Le queda un mes de vida. El tumor está muy avanzado. ¡Lo siento! Las probabilidades de sanar el daño son mínimas, sin embargo, sí es posible y si desea reducir el dolor, le recomiendo que comience un tratamiento de inmediato. No obstante, podría suceder en cualquier momento si no toma una decisión pronto.
Fueron las palabras frías y siniestras que salieron de la boca de aquel doctor, que con sus ojos apenados y un nudo en la garganta, me entregaba el informe de mi sentencia de vida. Mientras yo tan solo me perdía en aquellas imágenes que mostraba el resultado de una resonancia magnética. Todo parecía congelarse en un sonido infernal que no sabía bien de dónde provenía, pero parecía estar susurrando una carcajada con la voz de un maldito «tic, tac, tic, tac, tic, tac»…
Intenté mover mis labios para darle gracias a aquel doctor que acababa de arrebatar mis esperanzas como ladrón furtivo, pero no se movieron. Alcé lentamente la mirada para ver por última vez, posiblemente, a aquel rostro que no sabía si identificar como benévolo o infame, y no encontré más que una silueta oscura como la sombra y un frío congelante invadió mi ser entero, desde los pies a la cabeza. Un tormentoso pitido en los oídos me abismaba en el descontrol absoluto de mi equilibrio, hasta que perdí la noción y caí en un desmayo posterior.
Estoy en casa… Ya pasó lo peor; llegué hasta mi habitación por simple inercia, solo deseo dormir, a pesar de que apenas son las 4:27 pm.
¡Ay, no! Me duele de nuevo la cabeza, acabo de despertar. Busco como puedo mi móvil para ver con los ojos entre cerrados, ¿qué hora es? Son las 3:00 am, otro día más, otro dolor fulminante en el cerebro con el que tengo que lidiar, sin encontrar calma a mi agonía… Se siente como la peor resaca de mi vida.
¿Cuál fue el diagnóstico?… ¡No lo sé! Creo que tuve un sueño muy extraño y como yo no entiendo de sueños, mejor me vuelvo a acostar para que se me quite este dolor.
7:00 am, acabo de ingerir 4000 mg de ibuprofeno para aliviar el dolor y tan solo conseguí restar un poco de él. Siento mis manos temblando, tengo náuseas y la vista muy cansada. Mi estado de ánimo está como un vaso vacío, seco y sucio. Mi sonrisa característica aún duerme. Al parecer, no se levantó hoy junto a mí como de costumbre. Tal vez se haya quedado de fiesta en mis sueños junto a mi futuro… Quizás, pero aquí la única que regresó a la realidad soy yo, mientras observo con anteojos de desilusión, la miseria de arena que le queda a mi reloj de vida.
Mil preguntas me acosan, como si gozaran haciéndome una entrevista. ¿Acaso tiene sentido? ¿Cuándo comenzó? ¿Y ahora qué haré? ¿A quién se lo diré? ¿Cuándo sucederá? ¿Me dolerá? ¿Cuidarán bien a mi hijo? ¿Quién hará sonreír y llenará de caricias al hombre que amo? ¿Lograré terminar esa novela que estoy escribiendo? ¿Quién le hablará a mis plantas mientras las riega? ¿Adónde quedarán mis recuerdos? ¿Y si no digo nada?
Voy al baño y me doy una ducha para prepararme y sonreír, de nuevo, como si los días no estuvieran contados. Al salir, encuentro todo en calma y la vida sigue siendo vida, pero veo que todo ha cambiado a pesar de todo. ¿Quién jugó con el control remoto y desconfiguró los colores del mundo?… Mi mundo.
El cielo no es azul como siempre, ni los árboles son verdes. Las personas no tienen diferencias, ni los dulces tienen colores hermosos como un arcoíris. Es blanco, negro y gris. El mundo es gris como mi entusiasmo por seguir y gris oscuro se ve el atardecer… Mi atardecer, parece un día de lluvia y tormenta, pero la tormenta realmente vive dentro de mí; mi estómago revuelto de nuevo desea vaciar toda mi decepción por quinta vez hoy.
Me siento a escribir, sé que son mis últimas letras, mis últimas historias, mis últimos regalos para el soñador lector que me lee sin imaginar que fue lo último que escribí con la intención de darle vida a sus fantasías, dejando la mía en ellas con la única esperanza de que me revivan cada vez que pregunten: «¿Quién escribió la obra?» Y mi nombre brille en la ilusión y la pasión de su imaginación, mientras yo, desde otro mundo quizás, escuche la voz de mi alma narrada en sus mentes soñadoras, cuando en realidad la que está envuelta en un sueño eterno soy yo.
¿Será hoy? Me pregunto. ¿Despertaré mañana o me tocará la puerta cuando duerma? ¿Alcanzaré a darle un abrazo a mi madre y mis hermanos? Tomé la decisión de no decir nada para que no intenten hacerme fallidamente feliz y arruinarles la tranquilidad antes de tiempo.
