No lo puedo ver ahora mismo, pero sé que está ahí. Esta omnividente visión solo se
extiende dentro de los límites del horizonte, marcado por esa perfecta y a la
vez imperfecta línea recta en donde acaba el mar. En la pupila de este mundo se
encuentra la isla principal, una masa circular de 10 kilómetros de diámetro que
sobresale del agua. A un costado está la ciudad, esparcida de forma natural
desde la semilla que fue el puerto hasta las zonas más recientes y adentradas
al centro de la isla, cada vez más difíciles de alcanzar por la exponencial
pendiente, pero los que se lo pueden permitir disfrutan de una vista y frescura
increíbles, pudiendo ver más allá de lo que sus iguales en la costa pueden. Del
lado opuesto a la ciudad se alza el rey de la isla: una montaña cuya cúspide
sobrepasa los 2 km de altura y cuyas faldas abrazan a la ciudad, que tan
pacíficamente ha vivido. Los edificios no sobrepasan los 3 pisos de altura,
pero denotan inmediatamente lo sofisticados y cuidadosos que son los seres que
hacen todo esto posible. Muy cerca de los límites con el mar se encuentra el
parque que una vez fue central, perfectamente pintado de colores cálidos y
arenosos, con bastante vegetación perfectamente adiestrada. En la periferia del
parque se encuentran las principales plazas, auditorios y servicios públicos
que mantienen con vida y júbilo a tan delicadas personas que han olvidado quién
es el que manda en realidad.

Cada vez distingo menos de ese mundo a medida que mi embarcación se aleja más del
puerto y se dirige a una de las tantas islas que pueblan de imperfecciones a la
uniforme piel del mar. Ha sido un viaje largo, pero creo que ha valido la pena.
Después de tanto esfuerzo la escuela me ha premiado a mí y otros pocos a
visitar una de las islas más famosas que hay en esta pequeña porción del mundo.
La isla, según unos esclavos de su propio Dios, se llama Grano de Café, porque
tiene una perfecta forma ovalada atravesando su diámetro mayor pasa un rio
delgado. Por lo que en realidad son dos islas que tal vez algún día estaban
juntas, pero ahora luchan por separarse. Aun así, tan curiosa forma sólo puede
ser vista por las aves o por lo que está más arriba de ellas, mientras que
nosotros sólo podemos intuirlo.

Después del largo viaje, amortiguado por las conversaciones que fluyen entre amigos y
amigas, llegamos. Desde nuestra perspectiva, salvo el puerto y los negocios que
dan la bienvenida a la isla, más allá se extiende un bosque alto y denso,
formado por árboles frondosos y gruesos de muchos tipos, de forma que sus copas
parecen ser una sola. Después de una cálida bienvenida y demás indicaciones,
todos nosotros seguimos el camino terroso de 3 metros de ancho, puramente
delimitado por ser una zona sin arbustos ni plantas que estorben a nuestros
pies. A los lados sólo se pueden ver los eternos e infinitos árboles y la
vegetación silvestre que los abraza, las copas de los árboles se muestran celosas
a no dejar escapar la oscuridad que contienen y sólo los rayos de luz más
necios son los que permiten ver el camino, que a veces se ve obligado a rodear
troncos, rocas o altozanos realmente grandes, hasta llegar al único destino que
existía para nosotros: el río.

El río es lo único que pudo vencer al poderosísimo bosque, obligándolo a ceder
terreno, dejando que la luz y el calor se reflejen en la cristalina y pura
agua, que avanza lenta y misteriosamente a uno de los lados de la isla, pero no
sabría ahora mismo decir hacia donde, pues el sol está justo encima de
nosotros, dejando que el tiempo se sumerja en las templadas aguas y se mantenga
paciente después de trabajar por tanto tiempo. Salvo la entrada, en donde están
los vestidores, tiendas y restaurantes, el río está separado del bosque en
ambos lados por una pared de concreto con una reja de metal encima, que
mantiene a la oscuridad lejos de nosotros, haciéndonos sentir seguros.

