Angelus vultus

Concordancia de efectos diluviando por encima de inhóspitas tierras estériles, alpargatas tenaces haciendo camino sobre ellas. Empequeñecidos senderos de tiempo y memoria extendidos cuan metástasis. Algunos de los presentes tienen la capacidad de notar este perturbador cambio en el orden natural de las cosas; en cualquier caso siempre a medio camino entre mordiscos y arañazos.

 El resto de criaturas mortales idolatramos a variopintos dioses. Un puñado de ellos, escogidos tal vez de forma temeraria y a la ligera, campean a sus anchas por la planicie celestial mientras que el resto, terrenales ellos, por el ojo de una aguja pasarán.

 Como lacayos movidos por intereses personales ojos, boca y oídos se cierran a esta nueva era que parece querer llegar apurada. En realidad ya lo ha hecho hace tiempo, sacando horas a aquello perenne. Fuego para combatir al fuego y aire para avivarlo. Eterno peregrinaje sin decir explícitamente dónde está el hogar; éxodo de los pueblos hacia adelante sin saber qué futuro les aguardará en tierras enterradas. El propio e intrínseco sinsentido en cualquier parlanchín que ni ebrio ni sobrio logra hacerse entender. Ni habiendo metido la llave en la cerradura podrá llamarlo hogar…

 Dios Sol de alta alcurnia y bajos principios, sé que elevas plegarias al firmamento. Oras para ti mismo, avergonzado, con los brazos extendidos en cruz y pendiente de que nadie te observe. El vellocino de oro desgranado y volatilizado; brazaletes dorados con símbolos rúnicos incitando al espíritu de Prisciliano de Ávila. Lejano quedará el día de mañana porque ninguna calzada lo calza.

 Tenaces y torvas miradas, gestos cómplices del criminal que esconde el cuchillo en una mano y la biblia en la otra. Reparar en esas tormentas eléctricas que azotan andurriales reales e irreales, en cualquier caso fijados al suelo con tornillos de rosca. Quebrarán el ímpetu de los decididos, se partirán los escudos así como la valía ética del mercenario contratado para matar.

 Vida perpetuada de cuna en cuna; incierto final al término de pasajes pedregosos y ciénagas pantanosas llenas de caimanes de mandíbulas anchas y estómagos prietos. Sí, haceros a la idea de que son trampas desplegadas, entre peones blancos y negros, por esa mano sin dedos que empuña una hoz. Papeles de hierro punteados al temple, cargando resignado dos puntos de soldadura y tres cruces desgastadas.

 Yo soy ignorante, tanto o más que la media y no me avergüenza exponerlo públicamente. Esto es tan así que mi masa gris sólo da para razonar sobre la existencia del género humano, escribiendo con tinta aguada mis conclusiones de indocto en papiros de fuego. Al resto de personajes de novela y calles de ciudad atestada de personajes y personajillos les llena con seguir un guión preestablecido. Lejanos e insondables horizontes pintarrajeados sin arte alguno sobre murales moldeados en plastilina. Pobres todos estos espíritus errantes que no se han percatado del error, tomando dirección contraria al sentido de marcha.

 No especulemos a razón de las causas que desembocaron al mar. Observemos pausadamente su apoteósica entrada al océano. ¡Qué más da aquello arrastrado en el transcurso del cauce!

 A orillas del mañana los remeros acompasan su bogar a la porción de agua que les precede. ¡Timonel llévanos a casa de una pieza! Aquella donde se queman las tribulaciones del prójimo. Retorna la niebla a la bahía, ocultando gigantes de piedra partidos por los tobillos, desplomados por la debilidad de sus pesados cuerpos. Toma mis manos, no son tan fuertes y están frías pero al menos no se derrumbarán.

 No anheles lo de aquél ni lo del trajeado embustero. Tronza de buena vez las cadenas colocadas por bocas viperinas que escupen dimes y diretes. Sabes que lo hacen por no ver sus propias miserias a diario. Deja de ser adlátere de terceros sin hilos propios ni resortes personales. ¡Qué no te hieran ojeadas de refilón ni palabras faltando al honor y a la verdad!

 Entra directo al trampolín, elenco y medio de indecisos esperan turno. Nuevo enfoque para valerosos que cruzan el acantilado sin mirar abajo, juzgando nada más que sus propios actos. Suéltate y salta incondicionalmente; olvídate de prejuicios y echa a volar porque hasta donde yo sé los pájaros no vuelan si no baten sus alas. Recuerda apreciado desconocido, no golpearás dos veces contra la misma piedra porque para eso tienes una maza en la mano.

 No arregles más muñecos de madera articulados mediante mecanismos disfuncionales. De trasfondo destornilladores y cola; clavos y mordazas, serrín y lijadoras, ruido y soledad del artista. Triquiñuelas de alguien agotado de meter la mano dentro del espantajo, volcando frustraciones propias en la marioneta. Tal vez merced a ella pueda ser lo que por sí mismo nunca sería…

 Me despierto de este duermevela sobrecogido por situaciones rocambolescas familiares pero impersonales. Éstas quieren huir como polillas dentro del cazamariposas, su objetivo la próxima noche. Mejor seguiré cabeceando…

 Más adelante sé que haréis ejercicio de constricción para conmutar hasta la más sutil turbación. Yo he visto el tembleque del que una sola vez se ha flagelado, no haciéndolo por fe… ni siquiera por él mismo. Aduladores eventuales, alabanzas al despropósito, connotaciones explícitas y ridículos comediantes asidos al escenario…

 Cociné a fuego voraz tropelías y desprecios. Resulta que era como si no terminarse nunca la leña de arder. También vi cierto arrepentimiento en el crepitar de las llamas azules. Convenientes intenciones son hacer propio el mensaje último de pueblos extintos, abriéndose paso desde las hojas de libros históricos. Cristales rotos para vidas hechas añicos, préstamos sin devolución e infinitos aplausos para el penúltimo ídolo capaz de guardar en su petaca aire y arena. No tenía brillo en sus ojos pero sí respuestas coherentes; la arena pesa más, quedándose abajo…

 Así se ha escrito a lo largo de la historia reportes convenientes y convincentes. Apasionada amante sin sentimiento, vivaz, troquelada, vergel de vida cuando estaba siendo poseída sin magnanimidad. Oteemos cuanto coexiste en derredor, atrapado en mazmorras profundas dotadas de largas galerías sombrías y húmedas. Respira y reponte del susto, cierra los ojos y dime ¿qué ves? No pareces demasiado satisfecho ¡oh porfiado hálito! Barricas de licor atufan tu calabozo insalubre. ¡Mira! La profundidad ya viene, las sombras se acercan, las armas miran al frente…

 Cargo con esta mochila desde el invierno pasado. Va cargada de piedras que no son pedruscos pero pesan como si lo fueran. Esto me obliga a doblarme desde al alba al anochecer empero soporto mi Vía Crucis como parte de pago en especie. Mientras tanto busco con qué iluminar la ignorancia de quienes me rodean mas ¡qué desaliento! No hay luz para tanto iletrado.

 Piruletas de menta y fresa para el nene y la nena. Exiguos objetos cotidianos, suspiros sustraídos desde la confianza, buceos hondos en riachuelos secos ¡bah! Vayámonos todos a ese sitio…

 Tal vez lo absoluto tenga su origen en un punto infinito. El niño que fuimos no quería crecer mas el adulto que somos mataría por volver a ser crío. ¿Cómo se soluciona algo así cuando el mentado punto sempiterno tiende a cero?…

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