Herederos

Herederos

Kayo

29/12/2023

HEREDEROS

Marcos esperaba fumando un cigarrillo a que Lara terminara de cambiarse. Los vaivenes de la silueta proyectada en los azulejos del baño indicaban que, por tercera vez, su vestido no la convencía. A veces pensaba que había sido un error casarse con ella. Si hubiera seguido el consejo de su Madre estaría en matrimonio con una mujer de familia, sumisa, tranquila, que viviera para él y para sus posibles hijos. Sin embargo, detestaba profundamente la idea de que alguien estuviese tan rendida a vivir su vida, por eso había escogido a Lara, quien paso de ser una mujer pasajera a formar parte del dúo de anillos. Por otro lado, también lo había hecho para llevarle la contraria a su Madre. Aun con todo eso en mente, en esos momentos pensaba en otra vida, donde una mujer malcriada y enamorada del lujo no lo hiciera llegar tarde a todos lados.

  • Decídite de una vez Lara, hace media hora teníamos que estar allá — exclamo.

Lara salió del baño envuelta en una toalla de pavos reales.

  • No me gusta ninguno. Déjame probar el negro que compre en La galería — exclamo, dirigiéndose a un armario tan grande que ocupaba la mayor parte de la habitación.
  • Te pones ese y nos vamos — sentencio Marcos poniendo punto final a su paciencia.
  • Bueno — se resignó ella

Irónicamente a Marcos el vestido le parecía horrible, hubiera preferido cualquiera de los otros. Tenía esa especie de tela cubierta de brillos y un escote muy revelador. No le agradaba la idea de que fuera vestida como una fulana, pero el tiempo y la paciencia lo obligaron a prender el Fiat, sumergiéndose en un mar de bocinas y semáforos rojos.

Era ese tipo de cenas de trabajo, donde todos iban acompañados de sus esposas o novias sin importar que las conocieran un día antes. De poder hacerlo Marcos hubiera faltado, odiaba la idea de tener que ver a sus compañeros de trabajo y a su jefe sumidos en una camaradería que claramente no existía. Todos se detestaban entre ellos, solo bastaba que alguien se diera vuelta para que susurraran chismes y cuentos a todo pulmón. Él, intentaba mantenerse al margen de todo, hacer el trabajo en silencio, solo hablando lo justo y necesario. sin opinar de nada. Pero, por esas mismas actitudes se había enterado de que la mayoría lo consideraba un creído miserable.

Entonces allí estaba, conduciendo el Fiat, dando bocinazos por el apuro, practicando una sonrisa de lo más falsa para saludar a todos.

Una de las calles que debía tomar estaba cortada por un accidente. La ambulancia y los bomberos intentaban sacar a una persona de una amorfa masa metálica, que antes presumía funcionar como auto. Se vio obligado a tomar el camino por la ruta, que lo alejaba más de su destino. Al doblar se resignó a llegar solo “Un poco tarde”, pero por lo menos tendría la excusa de que había sido por un accidente.

Lara dejó salir un estornudo antes de prender un Chesterfield, los labios extremadamente tintados de rojo coloreaban la columna del cigarro. Marcos sin verla le pidió que abriera la ventana si quería fumar, algo que ella accedió hacer luego de rezongar un poco.

  • Si nos vamos a morir igual, ¿qué importa si está abierta o no? — protesto, expulsando el humo hacia afuera.

Marcos miro un momento a su lado, imaginando otra vez a la mujer sumisa, vestía un Floreado, estaba levemente maquillada y solo abría la boca para comentar algo del clima o de lo feo que era que existieran los siniestros. Pero espanto a la fantasía rápidamente al darse cuenta de que era la manera en que su Madre actuaba con los hombres que salía.
Recordaba que él siempre estaba en el asiento trasero observando las muecas inocentes de su Madre, las cuales complacían al hombre que iba al volante, que después de unos días daba toda la plata que tenía, antes de que ella se aburriese y lo mandara a la mierda. Entonces volvían en colectivo desde donde estuvieran, sin pagar claramente. Apenas los ojos de su madre abandonaban los del chofer ella se transformaba. Era como si se le crearan arrugas y facciones de la nada, una expresión seria y casi despreciable hacia todo lo existente.

