La escritura llegó a mí por casualidad cuando tuve acceso a internet a los quince años, fue en donde pude alimentar mi curiosidad. Descubrí que si algo te llama la atención y lo investigas, siguiendo tu curiosidad, te llevará a otra cosa, y de ahí a otra. No era un buen lector, todavía no lo soy, pero había algo en todos esos libros, algún misterio. Viéndolo desde la distancia, parecía haber un mundo mágico dentro. Así que por las noches me imaginaba escribiendo libros, como en esos tiempos todavía no tenía ideas, pensaba en el futuro, cuando sea viejo y escribiese “mis memorias.”
Con el tiempo se me empezaron a ocurrir algunas ideas, mis primeros relatos eran de terror, o al menos intentaban serlo. Uno de esos relatos me gustó especialmente, en él imaginaba una situación en la que una oscura presencia energética me invadía en mi habitación y yo luchaba para escapar. Le mandé el relato a un amigo y le gustó, pero había algo que no pude evitar preguntarle: “Cuándo lo leíste, ¿imaginaste que el protagonista era yo y que el lugar donde sucedía era mi casa?” Él había ido múltiples veces a mi casa y me conocía bastante bien, su respuesta fue un rotundo sí.
Entonces sentí que algo no había hecho bien. Si se hubiera tratado de una historia autobiográfica sería correcto, pero al no serlo, algo me molestaba. Se convirtió en mi mayor miedo, el hecho de sentir que no podía escribir algo ficticio sin que crean que el protagonista era yo mismo o los escenarios de mi vida cotidiana. Una cosa sería la libertad que conlleva el uso de la imaginación, y otra muy distinta son las ventanas abiertas a mi vida privada. Era muy chico en ese momento, pero la idea me persiguió durante mucho tiempo. Tuve que romper barreras, e incluso descubrí cosas peores.
Aproximadamente a los veinte años, después de leer una serie de cuentos con un estilo de realismo sucio, me llegaron grandes oleadas de inspiración, pero no duraron mucho tiempo. En ese entonces tenía un blog, pero no era visitado por casi nadie. Casi al final de ese año de inspiración descubrí una red social para escritores, fácil de usar, muy buena. Publiqué tan solo un cuento, donde el protagonista era un escritor que caía en desgracia debido a complicaciones en su trabajo que le hacían no tener tiempo para escribir, recibió buenas críticas y una alta puntuación. Pero al igual que en el cuento, mis años siguientes fueron justamente eso, la inspiración se cortó y mi trabajo empezó a exigirme cada vez más y más. Alguna que otra vez me puse a pensar en aquella casualidad, sobre todo porque el cambio en el trabajo había sido bastante abrupto justo después de publicar aquel cuento.
Pasaron muchos años durante los cuales, en el poco tiempo libre que tenía, trataba de centrarme en la idea de escribir una novela. Tuve varios intentos, los primeros tres los abandoné, después tuve dos más que también abandoné, de los cuales rescaté muchas de las ideas y los personajes principales para la novela que finalmente pude escribir, y que aún está inédita. Al terminar de escribir esa novela, sentí un gran alivio. Después de tantos años, había conseguido finalmente escribir una novela. Hice varias correcciones, y actualmente busco quien me ayude para hacer una corrección profesional y encontrar alguien que le interese publicarla.
Pasado más un menos un año de la escritura de mi novela, empecé a escribir de nuevo cuentos cortos. Desde aquella primera vez, solo unas pocas veces lo había vuelto a hacer. De repente, me volvió la inspiración y, como me sentí bastante conforme con lo que estaba escribiendo, decidí buscar redes sociales para escritores, donde compartir los cuentos y quizás darme a conocer. Recordé aquella en la que había publicado hacia tanto tiempo y la busqué. Se mantenía igual, con el mismo diseño, parecía congelada en el tiempo. Me gustó volver a encontrarme en la página, y decidí publicar un primer cuento para ver si había alguna reacción.
El primer cuento que subí, titulado “La chica de al lado”, trataba de una vecina que, al jugar a la ouija, incitaba a un espíritu a entrar en su departamento. Me sentí bien al escribirlo porque era como volver al comienzo, cuando escribía relatos de terror. Pero el verdadero terror estaba por comenzar, antes de irme a dormir entré a la página y había dos comentarios y más de cincuenta visitas, y varias calificaciones positivas. A los lectores les había gustado mucho, así que me fui a dormir contento.