Ahora los estudiantes por fin son libres de la vista estricta de los profesores y la
monótona rutina de la escuela. Automáticamente las leyes del universo que nos
rigen hacen presencia y ciertos grupos de amigos se empiezan a vislumbrar,
mientras que el espacio que hay entre cúmulos se hace cada vez más grande, yo
que no soy nada diferente a todo lo que hay me dejo dominar por dichas fuerzas
y me reúno con mi propio grupo de amigos y amigas, pensando únicamente en este
momento, relajando los músculos que estaban tensos por los grandes esfuerzos
que tuve que hacer para llegar hasta aquí, ahora siento mi cuerpo libre y
purificado, las rocas lisas y a la vez húmedas me cosquillean los pies al mismo
tiempo que avanzo por el río, jugando y riendo entre amigos.

Después de algunas horas, en las que la refrescante agua, junto con los juegos y
refrigerios nos ha dejado completamente exhaustos, relajados y sumisos, yo,
junto con mi grupo de amigos nos reunimos a la sombra de algunas ramas que han
logrado traspasar la frontera de metal y concreto. Después de algunos minutos,
el sentimiento de frío en la piel desnuda es cada vez más notable, el viento
danza sobre nosotros una rápida melodía, nos obliga a juntarnos más entre
nosotros, a frotar nuestros propios brazos y a temblar. Aunado a esto, el cielo
pasa a ser cada vez menos azul, pero en vez de empezar a adoptar colores
rojizos o morados, lo hace en un tono blanquecino y gris. Veo que el personal
cuidador de la isla se junta nerviosamente con nuestros profesores, desviando
ocasionalmente su vista hacia nosotros, los más suspicaces se dan cuenta y
empiezan a alertar a sus amigos, por lo que al momento en que nos dicen que
tenemos que dejar el agua, lo hacemos de manera rápida y eficaz. Nos vestimos y
ahora seguimos el camino inverso al que tomamos hace unas horas. Nuestro
instinto social ahora es más difícil de adiestrar y los grupos de amigos siguen
intactos a medida que avanzamos, aunque el espacio entre estos es también cada
vez más grande, haciendo que los cúmulos más rezagados se sientan más
inquietos.

La primera gota de lluvia cae en mi nariz, alertándome y haciendo que me detenga
por una fracción de segundo. Calculo que estamos a mitad de camino, aunque no
hay ningún punto de referencia que me indique eso, de hecho, el bosque ahora
parece encerrar más oscuridad, al no ser alimentada con más luz solar y tenga
que metabolizar su propia energía siniestra. Una neblina se empieza a formar
sobre la densa vegetación, haciendo que en realidad no podamos ver con claridad
más allá de unos 30 metros, pasando de los tonos más verdes con pequeñas motas
de color al más puro negro.

La lluvia arrecia rápidamente y en pocos minutos quedamos bastante húmedos. A
pesar de que las copas de los árboles sean frondosas y no dejen pasar mucha
luz, no tienen nada que hacer contra algo tan pesado en comparación como el
agua. También el viento es cada vez más helado y nos golpea directo en los
rostros, haciendo que cada paso parezca más difícil que el anterior.

Nosotros éramos el segundo grupo más rezagado que transitaba nerviosamente por el
camino, pero de un momento a otro los estudiantes que venían más atrás lograron
adelantarnos, pasaron corriendo algo asustados y a la vez divertidos por la
tormenta, lo que hizo que varios de nosotros recibieran algunos empujones de su
parte. Pero, después de unos segundos, un estudiante bajo y delgado apareció,
visiblemente asustado, y al verse solo y traicionado por sus amigos arremetió
corriendo contra mí, su condición aterrorizada y nerviosa hizo que no pudiera
esquivarme, resultando en un fuerte empujón contra mí. Yo no logré mantener el
equilibrio y caí fuera del camino, en el que reinaba un pasto alto, arbustos
frondosos y varios tipos de vida más.