Llegaban a un precario departamento y ella se dejaba caer sobre el piso, con esas expresiones instantáneas, diciendo la frase que siempre repetía.

  • El mundo se está yendo a la mierda.

Luego de decirlo se levantaba y juntaba ropa para lavar, se centraba en la limpieza lo poco que restaba del día, Marcos sabía que en un par de días estaría otra vez en un coche desconocido yendo a donde sea, para luego regresar en colectivo.

“El mundo se está yendo a la mierda” era lo que su madre usaba para justificar la situación que tenían, esa era la conclusión a la que llego una vez estuvo más grande, cuando pudo negarse acompañarla en sus viajes. En ese tiempo ella empezó a no volver por días, a veces por meses. Marcos pensaba que algún día no iba a regresar más, pero cuando la vio aparecer luego de seis meses, con el rostro lastimado por un evidente golpe entendió que ella siempre regresaría, para poder tenderse sobre el suelo y anunciar que el mundo se estaba yendo a la mierda más que nunca.

Sin embargo, no fue de ella de quien había escuchado la expresión por primera vez. Su Abuelo la había expresado en el tiempo que aún estaba vivo. Lo recordaba perfectamente, siempre con la misma camisa amarronada, sentado en un sillón del mismo color frente a un televisor que emitía programas aún más viejos que él. Cada vez después de comer o de que un programa terminara se desplomaba como si no tuviera huesos, mirando el techo con una expresión de añoranza, visualizando una realidad inexistente.

  • ¿Sabes que Marcos? Este mundo se está yendo a la mierda.

Aquella frase fue lo último que escucho decirle, Un día después ya no respiraba.

Cuando ya estaba en la universidad su madre dejo de salir. Aunque pensaba superficialmente que por fin había sentado cabeza, en el fondo sabía muy bien que era porque los hombres ya no le hacían caso, aquellas arrugas y facciones espontáneas se habían vuelto permanentes. La vejez fue su peor enemigo, obligándola refugiarse en el departamento que a duras penas Marcos llegaba a pagar trabando medio turno. Durante ese periodo ella se encargó de atormentarlo con cómo debía vivir su vida y especialmente con qué tipo de mujer debía casarse. Poseía razones de sobra para no seguir sus consejos, pero el hecho de que fuera su Madre y su único familiar le pesaban bastante por lo que estuvo a punto de ceder, pero entonces conoció a Lara. Era todo lo contrario a lo que su madre proyectaba para él, algo que ella no se contuvo en recriminarle el primer día que la llevo a conocerla. Se lo dijo enfrente de ella, claro y a los gritos. Lara se fue llorando y él no pudo hacer nada para pararla. Cuando se quedaron solos, su Madre se limitó a mirar por la ventana, dejando que el sol y el viento le movieran el cabello a placer. Él ya sabía lo que iba a ocurrir.

  • No lo digas — exclamo.
  • ¿Qué cosa? — pregunto ella, expresando una inocencia practicada.
  • Lo que te enseño el abuelo, lo que te heredo y lo que probablemente le heredaron a él y lo que seguramente queres heredarme a mí.

Su Madre lo miro con sorpresa, pero era ella, Marcos no sabía si esa expresión era genuina o una más de las tantas que sabía recrear. Ella prosiguió a reírse sin dejar de mirar por la ventana.

  • Hoy es feriado, los trenes no andan, esa piba va a estar esperando un rato largo.

Marcos la miro con indignación, ella se burlaba de el aun en esa situación, enojado salió del departamento con el auto para buscar a Lara y llevarla a casa.