Preparé el desayuno para mi hijo, pero salió muy de prisa a la universidad y hasta olvidó llevarse el almuerzo. Le pedí un abrazo a mi esposo, pero sonó su teléfono y contestó una llamada urgente y se tuvo que ir solo con un sorbo de café, dejando la taza en mis manos. Llamé a mis hermanos, pero nunca contestan las llamadas, así que tuve que guardar la comida de nuevo y salí a tomar aire… Aire, eso en lo que siento cada minuto que se convierte mi cuerpo, una brisa pasajera que solo deja huella en un recuerdo.
Pero de nuevo todo se hace de noche repentinamente, aunque el reloj insista en que son las 5:47 pm. Ya las personas no son grises, se van volviendo cada vez más oscuras. Se me nubla la vista y el hormigueo sube sin freno por mis piernas, mientras parece que estoy parada sobre un platillo volador que da vueltas en la vastedad del universo. «Tucún, tucún, tucún», los latidos de mi corazón angustiados suben a mis oídos desesperados como si inocentemente fueran a sobrevivir y ¡bum! Un abrazo gigantesco del suelo me estremece a causa de un desmayo.
«¡Despierta, despierta!», escucho levemente mientras voy abriendo los ojos y me encuentro rodeada de personas desconocidas que me ayudan a levantarme poco a poco. Lo que me hace preguntarme… ¿Será así? ¿En cualquier momento y en cualquier lugar, realmente? ¡Diossssss! Este maldito dolor de nuevo me parte la cabeza en dos, maldije mientras, aturdida, me llevaba las manos a la cabeza y como pude busqué de nuevo el camino a casa.
Llegué y cada quien estaba ocupado con sus cosas. Se alegraron de verme, pero nadie se levantó a darme un abrazo. Les dije que me dolía la cabeza y solo me pidieron que me recostara. Sonreí y así fue. Le di un beso a mi hijo, que disfrutaba con sus amigos viendo algunos vídeos en sus móviles, y un beso a mi esposo, que estaba concentrado en el ordenador. Les envié un mensaje de texto a mis hermanos, que respondieron con un emoji, y tomé de nuevo 2400 mg de ibuprofeno mientras me recostaba un ratito para aliviar el dolor.
1:53 am. ¡Wow, qué tarde es! O tal vez temprano. Me siento muy bien, tengo mucha alegría. Creo que es porque se siente muy bien no tener dolor alguno. Hacía tiempo que no me sentía tan genial, pero tengo mucha hambre y quiero comer todo lo que hay en la nevera. Así que me sirvo un gigantesco plato de comida con un gigantesco vaso de mi gaseosa favorita (cola roja) y un delicioso helado de chocolate como postre. ¡Lo siento! Hoy no me importa la dieta. Me siento cómodamente en el sofá a ver mis programas favoritos. Estoy sola, sí, ¡mejor aún! exclamé mientras llevaba una gigantesca cucharada de helado de chocolate con topping de caramelo y reía, reía y reía hasta más no poder. Lloré y también recordé lo hermoso del amor en cada escena que transcurría frente a mis ojos. ¡Ufff, qué frío! exclamé, aún con una manta gruesa sobre mis hombros, mi pijama favorita 2 tallas más grandes y el mejor helado y el mas exquisito del planeta en mis manos. Me dije a mí misma: «Realmente la vida es genial. ¡Quiero vivir! No me rendiré tan fácil. Desde mañana mismo comenzaré mi tratamiento». Y fui felíz en aquel momento, sola en aquel sofá y rodeada de paz hasta el amanecer, pero me alcanzó el sueño… Lo que nunca imaginé es que al día siguiente no despertaría jamás y esa fue la última noche que viví.
***
Mañana… Mañana sólo llenaron de hermosos girasoles mi habitación, pusieron mi música favorita y comenzaron a leer todos mis poemas e historias amontonadas que nunca antes se habían tomado el tiempo de descubrir. Mañana me esperaba un médico para comenzar a salvar mi vida, mañana pasaría a visitar a mis padres, mañana le prepararía la cena favorita a mi esposo, mañana recibiría la dichosa llamada para notificarme que publicarían mi libro, mañana saldría con mis amigas, mañana comería otro postre, mañana reiría un poco más y la vida me mostraría de nuevo sus colores. Pero ¿mañana? ¡Mañana nunca existió! Mejor que sea hoy para la próxima vez.
***
Notas del autor: A veces la vida puede sorprendernos y dar un giro inesperado en cualquier momento. Debemos valorar cada día sus maravillosos colores y apreciar a nuestros seres queridos, porque nunca sabemos hasta cuándo nos acompañarán. Y nunca, nunca dejemos la felicidad para la última hora, porque entonces ya puede ser muy tarde cuando queramos tomarla.
©F4our
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