Después de que perdiéramos de vista al niño, pude darme cuenta de las sensaciones que
estaban experimentando mis manos y piernas, ahora en contacto con el suelo, el
extraño suelo, que ahora me parecía menos sólido, al principio me pareció que
varios insectos transitaban por el pasto y las finas raíces, como ciempiés o
gusanos viscosos que jugueteaban entre mis dedos, di un pequeño brinco y sacudí
mis manos cuando sentí eso, pero luego me pareció distinto, como si no fuera
sólido lo que estuviera tocando, parecía una niebla que pudiera tocarse pero no
atraparse, pues desaparecía enseguida. Además, sentía que a medida que pasaba
el tiempo, me iba hundiendo en el suelo, como si este fuera una esponja que se contrajera
con mi peso. Mis amigos, después de proferir insultos contra el flaco, fueron a
ayudarme, yo quise darle la mano a uno de ellos, pero me encontré con algo,
como la misma niebla o las raíces, que me sujetaban las dos manos contra la
tierra, después intenté mover mis pies o mi cadera, pero la misma sensación de
rigidez me atrapaba. Mis amigos al ver que no me movía se extrañaron, pero la
cara de miedo que hice después debió dejarlos primero desconcertados, luego
aterrorizados.

Aquellas manos hechas de pura neblina, densa y húmeda me jalaron abruptamente hacia las
fauces del bosque y a medida que me arrastraban sin piedad por el suelo sentía
el agua que venía de arriba y de los arbustos que iba derribando a gran
velocidad, también sentía el lodo que se quedaba impregnado en mi ropa y los
rasguños de las ramas y rocas que cortaban mi piel. Pero todas esas sensaciones
superficiales no se comparan realmente con lo que sentía en el interior. El
miedo provocado por una fuerza más allá de mi comprensión, que no podía ver ni
oír, pero que claramente era real hizo que fueran pocos segundos los que
realmente permanecí consciente, pues todos los esfuerzos y quejidos que hice
por tratar de escapar fueron inútiles contra la fuerza que, ayudado por sus
esclavos me arrastraba con total facilidad, Después de pocos segundos un
sentimiento de cansancio y de trance se apoderó de mí, dejándome a merced de lo
que sea que fuese que me atraía hacia él.

***

Desperté y creí estar ciego por un momento. Las sensaciones que embargaban mi cuerpo
eran muy extrañas, estaba tumbado boca abajo, completamente empapado, podía
sentir los golpes sin piedad de la fina lluvia sobre mí, todas las
articulaciones de mi cuerpo estaban entumidas, pero al hacer un esfuerzo por
levantarme me alivié al no notar algún hueso roto, moretón o una cortada grave.
De todos modos, poca importancia tenía eso en ese instante. Cuando pude empezar
a ver los finos destellos de la luz de la luna reflejarse en las superficies
mojadas creí que me había vuelto loco o que estaba soñando. El tratar de
recordar lo que había pasado cuando caí al suelo de aquel bosque me devolvió a
la realidad, por ahora una muy extraña y misteriosa realidad. Me encontraba en
un suelo de madera, bastante mojado por realmente no contar con un techo que lo
defendiera de la lluvia; al levantarme me di cuenta que me costaba mantener el
equilibrio y cuando pude ver más allá me percaté de que el suelo se curveaba
hacia abajo en dirección de mis brazos, al ver directamente hacia adelante, el
suelo de madera agrietado seguía hasta perderse en la oscuridad, fue cuando me
di cuenta de que estaba en una rama, una rama extremadamente grande y gruesa,
pues podía dar unos cuantos pasos a mis lados sin notar una curvatura
peligrosa. De la rama en la que estaba, algunos metros más adelante, surgían
ramificaciones más pequeñas, pero aún tan gruesas como mi cuerpo. Me volví
hacia atrás tratando de no resbalarme y pude ver que mi rama se extendía unos
cuantos metros más hasta llegar al tronco principal, una pared sólida de
madera, inimaginablemente grande y gruesa comparada con la rama en la que
estaba parado. Cuando mis ojos se aclararon pude distinguir más ramas que
brotaban del tronco a mis lados y por encima de mí, pero al igual que no
podemos notar la curvatura de la tierra aun cuando las montañas se alejan, no
pude notar ninguna rotación de las ramas en torno al eje del tronco, que desde
mi perspectiva parecía una pared sólida y plana de madera. Cuando pude ver más
allá me animé a ver hacia abajo, me topé con una creciente oscuridad en la que
las ramas caían para nunca ser vueltas a ver; sentí un vértigo tan grande que
hicieron a mis piernas flaquear, derrumbándome nuevamente en el húmedo suelo de
madera en el que me encontraba.

