro, lo encontré rodeado de arreglos florales que no había notado hace unos minutos, al hacerlos a un lado cuidadosamente llegué al cajón y viendo detalladamente en él pude observar que estaba abierto.
Censuro duramente los actos de morbo, pero en mi sueño, algo me llevo a abrir el sarcófago. Al hacerlo me di el susto de mi vida, o quizá deba decirlo de mi muerte. Quien estaba tendido en la caja mortuoria era yo mismo. Por ello no pude hablar con la que en realidad era mi propia familia, por ello en la entrada a manera de broma macabra entre como si nada, porque en realidad ya estaba adentro.
De inmediato desperté, sudando en mi propia cama, sobresaltado, pero a la vez me sobrecogía una gran paz. ¿Cuántos pueden ver su muerte, regresar de ella y saber ahora cómo quieren su último adiós?
Como una vez escribí, no sé si hoy, mañana o dentro de mucho, vendrá la catrina por mí, pero miedo no le tendré. He vivido, sufrido y disfrutado de una buena vida hasta el día de hoy, gracias doy al Universo en todo momento por lo atravesado.
Y en estas pobres y quizá torpes líneas dejo estipulado como deseo sea mi última reunión con quienes considero mis amigos, mi familia, aunque no tengamos la misma sangre y las personas que me importaron y que yo les importe a ellos.
El día que esto pase nadie debe estar triste, porque triste es no tener, porque vivir y seguir existiendo, pero partir de esta vida es el premio de haber vivido, recorrido, experimentado, de haber perdido, pero también ganado y, al fin y al cabo, este es mi sueño y nada más…
FIN
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