Las aventuras de Super Perico
Un amo digno de su sirviente
Tercer movimiento: Tentación
Versión en audio:
La extraña mujer se había presentado abiertamente como un demonio. Al examinarla con más atención notó una cola y unos cuernos no muy grandes. Con tales decoraciones no tenía dudas de que efectivamente se encontraba ante un ente maligno.
No comprendía Super Perico como tal mujer generaba tanta obediencia como ella misma presumía. Pues por sus palabras daba a entender que era personaje de suma importancia tanto al interior como al exterior de su propia especie.
Por su apariencia deliberadamente calculada con la intención de generar temor y desconfianza a sus malas intenciones; supuso que infundir miedo sería su personalidad y su gusto. Aunque no veía a ningún sirviente, tenía la sensación de que tan extravagante fémina efectivamente estaba acostumbrada al poder y a la obediencia de muchos.
Era una imprudencia y daba bastante miedo, pero el pájaro también sentía una fuerte curiosidad por prestarle atención. Por precaución, le espetó una advertencia que había escuchado numerosas veces de fuentes bien confiables:
—Dicen que a los demonios no hay que hacerles caso pues son seres llenos de odio. Envidiosos frustrados de la felicidad que les es imposible alcanzar por su mala conciencia. La destruyen por donde quiera que pasan. ¡Sus sirvientes son los necios que les gusta engañarse a sí mismos!
La maligna princesa recibió las recriminaciones con una mueca de desprecio, casi de indiferencia:
—¡Calumnias!, nos juzgan severamente por uno o dos errores ocasionales. Si le dices a un general que ataque por acá, y el necio insiste en atacar por acullá; no es posible que la guerra termine bien… Si fuera verdad que los humanos nos hacen caso, los libros de historia serían bien diferentes. Soy incomprendida por culpa de la necedad de algunos que no siguen los planes así como yo se los indiqué, para ser buen demonio hay que estar dispuesto a ver burradas. Los necios no entienden que mi prioridad siempre ha sido mi propia supervivencia y conservar mi nicho entre amigos o enemigos por igual. Pero por fortuna para ti, capto que tu si eres un periquito listo, fuerte y super bien dotado; soy buena para juzgar animales con una sola mirada. Entiendo que andas buscando amo de alguna especie superior. ¡Ja, que risa… eso de superior hay mucho de que hablar! Pues aquí me tienes. Eres un perico con muchísimo potencial, mas de lo que te imaginas. Tu ángel tiene razón en que careces de un ambiente apropiado para liberar tus poderes en plenitud. Si me aceptaras como tu ama… Tengo muchos planes que goloseo desde muchísimo tiempo atrás, pero faltaba un perico especial. No lo dudes, eres justo lo que me conviene. Te hablaré más claro: mi deseo es corregir un grave error de liderazgo en este planeta. Tú podrías ser la clave que me hace falta…
—¿Cuál error de liderazgo?
Pese al rechazo inicial, la princesa Buitrela captó completamente la atención del pájaro, que picado por la curiosidad decidió escuchar lo que la demonio tenía que decir. El espíritu aprovechó entonces para contar esta curiosa e inesperada leyenda:
«Hace muchísimo tiempo, cuando Dios creó a Adán y Eva, los ángeles servían a ese odioso par como a polluelos mimados a los que se les consiente todos sus caprichos sin pensar en las consecuencias. Con una total arbitrariedad y completa falta de buen juicio se coronó a ese par de polluelos bonitos con el título de amos y soberanos de toda la Tierra. Algo absurdo, carente de sentido; puesto que nadie tenía entonces ninguna buena razón para tomar tal dictamen. Estaba claro que se trataba de un simple mimo, capricho que condenaba al planeta entero junto con sus habitantes a ser regalado, cual juguete, a una especie que no se lo merecía.
«Mi opinión y la de muchos demonios fue que lo conveniente sería que los animales fueran gobernados por otro animal. No por esos polluelos malcriados y creídos como es difícil encontrar otro entre los seres inferiores. Por supuesto, le planteamos nuestra oposición a los animales y también presentamos nuestras protestas ante Dios. Las especies irracionales debían tener un liderazgo igual de irracional, poner a humanos en el puesto era una imposición absurda. Tanto Dios como los ángeles ignoraron completamente nuestras quejas.
«Los demonios nunca nos damos por vencidos tan fácilmente. Organizamos una votación entre los animales para nombrar un legítimo y representativo emperador de la Tierra. ¿Adivina cuál especie ganó la votación?».
Super Perico, que no había creído nada de tal historia, contestó con sarcasmo:
—Si he entendido bien, supongo que los pericos ganamos las elecciones.
—¡Exacto!, el escrutinio fue ganado por los pericos. Pero el resultado electoral fue ignorado y hasta hoy persiste la injusticia de soportar a los humanos en el mando. ¿Por qué pones esa cara? ¿no estás creyendo mi historia?
La incredulidad de Super Perico no podía ser más evidente:
—Para nada, princesa Buitrela; estoy convencido que eres una mentirosa descarada. Seguro que a todas las especies les dices la misma bobada.
—¡Perico insolente!, no deberías menospreciar el poder de los demonios. Ahora más que nunca en centurias, es posible derrocar el poder del hombre y colocar en él algún digno sucesor. ¿Si tan solo pudieras confiar en mí?, juntos podríamos llevar la justicia y el derecho que se le arrebató a los pericos. Como te expliqué, no tienes idea de tu verdadero potencial. Tu ángel sabe que necesitas un guía, en eso tiene mucha razón. ¡Yo puedo ser tu guía!