Un sonido muy diferente a las insistentes gotas de lluvia chocando con el suelo
llamó mi atención, era el sonido de las ramas crujiendo. Frente a mí, apartando
las más pequeñas ramas que le estorbaban el paso, emergió de la oscuridad un
ser extraño y misterioso a la vez que hermoso. Tenía la forma y proporciones de
un hombre con una gran musculatura, pero su cara se asemejaba más a la de un
gorila y todo su cuerpo estaba cubierto de pelo, un pelo blanco y brillante que
parecía hecho de delgadas fibras de diamante los cuales reflejaban la luz de la
luna que se colaba por las grandes hojas, dándole a los rayos tonos verdes,
azules y morados. Era alto, más de lo que cualquier humano pudiera haber
llegado a ser y se estaba acercando a mí, mirándome fijamente con esos ojos
inyectados en sangre y con las pupilas de los mismos colores que su pelaje, de
vez en cuando soltaba gruñidos o resoplidos que me helaban la sangre y no
permitían que me moviera, avanzaba con un paso y una tranquilidad que sólo un
ser milenario, con un registro de recuerdos tan vasto que todo un día podría
parecerle sólo un segundo, podría soportar. Comparado con él, yo, un ser al que
la vida se le hace pequeña por no ser feliz con lo que tiene o con quién lo
tiene, que no comprende realmente el significado de la existencia y que nunca podrá
encontrar una respuesta completa para ésta; vemos nuestros miedos frente a
nosotros, pero no tenemos el coraje de hacer algo por nosotros mismos y de lo
cual nos arrepentimos poco después; todos estos problemas quedan reducidos en
tu mente cuando temes por tu vida. Esos ojos siguen puestos firmemente en mí y
yo no puedo hacer nada más que retroceder arrastrándome por el suelo de madera
hasta encontrarme con el núcleo del árbol, momento en el que el espacio te
abandona y el miedo se apodera de cada fibra de tu cuerpo, haciendo que éstas
tiemblen también, cualquier sensación como las gotas de lluvia o el viento
gélido quedan marcadas en nuestra piel como el anuncio del último momento, ni
si quiera puedo cerrar los ojos y dejar de ver lo que me asecha. Sólo puedo
esperar, la acción que los humanos más aborrecen.

A medida que se acerca, el suelo empieza a vibrar hasta que por fin se posa en
frente mío, tengo que hacer un esfuerzo no sólo en alcanzar a mirarle la cara,
que me parece tan difícil como ver la punta de un rascacielos desde su primera
planta, pero más difícil es juntar el valor para hacerlo, no hace falta, dobla
un poco sus rodillas, inclina uno de sus brazos, me sujeta del cuello con sus
rasposas manos y como si levantara un fino insecto que le llamara la atención
me levanta a mí lentamente contra la áspera corteza del gran árbol, lo hace con
tal fuerza que desgarra primero mi suéter y mi camisa hasta que es mi piel la
que tiene que sufrir, por más que quiera gritar no puedo al sentir que mi
garganta está siendo estrangulada. Coloca mi cabeza por encima de la suya y me
ve, más allá de los ojos, como si a través de ellos pudiera ver cada emoción,
cada sentimiento, cada acción y cada recuerdo, los hace florecer en mi mente
haciendo que vea mi vida en ese segundo, dejándome con un dolor de cabeza tan
insoportable como el ardor de mi espalda o el crujir de mi cuello.