Cuando estaba a punto de quedarme dormido, escuché un golpe seco muy fuerte. No le di mayor importancia e intenté volver a dormir. Un par de horas después, volvieron a despertarme ruidos, parecían provenir del departamento de mi vecina. Supuse que mis vecinos estarían teniendo una noche de pasión. Sin embargo, de repente conecté aquella historia que había publicado la primera vez y se había vuelto realidad. ¿Y si ahora estaba pasando lo mismo? Los ruidos cesaron y finalmente pude volver a dormirme.
A la mañana siguiente, tuve que bajar al kiosco que está al lado del edificio y estaba mi vecina. Tenía el pelo revuelto, vestida de entrecasa, con los ojos desorbitados, comprando café. Mis conjeturas me llevaron a pensar que todo era por haber subido esa historia a esa red social, la culpa era mía. Aunque no lo quería creer todavía, decidí escribir “La chica de al lado 2”, una continuación del cuento en donde la chica conseguía librarse del espíritu. El cuento tuve menos repercusión, pero hubo comentarios y valoraciones positivas, más que nada porque a los lectores les interesaba ver como terminaba la historia.
Esa noche pasó lo que confirmó mis sospechas. A las doce en punto empezó a escucharse una especie de canto y golpes, como si alguien estuviese saltando o bailando. Y de repente, un grito muy fuerte: era ella, mi vecina. Después la escuché llorar. Salí de mi departamento y se sentí un fuerte olor a sahumerio. Golpeé su puerta y me abrió, tenía un aspecto como si no hubiese dormido en meses. Le pregunté si estaba bien, había humo en su casa, me dijo que ya todo estaba bien, que había hecho lo que tenía que hacer. Le pregunté por el humo y me respondió que era palo santo. Volví a mi casa sin poder creerlo.
Mi trabajo seguía siendo esclavizante. Después de estos sucesos, empecé a dudar seriamente de mi cordura. No podía creer que lo que había pasado hubiese sido real. Y no podía resignar mi deseo de convertirme en un escritor, así que no descarté la idea de seguir publicando en esa red social. Hice lo que haría cualquier mortal, escribí un pequeño cuento en donde me convertía en un escritor famoso y ganaba mucha plata. Me quedé esperando alguna reacción, pero nada. Me fui a dormir, ya que al día siguiente tenía que madrugar para trabajar. Al despertarme revisé la página con el cuento, y solo había algunas pocas valoraciones negativas y comentarios pidiéndome que vuelva a mi estilo del cuento “La chica de al lado.” Me fui a trabajar y fue un día agotador, tuve que hacer horas extras, las cuales ni siquiera me las pagan. Al volver a casa revisé nuevamente la red social y nada, tampoco mis otras redes personales, todo seguía exactamente igual. ¿Sería que las historias se vuelven reales únicamente si la gente las valora positivamente? Tal vez.
Sintiéndome estafado y reflexionando sobre como proseguirSi realmente tiene ese poder, pero solo depende de las valoraciones positivas, debería esforzarme más, volver a escribir lo mismo, pero hacerlo más interesante. Así que me esmeré tanto como pude y quedó un lindo cuento, en el que yo me convertía en un escritor famoso y millonario. Me molestó tener que irme a dormir, pero si duermo muy poco, el trabajo se me complica todavía más.
Al día siguiente, lamentablemente otra vez tuve valoraciones negativas. ¿A esta gente solo le gusta el terror y el morbo? Yo no estaba dispuesto a resignarme. Estaba convencido de que mi destino era el de ser un escritor reconocido, renunciar a mi trabajo y vivir de la escritura. Me fui a trabajar y tuve uno de mis peores días, mi jefe estaba muy enojado y se la agarró conmigo. Un compañero al que le gusta molestarme se ensañó bastante conmigo, y otra vez trabajé horas extras sin que me las paguen.