Cuando regreso estaba preparado para ponerle los puntos, le iba a recriminar una y otra vez que ella no era una persona que podía juzgar o decidir cómo iba a ser su vida. Pero al abrir la puerta la encontró en el piso con un montón de pastillas dispersas. Tenía los ojos abiertos en dirección al techo. El cura lo consoló días después en el entierro, sin embargo, mas tarde lo escucho rumorear con los enterradores diciendo que nunca había estado en un entierro tan solitario.

El Fiat marcaba que faltaba nafta, no iban a llegar a destino si no paraban a cargar. Lara ya iba por el quinto cigarrillo y el viento que entraba por la ventana comenzaba a molestar a Marcos. Pensó en sus compañeros, en el jefe, en los insultos y en las mujeres pagas que esperaban su llegada. Tenía que seguir el camino recto para alcanzar esa meta, pero doblo de un volantazo al darse cuenta de que la meta era un enorme vacío infinito. Un vacío al que su madre conduciría sin pensarlo, un vacío al que ella intentaría convencer como destino, aunque la llegada fuera tarde. Pero no estaba una persona como ella, estaba Lara, que solo pregunto:

  • ¿A dónde vamos ahora?
  • Al mar.

La ruta en dirección a la costa le parecía más genuina, con menos pozos y semáforos. El Fiat se deslizo con la poca nafta que le quedaba, cumpliendo la misión de llegar antes de acabarse. Marcos se bajó primero recibiendo la brisa marina y camino hasta estar en la arena para luego quitarse los zapatos, desde allí llamo a Lara para que hiciera lo mismo. Cuando la tuvo al lado, miro las olas flotantes y ruidosas, la marea se desplazaba hasta mojar sus pies.

  • Mi mama me quería salvar ese día — exclamo — No se estaba burlando de mí, quería salvarme de la herencia que estaba predestinada a darme — la voz le sonaba algo quebrada— Lo entendí mientras conducía, en ese momento me empujo del auto y me tiro por la puerta, me hizo ir a buscarte a vos ¿Te acordas que llegue con el auto? Estabas por subirte al tren, era mentira que había paro. Luego de empujarme del auto ella chocó a propósito, para que yo no encontrara el destino que ella había elegido.

Lara no entendía muy bien lo que Marcos le contaba, sentía que los pies se le congelaban por la marea. Pensó que, si ese frío estaba también en los pies de él, tomarle la mano le daría un poco de calor.

  • Pero, pero…lentamente yo estoy yendo por ese camino otra vez…por mi cuenta, aunque intento salvarme volví a la ruta. Capaz no puedo zafar, pero si tardas más, no sé, tomar todos los atajos, todos los pozos, para llegar lo más tarde posible. Pero no chocar, no soy tan valiente como ella.

Marcos saco los ojos de la negrura y los volcó hacia Lara, aquellos labios carmesíes y las cejas deliñadas estaban indiferentes al frío marino.

  • No quiero tener hijos, porque sé que yo tampoco soy capaz de borrarles el camino. No quiero heredarle nada a nadie, tampoco a vos, pero siendo egoísta, me gustaría que de todas maneras te quedes a mi lado, que me dejes llevarte por los pozos y los atajos, aun sabiendo que el destino es terrible.

La mujer quisquillosa, elegante y con gran amor por el dinero y el lujo, pensaba que aquel hombre podría ser un extraterrestre, uno de esos gatos sin dueños que merodea lastimado a todas partes, que decía cosas de novela para ser melancólico, eso le gustaba.

  • Solo si puedo fumar con la ventana cerrada — exclamo finalmente echándose a reír.

Marcos la abrazo, pero era como abrazar el aire, por la libertad que emanaba. Ese día dejaron los zapatos y el auto ahí. Volvieron a casa en colectivo.

Lo pensó.

No lo dijo.

Y fue una sola vez.

Quizás como para darle un gusto a su madre.

Mientras la marea vaiveneaba sin cesar.

Mientras las ruedas del colectivo viraban.

Pensó que el mundo se estaba yendo a la mierda.

Etiquetas: corto cuento drama romance

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