Noche en Buenos Aires


Estamos caminando por Avenida Corrientes un sábado a las 10pm. Simplemente caminar, sentir nuestros pasos rebotando en la vereda, mirar hacía el frente a la vez que nos miramos a los ojos y sentir una paz absoluta. Sucede ahí en ese preciso momento que me doy cuenta que es donde quiero estar y permanecer. Si bien nuestras manos no están entrelazadas, las energías si. Es imposible no darnos cuenta de lo unidos que podemos llegar a estar. Mientras nuestro paso sigue ferviente debajo de las estrellas e iluminación de la ciudad que nunca duerme, siento que nos separamos. Decido darme vuelta con la mayor de las sonrisas con la esperanza de encontrarte a mi lado, contrariamente te diviso en la lejanía observandome con miedo, no a mi si no que a caminar. Si bien di unos pasos mas sin vos a mi costado, decidí deternerme a pensar si era correcto mi comportamiento, ¿Realmente quiero tirar a la basura todo nuestro camino juntos solo por querer ir a mi ritmo? No, no deseo eso. Por eso mismo en ese momento me di vuelta y ahí seguías esperándome con esos ojos marrones, que me derriten, esa sonrisa y la simple belleza que me hipnotiza. Mientras me acercaba detrás tuyo se encontraba la mas tenebrosa de las sombras, a la cual no iba a permitir que te haga daño. Ni bien seguí acercándome la sombra huyo y tu alegría volvió. Me permití ponerte unos auriculares, llevar mi brazo sobre tu hombro y seguir caminando juntos nuestro camino. Este es largo pero no tengo apuro, solamente quiero disfrutarlo exclusivamente con vos. A la vez que te miro y simplemente digo:

– Conmigo no tengas miedo, confía y caminemos juntos que nos queda camino.

Facundo Verardo D’Agostino


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