COHESIÓN

Respiraban profundamente, tan cerca uno del otro en el pequeño armario, atrapados.

Alcanzó con su mano el rostro contrario, acariciando con la punta de los dedos sus mejillas, reconociendo en la opacidad el dorso de su nariz, luego el bermellón y finalmente reposándola en el pecho. Mirándose profundamente a los ojos, mutuos y famélicos de atención.

Soltó su agarre tan rápido como lo formuló, pero las manos contrarias lo retuvieron sin darle una mínima oportunidad de escapar.

Ahora se poseían, sus labios húmedos y sus ansiosas manos en un vaivén, en una lucha cuerpo a cuerpo para obtener la pasión del otro.

Ambos se reconocieron en el pequeño y lóbrego armario, atrapados, ocultos y maravillados.