Un perro en el camino

Con el sol ardiendo con fuerza sobre mi, voy de vuelta a casa a través del desvío, habré caminado miles de veces por aquí, un lugar repleto de sucias plantas rodeadas de lo que debiera ser tierra, aunque parece más polvillo o arena. No hay casas ni personas en kilómetros, por lo que la gente suele tirar su porquería aquí, después de todo, quien te increpara o dirá algo al respecto, pero hoy es distinto, justo enmedio del camino, a unas pisadas de distancia, botaron algo sin ninguna similitud a los papeles, bolsas y escombros que hay por todos lados; es un cachorro muerto, muy pequeño y regordete, sino fuera por su inmovilidad, pensaría que está vivo, ya que se encuentra fresco e inoloro, estoy seguro de que si apresurara mi paso sería capaz de encontrar a quien lo dejó ahí tirado; pero, solo me quedo allí, mirando su pelo revolotear al son del sonido del viento en mis orejas.

– ¿Yo? Era una niña cuando mi abuelo murió, recuerdo vívidamente que me dijeron que se había ido al cielo, pero no entendía por qué nadie le prestaba atención a eso, nadie pensaba en él cuando viajaban en avión, cuando volábamos cometas, cuando en año nuevo los fuegos artificiales estallaban, o al mirar hacia arriba recostados en el suelo. Tardé en darme cuenta a lo que se referían, y también logré entender de una vez por todas que el abuelo no volvería.

Hoy me lo volví a encontrar, hicieron un intento por cubrirlo, y por intento me refiero a que le pusieron un cartón encima, el cual no le tapa por completo, sus patas delanteras se encuentran descubiertas, al igual que su cabeza, quizá fue el viento que movió el cartón, tal vez no se esforzaron, o nunca hubo intención de hacerlo, y solo cayó por inercia. Su pellejo sigue intacto, el brillo que refleja su pelo denota su ahora más seca contextura, sin embargo, el fuerte olor a muerto ya atosiga el desolado camino, ocupando el aire circundante y llamando a las moscas a comenzar su festín. No puedo dejar de prestarle atención a sus ojos, se encuentran en una perpetua vigilia destinada al cielo, contemplando incesante todo lo que se encuentra arriba, como son el infinito azul y las blancas nubes, los párpados llenos de suciedad y líquidos putrefactos, pero continúan mirando; quisiera cerrarle los ojos, que descansara la vista y se dejara de aferrar a este lugar, aquí no hay nada que ver, es solo un descuidado camino que de seguirlo te lleva a una calle, y que si abandonas te lleva a una igual de abandonada quebrada, este lugar no tiene nada de especial.

-Al llegar a casa mi gata no me estaba esperando, no se encontraba por ningún lado, por lo que busque a mi madre y le pregunte, “Estaba muy mal, tuvimos que dormirla” me dijo, los rostros dolidos y la incomodidad que generé al preguntar me callaron la boca, nadie volvió a hablar de ella. Mi gata fue mi primera experiencia con la muerte, y luego de eso, me costaba dormir, tenía mucho miedo de cerrar los ojos cada noche, era muy pequeño para entender a que se referían con dormirla, en ese entonces, no fui capaz de separar la muerte con dormir.

Tuve la corta esperanza de que el cachorro no estuviera allí hoy, pero bastó con girar la cabeza unos centímetros para dar cuenta que ahora no se ubicaba al medio del camino, sino que su cuerpo se encontraba a orillas del mismo, aunque el olor debió de avisarme mucho antes. El armazón ya había cedido, volviendo su abdomen un montón de pelusas aplastadas, y su redonda panza abierta revelaba el interior de su cuerpo, lleno de pequeños pero incontables gusanos que comían sin parar. Tal vez ilógico, pero a diferencia de ayer, su apagado rostro hoy parece en paz, sus ojos y boca cerrados, una mueca de indiferencia, y su cabeza recostada, con la delicadez y suavidad de una pluma, sobre una almohada hecha de tierra, da la impresión de que se encontrara plácidamente dormido. He tenido mejores ideas, pero un impulso casi infantil me lleva a pincharlo con un palo, como si esperara que se despertara confundido de un largo sueño, y luego chillara por el dolor por su cuerpo destrozado, pero no, solo se queda ahí, inmóvil.