Al volver a casa, empecé a imaginar un cuento en donde pueda castigar tanto a mi jefe como a mi compañero. No creía que realmente lo fuese a escribir y menos que lo subiese a la red social, pero poco a poco fui pensando en hacerlo. Seguro que a los lectores les gustaría, y de paso puedo impartir algo de justicia. Así que lo escribí, la inspiración llegó a mí como un volcán en erupción, prácticamente desde que empecé a teclear no paré hasta que lo terminé. En resumen, lo que pasaba en el cuento era que yo, un empleado maltratado injustamente, y mi jefe aliado al chupamedias de su empleado favorito, estaban burlándose de mí y gritándome. A partir de ese momento una serie de pequeñas y graciosas catástrofes les sucederían. Primero Jorge, el chupamedias, volcaba accidentalmente su café hirviendo sobre el jefe, éste al reaccionar tropezaría cayendo al suelo, al intentar Jorge levantarlo, el jefe sentiría un horrible dolor en el pie, se lo había quebrado. Jorge, desesperado se agacha y mirando frente a frente al jefe le pide perdón, empieza a llorar, mi jefe completamente rabioso le escupe en la cara, a lo que Jorge responde con una cachetada, pero posteriormente vuelve a pedir perdón mientras llora como un niño. Todos los empleados eran testigos de los acontecimientos, mi jefe terminaba echando a Jorge, y éste le respondía que iba a demandarlo. Después de eso, el resto de los empleados se acercaba a mí, se preocupaban por mí porque habían escuchado como esos dos payasos me gritaban, y entre todos decidieron que yo llamase a una jerarquía superior a mi jefe para avisar lo que estaba pasando, por lo que posteriormente, sería yo ascendido a jefe.
El cuento tuvo muy buenas calificaciones, y comentarios apoyándome. Dormí tranquilo esa noche, e imaginen mi sorpresa cuando al día siguiente presencié exactamente todo lo que había escrito durante la noche anterior. Al verlo convertido en la realidad quedé completamente estupefacto, disfruté cada instante como un guionista al ver como su obra es representada tal cual la imaginó.
Al llegar a mi casa, no podía salir de la sorpresa. Empecé a razonar, no podía ser yo el único que tuviese conocimiento de lo que pasaba en esa red social. ¿Cómo era posible algo así, quienes estaban atrás de esto y hay más gente que lo está haciendo? Imaginé los peligros que desencadenaba o los posibles beneficios. Sobre todo, al haber corroborado que solo se hacen realidad los cuentos que tienen buenas reacciones por parte del público, un público que además parece gustarle más lo morboso. Por todo esto me puse a pensar en mi próximo cuento.
Antes de tener una buena idea recibí un llamado con una mala noticia: mi madre había caído gravemente enferma. En vez de ir urgentemente a visitarla dije que iría al día siguiente, así tendría tiempo de escribir un cuento y publicarlo, cegado por el miedo de que mi madre empeore. Pero el cuento no tuvo éxito en la red social de escritores, lo que ocurría en el relato, era que mi madre tenía una recuperación muy rápida gracias a la fuerza de voluntad, que había adquirido fruto de una vida dura y sacrificada. Admito que el cuento en sí mismo, a menos que seas yo, no tenía ninguna gracia.
Al día siguiente fui a visitarla y había empeorado, me dijeron que no pasaría de esa noche. Volví a mi casa sintiendo una gran ansiedad. Aunque pensé y pensé mi mente estaba completamente en blanco, no se me ocurrió absolutamente ninguna idea para un cuento que pudiese salvarla y a la vez que guste a los lectores de la red social. Mi madre falleció esa noche.
Ante la inmensa angustia, no pude evitar seguir pensando por lo menos en un cuento más, donde pudiese posicionarme ante un mejor futuro, que les guste los lectores y que a la vez no perjudique a nadie más. Pasaron los días y nada, semanas enteras, todas las historias se agolpaban en un insulso txt, pero todas ideas descartadas por alguno de los motivos antes mencionados. Todavía no podía superar la angustia por la muerte de mi madre, no había sido capaz de evitar aquel final, a pesar de tener una herramienta para poder hacerlo, no había podido ser lo suficientemente creativo, no había sido un buen escritor, no lo soy.
Aunque finalmente tuve una buena idea, yo lo que más deseaba era publicar la novela que había escrito el año anterior. Así que escribí un cuento, bastante corto para tener más lectores. En el cuento, le pegaba a las editoriales que se dedican a descartar a los escritores, desecharlos como basura. Mi idea fue que un famoso con millones de seguidores en las redes sociales empezaría a recomendar la mágica red social de escritores. Y como yo era un de los escritores de antes de saltar a la fama tomaría notoriedad, y empezaría a tener cada vez más seguidores yo también. Posteriormente un grupo de escritores de la red formaría una editorial cooperativa, en donde se evaluaría y daría un lugar a los escritores que lo merecen, aunque estén empezando, y en caso de recibir manuscritos que no sean publicados, se les responderá amablemente para impulsarlos a seguir intentándolo. Anoche la historia comenzó a hacerse realidad, apareció el famoso. No solo recomendó la mágica red social de escritores, sino que hasta recomendó mi cuento que se está haciendo realidad.
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