—¡Basta, cállate!, no prestaré oídos a tu traición. Se me ha pedido elegir a un humano como amo. Derrocarlos es traicionar el mandato que se me encomendó y la voluntad de Dios cuando creo a las especies. ¡Lárgate, y deja de molestar! Además, no te he creído nada; si no te has dado cuenta.
—Desconfías de mí porque te he dicho que regento sobre los imperios y gobiernos de los hombres… Pero la verdad, te sorprenderás al escucharlo: es que detesto a la especie humana. Siempre los he detestado, mi verdadero amor pertenece a los animales. —Al decirlo, miró hacia al gato que sostenía entre sus brazos. El felino se mostraba totalmente ajeno a la conversación—. ¡Mira como quiero a mi hermoso gatito! Si confiaras en mí, juntos podríamos hacer maravillas como nunca antes se han visto. Me faltaba un pajarillo con tu carisma.
Super Perico intentó como pudo terminar con la conversación, pero encontró que la tal demonio era bien insistente. La princesa Buitrela, siguió por buen rato con su lata para tentarlo; sin hacer caso de ninguna protesta, ni rechazo de su interlocutor.
Así que el periquito, al ver que ignoraba sus rechazos y razones, decidió probar suerte con unas jaculatorias que le había enseñado su madre. Había oído muchas veces que tales frases piadosas son muy efectivas para espantar a los demonios. No las había probado hasta entonces, pues no les tenía mucha fe. Mas en cuanto se decidió y comenzó con sus oraciones; la princesa puso tal cara de horror que el pajarito ni se esperaba. La demonio había salido huyendo verdaderamente asustada.
—Si eres tan poderosa princesa, ¿por qué tanto miedo a una simple jaculatoria? —le gritó Super Perico a lo lejos. Estaba muy contento al ver que las frases piadosas funcionaban de maravilla. Tal y como se decía, efectivamente habían conseguido espantar a un demonio con apenas el esfuerzo de pronunciarlas. La verdad, el pájaro no creyó de previo que tal estrategia fuera a funcionar; al menos no con tan asombrosa eficacia.
—¡Todos tienen algún punto débil!, tiembla cuando averigüe el de Super Perico… —le gritó la princesa Buitrela. Con tales palabras, al menos por ahora, renunciaba a reclutar al buen pájaro para su partido.
Después de conseguir deshacerse del espíritu maligno, el periquito bajó de la montaña. A la primera que buscó fue a su madre.
Esperaba ser recibido con un plato de frutillas similares a las que por descuido había dejado podrirse en la montaña. Tal y como esperaba pudo degustar unos deliciosos plátanos maduros que su familia había reservado para su regreso.
Cuando su madre le interrogó sobre su ayuno semanal, el perico estaba algo confuso y prefirió ocultar su reciente encuentro desagradable.
—¿Pudiste cumplir con el ayuno? ¿Todo ha salido bien?
—¡Perfecto!, solo me la he pasado rezando y pensando en cosas buenas… —mintió entonces. Temía preocuparla si le contaba su reciente encuentro con un demonio.
Cuando ya hubo descansado lo suficiente, su madre le pidió un favor en nombre de unos pericos del vecindario. Un árbol había caído recientemente y del golpe quedaron destruídos varios nidos. Ella se había tomado la libertad de ofrecer los superpoderes de su hijo para reconstruir la barriada.
—¡Claro!, estaré encantado de volver a plantar el árbol si hace falta. Con mis superpoderes convertiré en fortuna lo que se supone es mala suerte. Terminarán con nidos mejores a los que tenían —presumió el héroe con mucha satisfacción.
Mas cuando llegó al sitio del percance, y probó a utilizar su superfuerza con los restos del árbol caído. Encontró para su sorpresa que no podía moverle y que tenía tan solo la fuerza de un perico común y corriente.
Super Perico asustado, porque temía algún castigo del cielo, comenzó a vociferar:
—¡Perdón a Dios y a los buenos ángeles que cuidan de las manadas de pericos!, os he fallado. Soy un perico malo y mentiroso.
—¿Por qué dices eso?, yo no creo que seas ni malo ni mentiroso —le dijo su madre.
—Es que te he engañado. Seguro Dios me ha castigado por la ficción que te dije, provocando que perdiera mis superpoderes. ¡Perdona Dios mío!, solo mentí para no preocupar a mi madre…
—¿Cuál fue tu engaño?
—Os he dicho que me la he pasado rezando y pensando en cosas buenas… Si bien esa fue mi intención; he ocultado que una demonio llamada princesa Buitrela se me ha aparecido y me ha tentado con toda clase de ridiculeces. Temo que he perdido mis poderes por decir mentiras.
Super Perico contó entonces lo ocurrido con la demonio. Estaba muy deprimido y temía haber perdido sus superpoderes para siempre, pero siguió rezando y suplicando sin parar. No había pasado mucho tiempo en lamentaciones cuando encontró que recuperaba sus fuerzas.
—Entonces hemos descubierto que mi hijo pierde sus poderes de forma temporal cuando dice mentiras —concluyó alegre su madre al ver que Super Perico por fin levantaba el árbol tal y como había prometido.
—No sabemos si es temporal o si es definitivo. Puede que me haya perdonado una vez y la segunda no, con lo sagrado no se juega.
Su madre dió la razón a la prudencia de su hijo y agregó lo siguiente:
—Ahora que lo pienso: si hubieras caído en la tentación de la princesa Buitrela, seguro hubieras perdido tus poderes por bruto. Y siéndole inútil, serías comida para el gato de la mala señora. ¡Que Dios nos ilumine a todos!
–Siguiente entrega
-Libro completo disponible en octubre del 2026
Ver también: Un amo digno de su sirviente, Arte Lancelot
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