-Papá murió y todos me repetían que todo estaría bien, que saldríamos adelante y que era vital mantenernos positivos, sin embargo, mi madre no volvió a ser la misma luego de su muerte, fue un golpe muy duro para ella que persiste doliendo como el día que paso, estoy seguro de que lloró mucho, pero nunca la vi haciéndolo. A pesar de eso, todos seguían diciéndome que todo estaba bien. Mantuve tanto esa idea que solo en mi adultez me di cuenta que aún no superaba su muerte.

Lo que predije que pasaría ocurrió, el ya viejo cadáver había colapsado bajo su propio peso, sabía que era el mismo cachorro por su forma y la gran cantidad de pelo que lo delimitaba, pero ahora no tenía volumen, las moscas ya parecían haberse cansado de él y solo yacía ahí con la poca carne y huesos que le quedaban. De todas las veces que pase a su lado, nunca lo mire con tristeza, pero en esta tan deforme transformación no pude evitar sentirme enfermo, como hace no mucho tiempo era algo que respiraba, lloraba y sentía; ahora solo restos de algo que podía haber sido. No mucha diferencia tiene a mi futuro, al futuro de mis seres queridos, y el futuro de todos, la inexorable muerte descompondrá nuestros cuerpos hasta ser vestigios de lo que fuimos y no pudimos ser, quizá como únicas diferencias, es que al contrario de este pequeño cachorro a alguien le importara nuestra ausencia, pensara en todo lo que fue y lo que pudo ser, en como se le extraña y todo lo que pudieron compartir. Otra diferencia es donde terminaran, dudo que alguien termine aquí, expuestos al aire y las miradas de todos, quizá no un final tan horripilante si se piensa con detenimiento, el verde de las plantas y la vastedad del paisaje dan un cálido sentimiento de ascenso, un tal vez más breve paso de lo terrenal a la inexistencia.

“Agradezco a papá por decirme sin tapujos que mamá había muerto, sabía con claridad lo que significaba, pero dale un concepto tan ambiguo como es la muerte a un niño, y lo tomara desde mil ángulos que no habías predicho; recuerdo estar tan enojado con él por razones que me parecían tan lógicas, que ahora no puedo dejar de culparme por hacerle sufrir en su propio duelo, como si yo fuera el único que dolía su muerte, creo que solo me enfadaba el no verlo avanzar, o que sus decisiones se vieran influenciadas por quienes ya no se encontraban entre nosotros, pero ,de manera invisible e insidiosa, también afectaban mis acciones, como era con todos, y con él, comencé a ser más irritable, comencé a tomar desvíos a casa, comencé a hacer preguntas personales e insensibles, como esperando que me dijeran como debía pensar. Nuestro paso por la vida y el inevitable final que es la muerte es tan confuso si solo nos dedicamos a pensar con nuestros sentimientos.”

Se me hace extraño que hoy no esté, puedo identificar con claridad donde lo vi por última vez, es un pequeño montículo de tierra ahora más alto que otros días, me hace pensar si todo este camino está hecho de lo mismo, pasadas vidas que terminaron en desgracia, aún así, este camino no estaría solo compuesto de aquello, sino que también del pasto y los tallos que siguen sobreviviendo a metros del recorrido, diminutas flores o enormes arbustos, que ocupan toda la extensión de la quebrada. Ninguna de las incontables veces que he atravesado este lugar, había contemplado mi entorno, por lo que eso hago, sentado en el montículo, al lado de donde solía estar el cachorro. Nunca había notado el paso de agua al fondo de la quebrada, los árboles que adornan con hojas esmeralda, ni el contraste de las flores con el mismo, el cielo parece solo enfatizar la sublime belleza de este tan abandonado como copioso paisaje, no lo veo ni lo percibo, pero sé que existen millones de historias contadas y por contar aquí. Aún inmerso, me siento olvidar algo, pero no le permito desviarme de disfrutar lo que tengo enfrente.

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