«El abandono sin rastro»

«El abandono sin rastro»

JK

04/01/2024

Andrea abrió los ojos aturdida y al parecer estuvo en el hospital. Le dolía todo el cuerpo y especialmente el vientre. Se lo tocó asustada y lo encontró plano y vacío.

¿Su hija? ¿Cómo fue…?

—¡Ayuda…! —fue lo único que pudo gritar y su voz salió ronca y cascada—. ¡Ayúdenme… por favor…!

Para cuando una enfermera llegó junto a ella ya tenía el rostro bañado en lágrimas y se aferró a su brazo con desesperación.

—¡Mi hija… por favor, mi hija… ¿qué le pasó? Mi bebé…

—Tranquila. Su hija está todo bien, señora Brand —dijo con voz suave—. Está fuera de peligro y ya la han llevado a cuidados especiales. ¿Recuerda cómo llegó aquí?

Andrea no pudo evitar las lágrimas mientras cerraba los ojos soltando toda la tensión.

Había tenido una discusión horrible con su esposo Mason por el exceso de gastos que tenía justo cuando la bebé estaba por llegar. Le faltaban tres semanas todavía para tener a su hija, pero las contracciones habían empezado allí mismo y él la había llevado a urgencias… o eso creía.

—¿Cuánto… cuánto tiempo hace…? —balbuceó asustada al pensar de las peleas que tenían antes.

La enfermera le sonrió gentilmente.

—Tuvieron que hacerle una cesárea de emergencia hace cuatro días. Su bebé nació sana, aunque pequeña por ser prematura, pero la operación tuvo más consecuencias para usted… ha estado en coma desde entonces —le explicó y la vio contener el aliento—. ¿Hay algún familiar al que podamos avisarle?

Andrea abrió muchos los ojos, asustada.

—¿Cómo… cómo familiar…? ¡Mi esposo! Mi esposo me trajo al hospital. ¿Dónde está él?

La enfermera apretó los labios y negó.

—Lo lamento, solo logramos saber su identidad por los documentos que traía en su cartera, pero nadie se presentó a preguntar por usted… y nadie se quedó tampoco.

Andrea se llevó una mano a la cara con desesperación. ¿Cómo podía ser? ¿Mason no había venido a verlas a ella y a su hija en todo ese tiempo ni una vez?

Trató de incorporarse, pero el dolor la atravesó.

—Mi hija —sollozó Andrea mirando a la enfermera—. ¿Puedo verla…ahora?

—Claro que sí —respondió con voz dulce la mujer y poco después regresaba con su pequeña—. Es una niña preciosa.

Andrea la abrazó llena de amor. Su bebé estaba a salvo y eso era lo único que importaba ahora.

Sin embargo, la angustia no demoraría en volver. Intentó contactar a Mason de todas las formas posibles, pero no lo consiguió, y dos días después cuando les dieron el alta del hospital, una noticia aún más fuerte golpeó a Andrea.

—Lo siento, pero no podemos dejarla ir de aquí hasta que pague lo que falta de su factura médica —le dijo el director.

—¿Lo que falta…? No entiendo, yo tengo un seguro médico —respondió.

—Y su seguro cubrió la cesárea, pero no los demás gastos de hospitalización por casi una semana, los medicamentos… por usted y por su hija.

Andrea sintió paralizada, mezcla de incertidumbre y miedo.

—¿Y de cuánto es la cuenta? —preguntó.

—Dieciocho mil dólares —respondió el hombre y ella cerró los ojos.

Tenía veinte en su cuenta, era todo lo que había logrado ahorrar en los últimos tres años, pensando en que un día lo necesitaría para tener a su bebé. Cuando terminara de pagar la factura del hospital se quedaría con muy poco… pero no podía hacer otra cosa.

Asintió y el director le pasó el número de la cuenta del hospital mientras ella se sentaba. Sacó su teléfono y revisó su cuenta bancaria, sin embargo, no esperaba ver aquellos cero absolutos.

—¡No…! ¡No, no, no! —exclamó desesperada, mientras el corazón le palpitaba con fuerza y las lágrimas corrían por sus mejillas—. ¡No puede ser… no puede ser…!

¡Su cuenta estaba vacía! ¡Completamente vacía! Alguien se había llevado todo su dinero y por desgracia el único nombre que le venía a la cabeza era él, su esposo, Mason.

Andrea se quedó allí, paralizada y sin saber qué hacer.

—No tengo… no tengo dinero para pagarle… mi cuenta…

El director la miró con compasión, comprendiendo que estaba en una situación muy difícil.

—No se preocupe —dijo el hombre—. Si no puede pagar la cuenta ahora mismo, podemos llegar a un acuerdo para que le pague al hospital a plazos. Le llevará unos años, pero…

Andrea lo miró con los ojos llenos de lágrimas y asintió. El director le entregó un pagaré a plazos para devolver el resto del gasto médico. Aunque los intereses le sumaran muchísimo dinero, era la única forma de salir del hospital aquel mismo día. Sin más opciones y con el corazón destrozado Andrea firmó aquella deuda, y abrazó a su hijita, consolándose en su calor y en el amor que sentía por ella para sobrellevar aquel mal momento.
Apenas pudo tomar un taxi y se fue a su departamento. Con dificultad metió la llave en la cerradura, pero cuando abrió la puerta se quedó muda. No podía creer lo que veía sus ojos. ¡El departamento estaba vacío! No había muebles, ni ropa, ni nada que indicara que ella hubiera vivido allí alguna vez. ¡Todo se había ido!

Mason no solo se había llevado el dinero de su cuenta —¡ahora no le quedaban dudas de que había sido él! —, sino que también había vendido todo lo que había en el departamento. Todo lo que Andrea amaba y toda su vida, había desaparecido en cuestión de segundos. Era como si él hubiera querido borrar todo rastro de ella y de su hija.

¡Ni siquiera quedaba la cuna!

Lo único que no había vendido era el departamento mismo y porque no era de ellos, sino de renta.

Andrea no podía creerlo, ¿cómo había podido ser tan cruel? ¿Cómo podía abandonarla así, sin nada, sin tener a dónde ir?

Las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas y se derrumbó en el suelo, llorando amargamente y sin saber qué hacer.

Estaba sola, sin nadie a quien recurrir, con una bebé recién nacida en brazos, y sin hogar.

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