El primate, después de ver lo que sea que haya visto entre tantos horrores y
recuerdos reprimidos, lanza un pequeño bufido, noto que pone más presión en mi
cuello y con gran fuerza da la vuelta sobre sí mismo y me lanza hacia adelante
contra la misma rama en la que estamos parados. Con un gran esfuerzo consigo no
desmayarme, pero siento las extremidades hinchadas, las rodillas, las manos y
la cara húmedas por agua caliente y roja. Por más esfuerzo que ponga en mis
brazos no consigo levantarme, casi ni siquiera moverme, sólo puedo arrastrarme
con todo el dolor que eso implique mientras él se aproxima de nuevo a mí, ahora
con pasos más pesados.

Llega de nuevo junto a mí y con una voz extremadamente grave y metálica, como si
saliera de un pozo gravitatorio dice:

—Ya veo… Has hecho daño, mucho daño… el peor tipo de daño, a una persona a la
que realmente le debes mucho. Este mundo es mi reino y ahora, como rey de tus
acciones, no puedo permitir que alguien como tú exista.

Esas palabras son suficientes para dejarme paralizado, no sólo por lo imponente de
la voz, sino por su significado, algo que sucedió hace mucho tiempo y que mi
mente con mucho sacrificio ha tratado de borrar, pero que, sin embargo, él, el
supuesto rey, para él fue tan fácil como sólo buscarlo y tomarlo

Apenas puedo arrastrarme por la superficie, buscando desesperadamente mi
supervivencia, aunque la mayor parte de mí me dice que es inútil, que ninguna
fuerza del cosmos se resistiría al juicio del dios que tengo detrás a punto de
aniquilarme. No sé si son sus palabras o mis pensamientos, pero una pequeña
parte de mí me dice que realmente lo merezco.

El abominable no le cuesta nada de trabajo el llegar junto a mí, me agarra de
nuevo el cuello ahora desde atrás, pero esta vez me sujeta contra el suelo con
gran firmeza. También me sujeta con su mano libre mi muñeca derecha.

—Esta será tu redención —Pronuncia el mítico ser con esa voz tan grave y vidriosa.

Mientras me sujeta del cuello contra el húmedo suelo, siento un forcejeo en mi brazo
derecho, el ser lo jala con tanta fuerza que en pocos segundos consigue
desencajar los cartílagos de mi hombro y luego todos los demás tejidos, nervios
y venas que unían mi brazo; la sangre empieza a marcar su caudal por la
circunferencia de la rama. El dolor que siento en lo que queda de mi cuerpo es
tan abrumador que ni siquiera le doy importancia al grito tan atroz que emergió
de mi ser. El abominable ser cambia de lugar sus brazos, ahora sujeta mi cuello
con su mano derecha y con su mano izquierda repite el proceso en mi brazo
izquierdo; logro oír esta vez cómo cada fibra de la piel y mis adentros se
desgarran y se separan, para dar lugar a que se desprenda el hueso con más
facilidad, a mí aún me quedan fuerzas para gritar. Seguidamente, el poderoso
dios vuelve a cambiar de lugar sus manos, ahora su mano izquierda me presiona
en la espalda baja contra el suelo y su mano libre sujeta uno de mis tobillos,
esta vez es un poco más prolongado el forcejeo, pero logra el mismo cometido
una vez y otra vez con el otro tobillo. Todo lo que queda de mí, siendo en
mayor parte el espíritu, se revuelca de dolor como el más patético de los
gusanos en los ojos del omnipotente ser que ahora vuelve a colocar su mano en
mi cuello y me da la vuelta para que lo contemple a los ojos, ahora posee unos
ojos totalmente negros, que almacenan el sin fin de sabiduría que posee. Ya no
tengo fuerzas para gritar, por momentos ni para sostener mi propia cabeza, sólo
para llorar.

Empiezo a sentir algo raro, poco a poco, el lugar vacío de mis extremidades es
remplazado por otro tipo de materia que emerge de mi propio cuerpo y que con un
ritmo lento va formando nuevos huesos, músculos, arterias y nervios, que en
contacto con el frio del exterior hacen que mi cuerpo se paralice y se
contraiga de un dolor nuevo.

—Renacerás —Es lo último que dice él, pero es suficiente para olvidar momentáneamente el
dolor y alimentar de más miedo mi corazón a causa de un acto que me hizo ser
parte de una experiencia tan abominable.

Dirige su mano libre en dirección a mi cara, mostrando sus garras enormes y afiladas,
que cada vez se acercan más a mis ojos. Pierdo el control de mi ser en ese
momento, pero mi cuerpo no tiene fuerzas para moverse o forcejear, ni siquiera
mis extremidades han llegado a mitad de camino en su renacimiento. Es mucho el
sufrimiento que tiene que soportar mi mente, pero por una razón de
supervivencia o de control por parte del dios que tengo enfrente no me desmayo.
Lo que hace que sienta con todo detalle cómo introduce sus filosas garras en
los lados de uno de mis ojos, llegando muy profundo y finalmente sujetando todo
el globo ocular, esta vez es muy fácil para él, solo jalar y privarme de mi
cordura. Hace lo mismo con el otro ojo y puedo sentir en la lejanía, por mis
débiles sentidos, la sangre que brota y sigue el camino más fácil por la piel
de mi cara, este mismo camino es el que hace la abominación con sus manos que
se manchan de sangre al arrancarme la nariz y los labios. Por último, me sujeta
las orejas y finalmente me priva del mundo, me suelta y caigo como peso muerto
contra el suelo.

A cada momento que pasa se libera mi mente del control que ejercía el mítico ser
y mi cuerpo comienza a desmayarse, a causa del intenso dolor que siento a
medida que creo nuevos tejidos y órganos que remplazarán los faltantes, pero
esta vez diferentes, sin ser especiales, pero sin llegar a ser el mismo otra
vez.

—Esta es tu oportunidad —Escucho débilmente, fruto de los nuevos huesos de mis oídos
que lentamente se van regenerando— De ocupar un lugar entre mis súbditos, en mi
reino.

No se molesta en sujetarme de nuevo y arrastrarme de al borde de la rama en la que
estuvimos. Una patada en mi costado es suficiente para mandarme a la más
profunda oscuridad del más profundo abismo.

—Tienes una semana, para encontrarla y salvarla —Pronuncia el ser, ahora como un eco
que retumba en todos los rincones del universo— Para entrar a mi reino.

Mi cuerpo cae hacia la nada de la que proviene el imponente árbol. El primer golpe
de mi cuerpo contra una de las ramas que brotan del tronco es suficiente para
que por fin pierda el conocimiento y mi cuerpo vague por el espacio chocándose
frecuentemente con asteroides, planetas y estrellas que encuentra a su paso,
hasta llegar a los confines del universo.

Ahora todo es naranja, mi cuerpo yace entre las prominentes raíces que brotan de la
tierra. La luz del sol renovado se cuela por uno de los caminos que dan al Gran
Árbol y me da directamente en la cara, una cara que no es mía pero que yo
controlo, unos ojos que no son míos logran ver por entre las ramas y los
arbustos el mar que refleja el sol, pareciendo que éste se da un baño, más
cerca logro ver el puerto y las casas de la ciudad, que parecen acercarse a mí,
la radiación despierta a los nervios de mi cuerpo, aparentemente tranquilo.
Pero mi mente sabe que tengo que hacer algo. Una mente ahora desquiciada, pero
con una convicción, una promesa, una orden que tiene que cumplir.

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